Desde la encomienda de
Barcelona, seguimos con el apartado destinado a conocer las zonas más
singulares del río Ebro donde residieron los templarios del reino de Aragón.
Para nos adentraremos con la ayuda del escritor granadino D. Jesús Ávila
Granados, por otro atractivo enclave: Vinebre.
Para ello nos hemos
valido de su obra “Templarios en las tierras del río Ebro”.
Desde Temple Barcelona
os garantizamos que disfrutaréis de tan ameno recorrido.
Fotografía
de aficionados a la pesca disfrutando del río Ebro a su paso por Vinebre.
Ribera d’Ebre,
Tarragona.
Vinebre,
en el extremo NE de la comarca, sobre la ribera izquierda del río Ebro, ha
estado un enclave muy cobijado por muchos pueblos desde tiempos protohistóricos,
como lo confirma la existencia del yacimiento de San Miguel, poblado ibérico
del siglo III a.C., de 8.000 metros cuadrados de superficie, al pie del
homónimo cerro, a tan sólo un kilómetro de distancia de la población, desde el
cual se domina perfectamente el legendario Paso
del Asno; las campañas de excavación no dejan de aportar interesantes
testimonios de la mayor calidad (cerámica, figurillas de terracota, pesos de
telar, monedas…). Todo esto, juntamente con los hallazgos realizados en la villa
romana de la Fontjoana (surco funerario de inspiración astral), se conserva en
el Museo Nacional de Arqueología de Tarragona.
Vinebre
fue una importante alcazaba andalusí (el nombre de la cual deriva del árabe
clásico ibn-Àbir, que es un
gentilicio propio de persona); en esta época pertenecen los tradicionales
cultivos de una floreciente agricultura (avellana, vino y aceite de oliva
extravirgen), productos de prestigio que se han mantenido vigentes hasta
nuestros días; se conservan los restos de un ham-man (baños árabes). La
conquista cristiana tuvo lugar en el 1149, a iniciativa del conde Ramón
Berenguer IV, el cual concedió la plaza a los templarios; los caballeros de la
Orden, desde el Bailiazgo de Miravet, supieron administrar justicia y mantener el
respeto y diálogo entre las diferentes culturas.
No
obstante esto, a finales del siglo XIII, en concreto en el año 1284, la villa
de Vinebre fue destruida completamente por las tropas de Guillem d’Entença, en
la culminación de los sangrientos conflictos ocasionados por la rivalidad de la
influyente familia de los Entença; la mayoría de sus habitantes fueron
degollados, aprovechando una jornada que el pueblo se encontraba sin protección
del Temple. Poco después, el comendador Berenguer de Sanjust, llevó a término
la reconstrucción integral de la población, pero en un lugar más próximo a la
ribera, para poder socorrer mejor las defensas desde el agua. Esta nueva
fundación fue bautizada con el nombre de Vilanova de Vinebre.
La
iglesia parroquial está dedicada a san Juan Bautista; se trata de una obra
barroca (s.XVIII), levantada sobre la anterior iglesia de factura templaria. A
menos de un kilómetro de distancia de la población, se alza la ermita de San
Miguel Arcángel, que domina un enclave importante; fue construida por los
monjes de Escaladei (Priorato), en el año 1680, sobre una iglesia templaria
anterior (s.XII). Después de beber agua en la fuente medicinal, si el viajero
es amante del senderismo y lleva un calzado adecuado para caminar, aconsejamos
que se acerque a la Roca del Sol, la montaña sagrada que, en forma de inmenso
timbal de piedra, domina el lento curso del Ebro, ya en el vecino municipio de
Garcia.
La
villa de Vinebre ofrece, además, un interesante patrimonio monumental, como es
Ca Don Joan, singular edificio del siglo XVI, joya del renacimiento civil; el
convento y colegio de las Teresitas, obra de Bernat Martorell, amigo y
discípulo de Gaudí; y la casa natal de san Enric d’Ossó i Cervelló, fundador de
la Orden de las Teresitas, una interesante masía del siglo XIX convertida en
museo.
Los
famosos vinos de Vinebre –blancos y de misa-, orgullo y prestigio de esta
población, así como la tradición de elaboración del aceite –amparado por el
Consejo Regulador de la Denominación de Origen Siurana- se deben también a los
templarios.
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