Desde
la Encomienda de Barcelona queremos, como cada lunes, compartir con todos
vosotros la reflexión del evangelio de ayer domingo 30 de marzo. Esta vez
podemos disfrutar de la sanación del ciego por parte de Jesús.
Desde
Temple Barcelona confiamos que su meditación os será gratificante.
Jesús, al pasar, vio
a un hombre ciego de nacimiento.
Sus discípulos le
preguntaron: "Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya
nacido ciego?".
"Ni él ni sus
padres han pecado, respondió Jesús; nació así para que se manifiesten en él las
obras de Dios.
Debemos trabajar en
las obras de aquel que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando
nadie puede trabajar.
Mientras estoy en el
mundo, soy la luz del mundo".
Después que dijo
esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos
del ciego, diciéndole: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé", que
significa "Enviado". El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía.
Los vecinos y los que
antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: "¿No es este el que se
sentaba a pedir limosna?".
Unos opinaban:
"Es el mismo". "No, respondían otros, es uno que se le
parece". El decía: "Soy realmente yo".
Ellos le dijeron:
"¿Cómo se te han abierto los ojos?".
El respondió:
"Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me
dijo: 'Ve a lavarte a Siloé'. Yo fui, me lavé y vi".
Ellos le preguntaron:
"¿Dónde está?". El respondió: "No lo sé".
El que había sido
ciego fue llevado ante los fariseos.
Era sábado cuando
Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos, a su vez, le preguntaron
cómo había llegado a ver. El les respondió: "Me puso barro sobre los ojos,
me lavé y veo".
Algunos fariseos
decían: "Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado".
Otros replicaban: "¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?".
Y se produjo una división entre ellos.
Entonces dijeron
nuevamente al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?".
El hombre respondió: "Es un profeta".
Sin embargo, los
judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que había llegado a
ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: "¿Es este el hijo
de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?".
Sus padres
respondieron: "Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego, pero cómo es
que ahora ve y quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a él: tiene
edad para responder por su cuenta".
Sus padres dijeron
esto por temor a los judíos, que ya se habían puesto de acuerdo para excluir de
la sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías.
Por esta razón
dijeron: "Tiene bastante edad, pregúntenle a él".
Los judíos llamaron
por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: "Glorifica a Dios.
Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador".
"Yo no sé si es
un pecador, respondió; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora veo".
Ellos le preguntaron:
"¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?".
El les respondió:
"Ya se lo dije y ustedes no me han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de
nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?".
Ellos lo injuriaron y
le dijeron: "¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos
de Moisés!
Sabemos que Dios
habló a Moisés, pero no sabemos de dónde es este".
El hombre les
respondió: "Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es, a
pesar de que me ha abierto los ojos.
Sabemos que Dios no
escucha a los pecadores, pero sí al que lo honra y cumple su voluntad.
Nunca se oyó decir
que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento.
Si este hombre no
viniera de Dios, no podría hacer nada".
Ellos le
respondieron: "Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos
lecciones?". Y lo echaron.
Jesús se enteró de que
lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: "¿Crees en el Hijo del
hombre?".
El respondió:
"¿Quién es, Señor, para que crea en él?".
Jesús le dijo:
"Tú lo has visto: es el que te está hablando".
Entonces él exclamó:
"Creo, Señor", y se postró ante él.
Después Jesús agregó:
"He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y
queden ciegos los que ven".
Los fariseos que
estaban con él oyeron esto y le dijeron: "¿Acaso también nosotros somos
ciegos?".
Jesús les respondió:
"Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, pero como dicen: 'Vemos',
su pecado permanece". (Jn 9, 1-41)
Reflexión:
Estos extensos
versículos del evangelista Juan, ponen de manifiesto el continuo examen al que
estaba sometido Jesús. Cualquier prédica o actuación del Mesías, era criticada
y puesta en tela de juicio por los judíos más ortodoxos. Incluso el feliz ciego
al que sana Jesús, al igual que sus padres, deben medir sus palabras para que
no sean marginados por aquéllos que se empeñan en ensuciar las obras y el buen
nombre de Jesús. Podemos decir que el miedo de toda la familia a las evidentes
represalias, acaban traduciéndose en prudencia. Jesús rompe esa prudencia
afirmando que los que no creen están ciegos y permanecen en el pecado, mientras
que aquéllos que tienen fe en Él, serán salvados porque ven.
Plegaria:
¡Señor! Sáname
también de toda ceguera y hazme ver los buenos frutos de la fe.
El ciego lavándose en la fuente de Siloé.
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