Desde la
encomienda de Barcelona retomamos al apartado dedicado a indagar históricamente sobre la Orden del Temple, con el
objetivo de aportar más luz en la conducta de los templarios en la sociedad.
Para ello nuevamente seleccionamos un texto del catedrático en historia Alain
Demurger de su libro “Vie et mort de l’ordre du Temple”, donde nos relata el
complejo papel diplomático y gubernamental que tuvo el Temple tanto en
Occidente como también en Outremer.
Desde
Temple Barcelona os recomendamos su apacible lectura..
Envueltos en las querellas de Tierra Santa y
convirtiéndose a pesar de todo (¿a pesar de todo?) en partidistas, sirviendo a
los príncipes, a la vez que obligados a pasar mucho tiempo defendiendo los
derechos y privilegios que esos mismos príncipes atacan, ¿no habrán perdido de
vista los templarios los objetivos de su orden? No lo parece. Combatieron hasta
el final en Palestina y, hasta ese final, el Occidente templario siguió
proporcionando al Oriente templario lo que necesitaba. De los setenta y seis
templarios interrogados en Chipre después de su detención, cincuenta y dos han
entrado en la orden después de 1300, la mayoría en Occidente.
El Temple comparte con el Hospital la
responsabilidad casi completa de la defensa de los establecimientos latinos en
Oriente, establecimientos que han aumentado con la conquista de Chipre por
Ricardo Corazón de León y la creación de los Estados latinos de Grecia después
de la cuarta cruzada. Esos territorios “nuevos” han atraído a caballeros de
Occidente, pero también a ciertos barones de Siria-Palestina. El papel de las
órdenes se refuerza más todavía.
Chipre forma la gran base de retaguardia de
los Estados latinos; el reino armenio de Cilicia está en contacto con los
turcos y los mongoles del norte de Siria; le Imperio latino de Constantinopla y
el principado de Morea se enfrentan a los griegos, convertidos en sus enemigos.
Todas estas regiones forman parte de la zona del “campo de batalla”, aunque no
se encuentren en primera línea. Por lo tanto, templarios y hospitalarios se han
instalado en ellas, acabando por crear nuevas provincias.
En Cilicia, los templarios poseen una marca,
atravesada por la frontera que separa Cilicia y el principado de Antioquia. Baghras,
Roche-Guillaume, Roche-Roissel, Port-Bonnet son sus puntos fuertes. Sin embargo,
no se crea una provincia del Temple en Cilicia hasta 1268, tras la caída de
Antioquia, con su capital en Roche-Guillaume. A causa de sus pésimas relaciones
con la dinastía armenia, los templarios nunca ocuparán en este país una
posición tan fuerte como los hospitalarios, ni siquiera como los teutónicos. Se
les solicitará, no obstante, como a las demás fuerzas latinas del Mediterráneo
oriental, para que acudan en socorro de lo que constituye, después de la caída
de Acre, el último Estado cristiano de Siria-Palestina.
Después de la cuarta cruzada, se crea en
Grecia una provincia de Rumania, que, a finales del siglo XIII, mantendrá
relaciones estrechas con Italia del Sur. Los templarios poseen bienes en
Tesalia, en Eubea y sobre todo en Morea, donde se hallan presentes desde el
comienzo de la conquista. Como las demás órdenes, el Temple ha recibido del
príncipe feudos y pueblos. Y como en todas partes, disputa con el clero secular,
especialmente con el arzobispo latino de Patrás, a propósito de ciertas casas o
de la abadía de Provata. Tampoco las relaciones con el príncipe de Morea, que
domina su Estado con mano de hierro, dejan de plantear conflictos. Para
terminar la conquista. Godofredo II exige el servicio militar de los hombres de
los establecimientos religiosos, comprendidas las órdenes militares. Al negarse
éstas, el príncipe no vacila en embargar sus bienes durante tres años.
Poco faltó para que los templarios creasen en
la isla de Chipre un Estado templario, mucho antes que los teutónicos en Prusia
y en Livonia y un siglo antes que los hospitalarios en Rodas. La cuestión se
remonta a la tercera cruzada. Ricardo Corazón de León, que ha salido de Mesina
en dirección a Siria, tropieza con lagunas dificultades a la altura de Chipre,
suscitadas por el déspota griego de la isla. Ricardo desembarca en ésta y se
apodera de ella. No sabiendo qué destino darle, se la vende a los templarios.
Mal preparados para la tarea de gobernar una isla demasiado grande, el centenar
de templarios presentes en ella no logran dominar la situación. En abril de
1192, se rebela la población griega. Acosados en Nicosia, los templarios y los
latinos reaccionan duramente y dominan la rebelión. Sin duda los templarios se
dan cuenta entonces de que necesitarían demasiados medios humanos para
conservar Chipre y que tendrían que sacrificar para ello sus ideales de
cruzada. Por eso “hacen saber al maestre del Temple y al rey de Inglaterra que
dispusiese de la isla según su voluntad, ya que ellos no podían conservarla por
más tiempo”. Siguiendo sus consejos. Ricardo la cedió entonces a Guido de
Lusiñán.
Los templarios se contentan con establecerse
en la isla como lo hacen en otras partes: compra de bienes inmobiliarios,
castillos, donaciones y concesiones diversas. Dado que Chipre se convierte en
el centro de operaciones de los latinos en el Mediterráneo oriental, el maestre
de la orden visita la isla con frecuencia. La caída de Acre provoca
naturalmente un repliegue sobre la isla de los latinos, templarios,
hospitalarios y otras gentes. El rey de Chipre, que sabe a qué atenerse, toma
las medidas necesarias para no dejarse sumergir por las órdenes. Intenta
conseguir un impuesto de capitación sobre los hombres de éstas, pero el papa se
lo prohíbe. Como desquite, el príncipe les impide adquirir bienes sin su
consentimiento y el del papa.
La situación se complica con la crisis
política que estalla en 1306. El rey Enrique está enfermo, y su hermano
Amalrico se rebela contra él, con el apoyo de los templarios. El Hospital
adopta una postura más neutral. Esto conducirá a una situación curiosa en los
años siguientes: mientras que los templarios son detenidos en todas partes, los
de Chipre, protegidos por Amalrico, permanecen libres hasta 1309, fecha en que
se aplica por fin la decisión pontificia.
Chipre no podía transformarse en un “Estado
templario”. Obsérvese que en Cilicia, en Morea, en Chipre, Estados que se
desarrollan en el siglo XIII, las órdenes militares se oponen a los poderes de
príncipes decididos a hacer respetar su autoridad. La situación, muy distinta
de aquella que las órdenes conocieron en Jerusalén, es comparable a la de
Occidente.
Los tiempos han cambiado. Si no quieren
perecer, las órdenes militares tienen que imaginar otras soluciones frente a
unos poderes laicos fuertes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario