Desde la
Encomienda de Barcelona retornamos con el apartado dedicado a analizar del
“Sermón de la Montaña” del evangelio según San Mateo para que siguiendo la
reflexión del maestro espiritual y filósofo, Mr. Emmet Fox, podamos conocerlo
mejor. Por este motivo, hemos seleccionado el siguiente texto de su libro “The
Sermon of the Mount”, publicado allá por el año 1934.
Desde Temple
Barcelona estamos convencidos que su contenido os ayudará.
Retrato
de Emmet Fox
5.
Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos alcanzarán misericordia.
He aquí un resumen
conciso de la Ley de la Vida, que Jesús desarrolla más adelante en el Sermón
(MATEO 7, 1-5). Esta Bienaventuranza no requiere mucho comentario, porque las
palabras empleadas comportan el sentido habitual que hoy se les da en la vida
diaria, y la frase es tan clara y obvia en su significado como la ley expresada
es sencilla e inflexible en su acción.
El punto que necesita
tener en cuenta un científico cristiano que quiere aplicar científicamente su
religión es que, como siempre, la aplicación vital del principio formulado en
esta Bienaventuranza ha de hacerse en el campo del pensamiento. Lo que en
esencia importa es que seamos mentalmente misericordiosos. Las buenas acciones
si van acompañadas de pensamientos no bondadosos, son pura hipocresía, dictadas
por el temor, o el deseo de vanagloria, o algún motivo semejante. Sol falsificaciones
que no dan provecho al dador ni al que las recibe. Por otra parte, un
pensamiento bueno hacia nuestro prójimo lo bendice espiritual, mental y
materialmente, y nos bendice a nosotros al mismo tiempo. Seamos misericordiosos
al juzgar a nuestro prójimo, porque lo cierto es que todos somos uno, y cuanto
mayor parezca ser su error, tanto más grande es nuestro deber de ayudarle con
el pensamiento adecuado, facilitándole así la manera de liberarse. Tan pronto
comprendamos el poder del Pensamiento Espiritual –la Verdad del Cristo-
adquirimos una responsabilidad que otros no tienen, y que no podemos evadir. Cuando
tengamos evidencia de la falta de nuestro prójimo, recordemos que el Cristo que
está en él clama por el socorro de nosotros, que estamos iluminados; así que,
seamos misericordiosos.
Porque
en realidad y en verdad todos somos uno; formamos parte del manto viviente de
Dios. El mismo trato que hoy les damos a otros, tarde o temprano lo
recibiremos; igualmente recibiremos la misma misericordia, en el momento en que
la necesitemos, de aquéllos que están más adelantados en el camino que
nosotros. Por encima de todo hay una verdad, y es que, liberando a otros del
peso de su condena, hacemos posible el absolvernos de nuestra propia condena.
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