Si en la lectura del miércoles, el apóstol Mateo, nos relata como uno de los Doce: Judas Iscariote, pacta con los sumos sacerdotes la entrega de Jesús, por treinta monedas.
Esta situación, que a cualquier cristiano le duele, nos debe servir para auto-analizarnos. Seguramente nos daremos cuenta de la cantidad de veces que cada uno de nosotros a priorizado los bienes terrenales por encima de otras cosas mucho más nobles.
Todos, algunas veces nos hemos comportado como Judas Iscariote, vendiéndonos a lo mundano. La diferencia, quizás que radica entre Judas Iscariote, y muchos de nosotros, es que Judas, acabó arrepintiéndose del grandísimo error que había cometido.
Arrepintámonos, pues nosotros también, y busquemos el camino que nos conduzca a la Salvación.
El evangelio de hoy, nos presenta a un Jesús servicial con y para los suyos.
Deseamos desde la encomienda de Barcelona, que su lectura sea de vuestro agrado.
Lectura del Santo Evangelio según San Juan
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: “Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?” Jesús le replicó: “Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.” Pedro le dijo: “No me lavarás los pies jamás.” Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.” Simón Pedro le dijo: “Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.” Jesús le dijo: “Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.” Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos estáis limpios.”
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, también lo hagáis.”
Jn 13, 1-15
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