Desde la encomienda de
Barcelona, proseguimos con el objetivo de saber un poco más la figura de Jesús
el Cristo. Por ello volvemos a recoger un nuevo escrito recogido de la obra
“Jesus Christ”, efectuada por el teólogo protestante J.R. Porter, donde nos
ayudará a entender el significado de las palabras de Jesús designando el final
de una era.
Desde Temple
Barcelona, os recomendamos su atenta lectura.
Cruz
bizantina con el Alfa y el Omega que representan al Cristo como Dios eterno,
imagen derivada del Apocalipsis.
.
El
carácter apocalíptico del mensaje de Jesús se revela con mayor claridad en los
pasajes conocidos como el “Apocalipsis Sinóptico” (Mt 24, 4-25, 46; Mc 13,
5-37; Lc 21, 8-36). Las tres versiones del discurso se basan en la misma
tradición básica: Jesús predijo la destrucción del Templo y, en respuesta a la
pregunta de los discípulos de cuándo ocurría ese suceso, reveló que anunciaría
su Segunda Venida y el final de la era (Mt 24, 3).
Además,
Jesús habló en privado con sus discípulos más cercanos (Mc 13, 3) sobre las
catástrofes universales que marcarían el inicio del fin de los tiempos (Mc 7,
13-8 y paralelos); estas desgracias están descritas en un lenguaje que recuerda
las predicciones apocalípticas de la Biblia hebrea y el Apocalipsis (Dan 2, 28;
Is 19, 2; 19, 6; Ez 5, 12; 2 Esd 13, 31-32; 16, 18-19). El climax de todas
estas calamidades sería la profanación del Templo, un “sacrilegio desolador”
(Mt 24, 15; Mc 13, 14) –este punto se refiere al altar pagano de Zeus erigido
en el Templo por el rey helenista Antioquia Epifano en el año 164 a.C. (Dan 9,
27; 12, 11; 1 Mac 1, 54)-. En la concepción judía, el Templo representaba el
universo, y cualquier interferencia de sus rituales comportaría una catástrofe
cósmica. Lucas sustituye la profanación del santuario por el asedio de
Jerusalén (Lc 21, 20). Por regla general, se acepta que este punto hace
referencia a los sucesos del año 70 d.C., aunque Lucas también pudo haberse
inspirado en profecías bíblicas similares (Is 29, 1-3; Ez 4, 1-8).
Estos
sucesos son el preludio de la liberación final, la Segunda Venida del hijo del
hombre (Mc 13, 26 y paralelos), tal y como se profetiza en el libro de Daniel
(Dan 7, 13-14). Su aparición está marcada por nuevos cataclismos cósmicos (Mc
13, 24 y paralelos), los cuales también recuerdan numerosos pasajes bíblicos
(Sal 65, 7; Is 13, 10; 24, 23; Zac 12, 12-24). Los ángeles son los que llevan a
cabo la misión redentora del hijo del hombre (Mt 24, 31; Mc 13, 27), los cuales
desempeñan un papel central en la especulación apocalíptica judía. Matero
concluye su versión del discurso de Jesús con una visión del hijo del hombre
entronizado en el Juicio Final (Mt 25, 31-46).
La revelación de Juan
En
el libro del Apocalipsis, Jesús se muestra más claramente como figura
apocalíptica. Como muchos textos judíos del género apocalíptico, afirma ser la
visión de un vidente al que se le revelaron secretos celestiales. Su autor,
tradicionalmente identificado con el autor del Cuarto Evangelio, se basa en las
Escrituras hebreas, los evangelios, y un amplio abanico de otras fuentes, como
los libros de Enoc, la astrología y mitos habituales del mundo grecorromano. Su
principal punto de partida temático es el Apocalipsis sinóptico.
El
Apocalipsis no es sólo una visión del futuro, un punto de vista que con
frecuencia ha conducido a malinterpretar su carácter y su objetivo. Como el
libro de Daniel, presenta una determinada situación histórica de persecución,
que se considera un preludio del fin del mundo y la justificación de los
fieles. Empieza con mensajes del Cristo resucitado a sus iglesias de Asia Menor
(Ap 1, 11; 2-3), a las que exhorata a resistir el hecho de la persecución. Al
lo largo de toda la obra aparecen llamadas a mantenerse en alerta (Ap 13, 9-10;
13, 18; 14, 12; 16, 15).
Según
el Apocalipsis, Jesús fue exaltado al Cielo en su muerte con el fin de asumir
la autoridad universal. Él solo controla el curso de la historia y puede abrir
los sellos del rollo del destino (Ap 5, 1-10). Los dolores de parto de la era
mesiánica estarán marcados por la guerra, la hambruna y la peste (Ap 6-11) y la
aparición de falsos cristos y profetas (Ap 12, 13). Pero las fuerzas del mal
pronto quedarán aplastadas por la victoria de los seres angelicales (Ap 14-18),
que anunciarán la vuelta de Cristo, el Juicio Final, un Cielo y una Tierra
nuevos y una nueva Jerusalén (Ap 19-21).
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