Desde la encomienda de
Barcelona recogemos un nuevo texto destinado a conocer mejor la historia de los
templarios. Para ello hemos extraído unas líneas del historiador francés Alain
Demurger de su libro “Vie et mort de l’ordre du Temple”. En esta ocasión, su
autor nos hace un recorrido de los lugares por donde viajó el primer gran
maestre del Temple, Hugo de Panys, para dar a conocer la orden en Occidente y
reclutar nuevos soldados para su proyecto.
Desde Temple Barcelona
estamos convencidos.
Terminado
el concilio, Hugo y sus compañeros emprenden, cada uno por su cuenta, una gira
de propaganda, de reclutamiento y de colecta de limosnas. A favor de la orden,
cierto, pero también de manera más general, a favor de Tierra Santa.
Sigamos
a Hugo de Payns. Pasa primero algún tiempo en Champaña, sobre todo en Provins,
y se dirige después a Anjou y Maine. El conde Fulco V, uno de los primeros, uno
de los primeros príncipes de Occidente en interesarse por la nueva milicia, se
había alojado en la casa de los templarios de Jerusalén cuando se hallaba
cumpliendo su primer voto de cruzado, en 1120-1121. Agradecido, fue el autor de
la primera donación hecha a la orden. Un amigo, por lo tanto, a quien Hugo de
Payns viene a proponer, de parte del rey Balduino II, la corona de Jerusalén.
Balduino no tiene hijos varones. Su hija Melisenda heredará por consiguiente
sus derechos. Necesita un marido, un caballero valiente, capaz de velar por los
destinos del reino. Y con preferencia un occidental, lo que significará un
defensor más para Tierra Santa.
Balduino
se ha fijado en Fulco de Anjou. Ha podido apreciar su bravura, sabe el interés
que le inspira el reino, conoce sus dotes de administrador y sus talentos de
diplomático. Conde de Anjou y de Turena, ha adquirido el Maine gracias a su
primer matrimonio. Vasallo a la vez de Enrique I de Inglaterra y de Luis VI de
Francia, ha sabido mantener el equilibrio entre su dos señores, pese a ser
éstos violentamente antagonistas. Y prepara, mediante el matrimonio de su hijo
Godofredo con Matilde, hija de Enrique I y viuda del emperador germánico (de
ahí el título de emperatriz Matilde que se le asigna de ordinario), la
formación de un poderoso conjunto territorial, asentado en Inglaterra y la
fachada occidental de Francia.
Fulco
acepta la oferta que le transmite el maestre del Temple y toma la cruz el día
de la Ascensión
de 1128, en Le Mans. Ciertos historiadores , siguiendo en eso a Víctor
Carrière, fechan erróneamente la visita de Hugo a Anjou en la primavera de
1129.
La
misión de éste en la corte angevina no ha terminado. Para interesarse por las
cuestiones de los Estados de la cruzada, Occidente tiene que ser pacificado.
Hugo, fiel al pensamiento de san Bernardo, piensa que no se pueden reclutar
adherentes a las milicias del Temple que no estén en paz con sus vecinos y
consigo mismos y, por consiguiente, con la Iglesia. En Anjou, Fulco teme
los tejemanejes de su vasallo Hugo de Amboise, que se entrega a numerosas
exacciones a expensas de Marmoutier, la célebre abadía de Turena. El conde no
ha conseguido hacerse entrar en razón. Hugo se encarga de la tarea y triunfa en
toda la línea. “Convertido”, Hugo de Amboise puede ya partir a la cruzada.
Mientras
el conde de Anjou soluciona sus asuntos, Hugo de Payns prosigue su viaje. Se le
encuentra en Poitou, después en Normandía. Allí se entrevista con el rey
Enrique I, que le acoge calurosamente y le envía a Inglaterra. “Fue recibido
por todos los hombres de bien, que le hicieron regalos, y en Escocia le
recibieron de la misma manera. Y además, enviaron a Jerusalén grandes riquezas
en oro y en plata”, nos dice la
Crónica anglosajona. Desembarca después en
Flandes, para regresar a Champaña a principios de 1129. Le acompañan numerosos
caballeros ingleses y flamencos, dispuestos a partir hacia Oriente. Es probable
que hay pasado la mayor parte del año preparando la primera organización de su
orden en la cristiandad de Occidente.
Durante
esos mismos años de 1128-1129, otros templarios han trabajado como él en
diversas regiones. Godofredo de Saint-Omer le ha precedido en Flandes; otro de
los “nueve” (los primeros fundadores), Pagano de Montdidier, natural de
Picardía, ha recorrido el Beauvaisis y su región natal para recibir donaciones
y nuevos adherentes. Una misión recorre el sur de Francia, dirigida por Hugo
Rigaud, verosímilmente originario del
Delfinado y uno de los primeros reclutas del período del concilio de Troyes.
Obtiene un éxito tal en Provenza y el Languedoc que se ve obligado a confiar a
Raimundo Bernard, templario de nuevo cuño como él, el cuidado de ocuparse de la Península Ibérica.
A
finales de 1129, Hugo de Payns desciende por el valle del Ródano, con numerosos
templarios nuevos. Fuico de Anjou hace el camino en su compañía. Se detienen en
Aviñón, donde, el 29 de enero de 1130, el obispo de la ciudad dona una iglesia
al Temple. Desde allí, marchan a Marsella y se embarcan hacia Jerusalén. El
hijo de Hugo de Payns, abad de Sainte-Colombe, seguirá a su padre, lleva´ndose
una parte del tesoro de su monasterio, con gran furor de sus monjes, para hacer
donación de ella al Sepulcro.
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