Desde la encomienda de
Barcelona volvemos a escribir sobre los enclaves que la Orden del Temple construyó
al paso del río Ebro. Para ello hemos extraído un nuevo texto del escritor y
periodista granadino, residente en la localidad de Santa Perpètua de Mogoda, D.
Jesús Ávila Granados, de su obra “Templarios en las Tierras del Ebro”. Esta vez
nos trasladamos al municipio tarraconense de Mora de Ebro, donde podremos contemplar
su castillo.
Desde Temple Barcelona
os volvemos a invitar a recorrer estos maravillosos parajes catalanes del
antiguo Reino de Aragón.
Fotografía
del castillo de Móra d’Ebre
Móra d’Ebre, Ribera
d’Ebre, Tarragona
Móra
d’Ebre, en el centro geográfico de la comarca, es la capital de la Ribera d’Ebre. El pueblo se
encuentra acurrucado sobre la ribera derecha del Ebro, en el centro de la zona
conocida como Cubeta de Móra. Precisamente el factor estratégico del lugar
influyó en una secuencia ininterrumpida de asentamientos desde la antigüedad,
tal y como lo confirman los yacimientos arqueológicos íberos, entre los cuales
el del Calvario.
Durante
el largo periodo andalusí (714-1153), la villa de Móra d’Ebre contó con una
influyente comunidad islámica (Subarrec), dedicada a los trabajos agrarios, la
industria harinera (molinos), la alfarería y la seda (esta última labor era
desarrollada exclusivamente por las mujeres).
A
partir de la conquista cristiana, a mediados del siglo XII, los templarios se
convirtieron en los nuevos señores de esta población; los caballeros de la Orden del Temple supieron
equilibrar la armonía intercultural entre las diversas comunidades que
cohabitaban en el territorio. Pero, dos décadas después (1174), el monarca
Alfonso I concedió Móra, con la villa y su territorio, a la familia de Guillem
de Castellvell –conquistador de Siurana- y después barón de Entença, linaje no
menos poderoso, los miembros del cual no ocultaron su odio y envidia hacia los
templarios; como consecuencia de estas disputas, se abrió un largo periodo de
inestabilidad y penuria en la zona. Fue a finales de agosto de 1289, un lustro
después del asalto y saqueo de la villa de Vinegre, y del posterior ataque de
Gorrapte –lugar destruido para siempre, y del cual no queda ni rastro- por
parte de quince vasallos de la familia Entença, cuando los templarios,
secundados por los Montcada, atacaron las plazas de Móra y Tivissa, para vengar
los daños causados a las poblaciones antes citadas. En venganza, los Entença
dos años después de asediar la villa de Miravet, quemaron y destruyeron
numerosas casas y asesinaron a un funcionario público, el juez de paz, que,
curiosamente, era musulmán; también asediaron Benifallet, incendiando su torre
defensiva, llamada d’Almucatén.
Por
eso, los testimonios templarios en Móra d’Ebre son escasos. Una de estas
evidencias es la iglesia parroquial, de estilo románico y situada en el centro
de la población, el altar mayor de la cual está dedicado a san Juan Bautista;
el templo fue víctima de dos grandes expolios: el primero se produjo en el
decurso de la primera guerra carlista, mientras que la segunda fue durante la
guerra civil; la última restauración se llevó a cabo en 1959. De otro modo, la
ermita de Santa María Magdalena, construcción de mediados del siglo XIII,
corona el homónimo cerro, en la plataforma natural que separa las comarcas de la Ribera d’Ebre y la
Terra Alta , mientras que el santuario de
Sant Jeroni, en la falda de la
Picossa , es una construcción que también tuvo que ser
templaria, porque fue levantada sobre el nacimiento de una fuente, cuyas aguas,
después de ser canalizadas subterráneamente, brotan en una fuente próxima. Para
finalizar con la herencia de la
Orden cabe destacar el mantenimiento de una fiesta templaria
como es la celebración de la festividad de Santa Águeda.
Pero
en la visita a Móra no os olvidéis de subir al castillo, ubicado en el sector
más meridional de la población, sobre la ribera derecha del río, al cual se
llega por estrechos callejones del núcleo antiguo; se corresponde con la
alcazaba andalusí, que después de la conquista cristiana fue reconvertida en un
estratégico recinto militar para controlar el Ebro. Actualmente se habilita el
patio de armas para convertirlo en marco de acontecimientos culturales.
El
puente de las Arcades, construido en el año 1943, sobre los restos del
anterior, que era de hierro y que fue destruido durante la guerra civil, enlaza
las poblaciones de Móra d’Ebre y Móra la Nova , que están separadas por el curso del río.
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