Semana Santa: Sábado Santo

En el Sagrado texto del viernes, bajo la mirada del apóstol Juan, leemos con dolor, toda la Pasión de Cristo, desde el momento que es apresado por los judíos, hasta su expiración en la cruz, ofreciendo su vida, para que se acabase cumpliendo la profecía de las Sagradas Escrituras.

Al derramarse la sangre de Cristo por la tierra prometida, las fuerzas del mal, alentadas por el mismísimo Satanás, son derrotadas; y por ende la humanidad ha sido salvada por Jesucristo.

Reflexionemos por tanto, no sólo su vida, sino también su muerte, para que también nosotros podamos llegar al perdón y a la salvación.

Hoy Sábado de Gloria, es el único día del año litúrgico en el cual todos los cristianos nos abstenemos de comulgar. El sagrario está vacío. Este hecho marca muy claramente el sentido del Sábado Santo: día de silencio, de oración, de expectativa. Día del reposo de Cristo, día séptimo de la Semana Santa y segundo del Triduo Pascual. Con una imagen tradicional: el viernes, en la cruz, ha aparecido el nuevo Adán, Jesucristo, y de su costado abierto se ha formado la nueva Eva, la Iglesia. Es la obra del sexto día. Después de una “obra” tan grande, había que descansar en el día séptimo: el sábado.

Como todo buen cristiano, los caballeros de la Orden del Temple, aprovechaban el Sábado Santo para orar al Cristo fallecido en el Santo Sepulcro. Al Cristo descendido a los infiernos, que salvó a las almas que allá le esperaban.

Por tanto recemos con la oración que el Señor nos enseñó: el Padrenuestro.

PATER NOSTER, QUI ES IN CAELIS:

SANCTIFICETUR NOMEN TUUM;

ADVENIAT REGNUM TUUM;

FIAT VOLUNTUAS TUA,

SICUT IN CAELO ET IN TERRA.

PANEM NOSTRUM

QUOTIDIANUM DA NOBIS HODIE;

ET DIMITI NOBIS DEBITA NOSTRA, SICUT

ET NOS DIMITTIMUS

DEBITORIBUS NOSTRIS;

ET NE NOS INDUCAS IN TENTATIONEM;

SED LIBERA NOS A MALO. AMEN.