Desde la encomienda de Barcelona, queremos abordar un tema interesante que nos plantea nuevamente el escritor e historiador francés Michel Lamy, en su libro “La otra historia de los templarios”.
La pregunta que se formula en este texto; es sin lugar a la duda enigmática; puesto que no existen pruebas para afirmar con rotundidad que existiera una Regla secreta en el Temple, sólo conocida para algunos hermanos “iniciados secretamente”.
Desde luego, en el ideal templario, lo común era que todos los hermanos eran iguales entre ellos; aunque existiesen diferencias en sus cargos o responsabilidades; con lo cual se hace “inverosímil”, el pensar que hubieron “otros hermanos” que soportaron un secreto que jamás fue revelado a otros hermanos.
Por eso, desde la Casa de Barcelona, nos mostramos cautos ante este escrito, dándole simplemente una importancia meramente hipotética. Aún así, consideramos oportuno debido a nuestra libertad de expresión, el publicarlo abiertamente.
Esperamos que el texto sea de vuestro agrado.
La existencia de una Regla secreta es casi con toda probabilidad cierta. Corresponde a varios testimonios de templarios y acabamos de ver que algunos recordaban varios tipos de recepción. Algunos creen que eran en número de tres: una primera “oficial” sin rito condenable, luego, más tarde y para algunos hermanos solamente, la segunda con la renegación de Cristo, por último la tercera, más secreta aún, reservada únicamente a los miembros del Capítulo general. Con el tiempo, la incomprensión de determinados ritos habría hecho confundir un poco todo y los postulantes, a su entrada en la Orden, habrían seguido unos ritos que no estaban destinados para ellos. Esto es lo que confunde las pistas, pero recordemos la frase del templario Gaucerand de Montpezat:
“Tenemos tres artículos que nadie conocerá jamás excepto Dios, el diablo y los Maestres.”
Gilette Ziegler escribe:
“Así pues, preciso es admitir la existencia de una Regla secreta, conocida por algunos dignatarios y que habría sido destruida. Algunos hechos parecen probarlo: en Inglaterra, Guillaume de La More, Gran Maestre, había dado un manuscrito, para que fuera copiado, a un caballero, Guillaume de Pokeligton, y cuando un capellán, que había entrado en el Temple hacía sólo seis meses, llamado Gaspard de Nofferton, quiso echar un vistazo a este texto, el Gran Maestre arrancó el papel de las manos del copista y se lo llevó. Por otra parte, el hermano Gaspard de Cauche explicaba: “En ultramar, vi en una o dos ocasiones al Gran Maestre Thibaud Gaudin rogarles a los hermanos que poseían los libros que contenían las Reglas de la Orden que se los entregaran. He oído decir, y lo creo, que hacía quemar algunos, devolviendo otros a los más antiguos de la Orden, y se guardaba el resto para sí. Unos hermanos veteranos decían que Guillaume de Beaujeu y Thomas Bérard habrían hecho lo mismo”.
Son numerosos los que se han puesto a seguir la pista de esta famosa Regla secreta. En 1887 vio la luz la traducción de un texto latino procedente de la Gran Logia Masónica de Hamburgo. Se creía que se trataba de una copia de la Regla de los Templarios.
En la primera parte, encontramos efectivamente la Regla oficial con unos añadidos redactados en 1205 por Mathieu de Tramlay. Además, una segunda parte se supone que contenía los “estatutos secretos de los hermanos elegidos” y el “bautismo de fuego o estatutos secretos de los hermanos consolados”, debidos a un tal Maestre Roncelin.
Efectivamente, existía un Rocenlin que había sido admitido en la Orden en 1281 y su nombre fue citado en el proceso como el de un Maestre que habría “introducido malas costumbres”, según el testimonio principalmente de Geoffroi de Gonneville. El tal Rocelin habría sdio uno de los miembros de la familia de Fos, cerca de Marsella, que poseía igualmente un castillo en Bormes-les-Mimosas.
La fecha de 1281 correspondería a una introducción muy tardía de las Reglas secretas y ello no casa en absoluto con el hecho de que a comienzos del siglo XIV los rituales no eran ya comprendidos.
Las nociones de “hermanos elegidos” y de “hermanos consolados” hacen infaliblemente pensar en los cátaros y en su ceremonia del consolamentum. Volveremos a ello. Por desgracia, estos estatutos milagrosamente reencontrados son falsos, destinados sin duda a probar la filiación de la Orden del Temple y de la francmasonería. Podemos, en efecto, observar numerosas incoherencias en esta pretendida Regla secreta. Los estatutos están firmados por el copista Robert de Samfort, procurador de la Orden del Temple en Inglaterra en 1240. ¿Cómo podrían haber sido inspirados por un tal Rocelin, que se supone que había ingresado en la Orden en 1281? Además, el texto está plagado de contradicciones. Así, se dice en él que nunca los estatutos serán traducidos a la lengua vulgar y que nunca serán puestos en manos de ningún hermano. Ahora bien, el documento supuestamente reencontrado está en lengua francesa. Determinados elementos pareen incluso haber sido tomados de una obra de 1818: el Mysterium Baphometis Revelatum de Hammer-Purgstall.
Todo ello no excluye en absoluto la existencia de una verdadera Regla. Pero no es ésta, eso es todo. Resulta, pues, inútil insistir en el contenido de los artículos de esta falsificación.
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