Desde la
Encomienda de Barcelona regresamos con una carta escrita del libro del
periodista y escritor José María Zavala de su obra “Padre Pío: Los milagros
desconocidos del santo de los estigmas”, donde distintas personas devotas de
este santo estigmatizado, manifiestan sus gracias, en este caso que recogemos
de Méjico, de recuperación física.
Desde Temple
Barcelona deseamos que su contenido os sea reconfortante.
Por José
María Zabala
La
artritis reumatoide me dejó fuera de combate en julio de 2009.
Tan
fuertes eran los dolores en manos y pies, que solía superar peligrosamente la
dosis de antiinflamatorios y calmantes recomendada por el médico.
De
repente, un día desaparecieron los dolores en un 75 por ciento. No tuve ya
necesidad de tomar gragea alguna, ni de inyectarme calmantes. La palpable
mejoría no podía asociarse a ningún medicamento. Era, simplemente, obra de Dios
por intercesión del Padre Pío, a quien oraba con gran fe y devoción.
Hasta
entonces, levantarme cada día había supuesto una lucha titánica. Nada más
incorporarme de la cama, debía tomar un baño de agua caliente para que mis
articulaciones recuperasen algo de flexibilidad. Pero, como digo, un día me
levanté repentinamente sin ninguna dificultad, duchándome incluso con agua
fría.
Mientras
me dirigía al trabajo, sentía ganas de correr. De hecho, más de una vez cubrí
así el trayecto hasta la oficina. Para mi sorpresa, al llegar corriendo al
despacho o regresar del trabajo, mis piernas no presentaban la menor hinchazón.
Recientemente,
el traumatólogo me suprimió las inyecciones de cortisona, dándome cita para
dentro de cuatro meses. Algo impensable hace escaso tiempo.
Ahora
me levanto con unas ganas enormes de vivir. Puedo subir y bajar las mismas
escaleras que antes eran para mí un obstáculo casi insalvable.
¿El
secreto? Orar al Padre Pío. Créanme: no hay medicamento más eficaz en el mundo.
Me encanta visitar a Jesús Sacramentado y recordarle que a veces me comporto
mucho peor que San Pedro, negándole más de tres veces. Pero Él siempre me
perdona con su infinita misericordia, sanando mi alma… y mi artritis
reumatoide.
Samuel Francisco García Rochin
Tijuana (Méjico)
No hay comentarios:
Publicar un comentario