Hemos recibido del
Servicio de Información Vaticana (VIS) una interesante y profunda reflexión del Santo Padre sobre la
procedencia de nuestro Señor Jesucristo. El Papa nos reafirma que Jesús es un
Dios con nosotros que procede del Padre, encarnándose como el nuevo Adán, pero
con la gran diferencia que Jesús viene a dar testimonio del Padre, aceptando
plenamente su cometido en la tierra: anunciar la Buena Nueva.
Desde Temple
Barcelona, recomendamos encarecidamente su lectura.
Ciudad
del Vaticano, 2 de enero 2012 (VIS).- Durante la catequesis de la primera
audiencia general del año 2013, celebrada en el Aula de Paulo VI con asistencia
de 7.000 personas, el Santo Padre trató el tema de la Navidad, "una
novedad tan radical capaz de cambiar el curso de la historia", y del
origen de Jesús.
La
Natividad del Señor, comentó el Santo Padre, "ilumina una vez más con su
luz las tinieblas que a menudo rodean nuestro mundo y nuestros corazones, trae
esperanza y alegría. ¿De dónde viene la luz? De la cueva de Belén, donde los
pastores encontraron a "María y a José, y al Niño acostado en un
pesebre". Frente a esta Sagrada Familia surge otra y más profunda
pregunta: ¿cómo puede ese Niño pequeño y débil traer una novedad tan radical en
el mundo que es capaz de cambiar el curso de la historia? ¿No hay algo
misterioso en su origen, que va más allá de aquella cueva?"
"En
los cuatro Evangelios está claro que la respuesta a la pregunta "de
dónde" viene Jesús: su verdadero origen es el Padre, Él viene enteramente
de Él, pero de una manera diferente a la de cualquier profeta o enviado de Dios
que le precedió. Este origen en el misterio de Dios, "que nadie
conoce", ya está contenido en los relatos de la infancia de los Evangelios
de Mateo y Lucas, que estamos leyendo en este tiempo de Navidad. El ángel
Gabriel anuncia: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá Santo será llamado
Hijo de Dios".
"Repetimos
estas palabras cada vez que rezamos el Credo, la profesión de fe: "et
incarnatus est de Spiritu Sancto ex Maria Virgine", "y por obra del
Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen". En esta frase nos
arrodillamos porque el velo que ocultaba Dios es, por así decirlo, abierto y su
misterio insondable e inaccesible nos conmueve: Dios se hace el Emmanuel,
"Dios con nosotros". "Cuando escuchamos las Misas compuestas por
los grandes maestros de la música sacra, pienso por ejemplo, en la Misa de la
Coronación de Mozart, de inmediato notamos cómo se detienen especialmente en
esta frase, casi queriendo tratar de expresar con el lenguaje universal de la
música lo que las palabras no pueden manifestar: el gran misterio de Dios que
se encarna, se hace hombre".
"Esta
afirmación del Credo no hace referencia al ser eterno de Dios, sino que nos
habla de una acción en la que toman parte las tres Personas divinas, y que se
realiza "ex Maria Virgine". Sin ella, la entrada de Dios en la
historia de la humanidad no habría llegado a su fin, y no hubiera tenido lugar
aquello que es central en nuestra Profesión de fe: Dios es un Dios con
nosotros. Así María pertenece en modo irrenunciable a nuestra fe en el Dios que
actúa, que entra en la historia. Ella ofrece toda su persona,
"acepta" convertirse en el lugar de la morada de Dios".
"A
veces, incluso en el camino y la vida de la fe podemos sentir nuestra pobreza,
nuestra incapacidad ante el testimonio que debemos ofrecer al mundo. Pero Dios
eligió precisamente una humilde mujer, en un pueblo desconocido, en una de las
provincias más lejanas del gran Imperio Romano. Siempre, aun en medio de las
dificultades más arduas que hay que afrontar, debemos confiar en Dios,
renovando la fe en su presencia y acción en nuestra historia, como en la de
María. ¡Para Dios no hay nada imposible! Con Él nuestra existencia camina
siempre en terreno seguro y está abierta a un futuro de esperanza firme".
"Lo
que sucede en María, a través de la acción del mismo Espíritu Santo, es una
nueva creación: Dios que ha llamado el ser de la nada, con la Encarnación da
vida a un nuevo inicio de la humanidad. Los Padres de la Iglesia repetidamente
hablan de Cristo como del nuevo Adán, para subrayar el comienzo de la nueva
creación con el nacimiento del Hijo de Dios en el seno de la Virgen María. Esto
nos hace pensar en cómo la fe supone también en nosotros una novedad tan fuerte
como para producir un segundo nacimiento. De hecho, al inicio del ser cristiano
está el bautismo que nos hace renacer como hijos de Dios, nos hace participar
en la relación filial que Jesús tiene con el Padre. Y me gustaría señalar que
el Bautismo se recibe, nosotros "somos bautizados" -es un pasivo-
porque nadie es capaz de convertirse en hijo de Dios por sí mismo: es un don
que viene conferido gratuitamente (...) Sólo si nos abrimos a la acción de
Dios, como María, sólo si confiamos nuestra vida al Señor como a un amigo en
quien confiamos totalmente, todo cambia, nuestra vida adquiere un nuevo sentido
y un nuevo rostro: el de los hijos de un Padre que nos ama y nunca nos
abandona".
"Hay
otro elemento en las palabras de la Anunciación. El ángel dice a María:
"El poder del Altísimo te cubrirá con su sombra". Es un recordatorio
de la nube santa, que, durante el viaje del Éxodo, se detenía sobre la tienda
de la reunión, sobre el arca de la alianza, que el pueblo de Israel llevaba
consigo, y que indicaba la presencia de Dios. María es el nueva tienda santa,
la nueva arca de la alianza: con su "sí" a las palabras del arcángel,
Dios recibe un hogar en este mundo. Aquel que el universo no puede contener ha
venido a morar en el seno de una virgen".
"Volvamos
a la pregunta con la que comenzamos, la del origen de Jesús, sintetizada por la
pregunta de Pilato: "¿De dónde eres tú?" De nuestras reflexiones
aparece claro, desde el principio de los Evangelios, cuál es el verdadero
origen de Jesús: Él es el Hijo Unigénito del Padre, viene de Dios. Estamos en
frente del gran y desconcertante misterio que celebramos en este tiempo de
Navidad: el Hijo de Dios, el Espíritu Santo, se encarnó en el seno de la Virgen
María. Y este es un anuncio que resuena siempre nuevo y que lleva en sí mismo
esperanza y alegría a nuestros corazones, porque cada vez nos da la certeza de
que, a pesar de que a menudo nos sentimos débiles, pobres, incapaces de hacer frente
a las dificultades y al mal del mundo, el poder de Dios actúa siempre y obra
maravillas precisamente en la debilidad. Su gracia es nuestra fuerza ".
No hay comentarios:
Publicar un comentario