Desde la encomienda de
Barcelona queremos compartir con todos vosotros una noticia que recibimos ayer
miércoles del Servicio de Información Vaticana (VIS) donde recoge las palabras
de Benedicto XVI, sobre la necesidad de buscar el rostro de Dios.
Desde Temple Barcelona
estamos convencidos de que la reflexión del Santo Padre os será enriquecedora.
Ciudad
del Vaticano, 16 enero 2013 (VIS).-La historia de la salvación, es decir la
historia de Dios que se revela al hombre progresivamente ha sido el tema de la
catequesis del Santo Padre durante la audiencia general de los miércoles.
El
Antiguo Testamento narra esta obra y nos dice cómo Dios, después de la
creación, a pesar del pecado original vuelve a ofrecer al ser humano la
posibilidad de su amistad, “a través de la alianza con Abraham y el camino de
un pequeño pueblo, el de Israel, que no elige según los criterios del poder
terrenal, sino sencillamente por amor(...) Para esta obra se sirve de
mediadores, como Moisés, los profetas y los jueces, que transmiten al pueblo su
voluntad, recuerdan la necesidad de fidelidad a la alianza y mantienen viva la
esperanza de la realización plena y definitiva de las promesas divinas”.
La
revelación de Dios alcanza su plenitud en Jesús de Nazaret; en Él “Dios visita
a su pueblo y a la humanidad de una manera que va más allá de todas las
expectativas: envía a su Hijo unigénito; se hace hombre Dios mismo. Jesús no
nos dice algo acerca de Dios, no habla simplemente del Padre, (...) nos revela
el rostro de Dios”. En la frase de Jesús: “Quien me ha visto a mí ha visto al
Padre”, se encierra “la novedad del Nuevo Testamento: (....) Dios se puede ver,
ha manifestado su rostro, es visible en Jesucristo”.
Benedicto
XVI ha recordado la importancia de la búsqueda del rostro de Dios a lo largo
del Antiguo Testamento, es decir de “un 'Tú' que puede entrar en una relación,
que no está cerrado en su cielo mirando desde lo alto a la humanidad.
Ciertamente, Dios está por encima de todo, pero se dirige hacia nosotros y nos
escucha: nos ve, habla, estrecha alianzas, es capaz de amar. La historia de la
salvación (...) es la historia de esta relación que Dios revela progresivamente
al hombre”.
Con
la Encarnación la búsqueda del rostro de Dios “da un vuelco inimaginable, porque
ese rostro ahora se puede ver: es el de Jesús, el del Hijo de Dios que se hizo
hombre. En Él se cumple el camino de la revelación que Dios comenzó con la
llamada de Abraham. Él es la plenitud de esta revelación, porque es el Hijo de
Dios; es a la vez 'mediador y plenitud de toda la revelación'; en El coinciden
el contenido de la Revelación y el Revelador (...) Jesús, verdadero Dios y
verdadero hombre, no es sencillamente uno de los mediadores entre Dios y el
hombre, sino 'el mediador' de la alianza nueva y eterna(...) En él vemos y
encontramos a Dios al que podemos invocar con el nombre de 'Abba, Padre'; en el
nos viene dada la salvación”.
“El
deseo de conocer realmente a Dios, es decir, de ver su rostro -ha subrayado el
Papa- está grabado en todos los seres humanos, incluso en los ateos. Y quizás
nosotros tenemos también, inconscientemente, este deseo de ver sencillamente
quien es El (...) Pero esto deseo se cumple siguiendo a Cristo (...) así vemos
finalmente a Dios como a un amigo. Lo importante es que lo sigamos no sólo
cuando lo necesitamos o cuando encontramos con un rato de tiempo entre los
miles quehaceres cotidianos. Nuestra entera existencia debe orientarse al
encuentro y al amor con Jesucristo; y, en esa existencia el amor al prójimo
debe ocupar un lugar central; ese amor que, a la luz del Crucifijo, hace que
reconozcamos el rostro de Jesús en los pobres, los débiles y los que sufren”.
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