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En la iglesia parroquial de Valderrobres (Teruel), la ventana que ilumina la misteriosa capilla de oración del obispo Heredia tiene forma de triángulo. Se trata de un rosetón, único en nuestro país, formado por dieciséis pequeños triángulos equiláteros que conforman el mayor que los rodea; también aquí vemos inscrito el criptograma de la cruz de Ocho Beatitudes, el abecedario codificado del Temple.
Para interpretar algunas de las claves de este singular rosetón, tenemos que recordar la importancia de esta esotérica figura geométrica. El triángulo equilátero representa la divinidad, la armonía y la proporción; de él deriva el pentagrammon, símbolo de la armonía universal. No es una casualidad, por lo tanto, que el ojo de Dios padre, el gran arquitecto del universo, aparezca como un triángulo equilátero con la punta hacia arriba, que se corresponde con el elemento de tierra. Alquímicamente hablando, simboliza, además, el fuego, el corazón y el sexo masculino. El sello de Salomón está formado por dos triángulos invertidos que equivalen a la sabiduría humana. En la tradición judaica, el triángulo equilátero representa a Dios, cuyo nombre no se puede pronunciar. Conocida es la importancia atribuida por la francmasonería al triángulo equilátero con la punta hacia arriba, al que denomina delta luminoso, en clara evocación a la forma de la mayúscula griega.
Por lo tanto, el rosetón del lado noreste del ábside –el que ilumina el sector más frío del templo- de la iglesia parroquial de Valderrobres, la capital de la comarca turolense del Matarraña, constituye un código dejado allí por los templarios, para transmitir una serie de mensajes secretos, a través de la cruz de Ocho Beatitudes. En esta ocasión, la cruz no está inscrita en un círculo, como la del capitel de la iglesia de San Bartolomé de Ucero, sino en un triángulo equilátero, y también aparece el cabalístico número siete (16= 1+6=7), figura geométrica que transmite, además, todo el poder celestial, al estar relacionada con el Dios padre, generador de vida. Se da la circunstancia, además, de que la capilla elevada que ilumina este extraño rosetón está comunicada con el castillo de Valderrobres a través de un pasillo aéreo; recordemos que esta fortaleza no fue tal, puesto que se concibió, en tiempos templarios, para proteger una piedra sagrada que se alzaba en la zona más alta de la construcción, donde hubiera debido estar el patio de armas, en el caso de que hubiera sido una fortaleza militar.
Bajo las entrañas del castillo de Valderrobres, se extienden numerosas galerías secretas que, según confirman la tradición y algunas leyendas, sirvieron para que los templarios se desplazasen hacia el lecho del río Matarraña, para huir en caso de asedio y para proveerse de agua potable; porque el agua, el líquido elemento, era para los templarios no sólo una necesidad vital, sino también un lugar de fuerza, en el centro mismo del manantial y a lo largo de las corrientes energéticas irrigadas por el agua subterránea.
Este rosetón triangular no es único en España. Existen al menos otros dos: en el Monasterio de Rueda y en la Arciprestal de Morella.
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