Desde la
encomienda de Barcelona regresamos con el apartado dedicado a indagar sobre la figura
de María Magdalena. Para ello continuamos con el manuscrito del evangelio
atribuido a María Magdalena, que recoge el teólogo catalán Lluís Busquets de su
obra “Els evangelis secrets de Maria i de la Magdalena. La història amagada”, donde pone de manifiesto
su texto, dividiéndolo en diez apartados.
Desde
Temple Barcelona, recomendamos su apasionante lectura.
b.1) El texto
anotado
1.
(Las páginas 1-6 no han sido encontradas)
2.
La naturaleza de la materia
[…]En definitiva, ¿la
materia será destruida o no? El Salvador respondió: “Cada naturaleza, cada
producto, cada criatura existe en y con todas las demás. Cada una de ellas
volverá a disolverse hasta su propia raíz. Porque la materia se disuelve en lo
que es propio de su naturaleza. ¡Quien tenga dos orejas y pueda oír, que
escuche! (Mg 7, 2-10)
3.
La naturaleza del pecado y el bien
Entonces Pedro dijo al
Salvador: “Ya que nos has estado hablando de todas las cosas bajo el sol,
explícanos también: ¿Cuál es el pecado del mundo?. El Salvador respondió: “El
pecado no existe; en principio sois vosotros y sólo vosotros quienes engendráis
el pecado al dejaros arrastrar por la naturaleza del adulterio, al cual
denomináis “pecado”. Por eso, el Bien vino a vosotros cuando perseguisteis lo
que es propio de cada naturaleza (el bien), para restaurarla en su raíz. Y
continuó diciendo: “He aquí por qué enfermáis y morís: porque (os desvivís por
lo que os) desencamina. ¡[Aquel que] reflexione habrá de detenerse en (estas
cuestiones)! La materia alumbró una pasión que no tiene imagen porque desciende
de lo contrario a la naturaleza. Sucede entonces que un gran trastorno se
apodera de todo el cuerpo. Por eso os he dicho: “Comportaos correctamente, pero
si os desordenáis, corregíos de acuerdo con la verdadera imagen de la
naturaleza, (espiritual). ¡Quien tenga dos orejas y pueda oír, que escuche!”
(Mg 7, 11-28; 8, 1-10)
4.
La despedida del Salvador
Y al pronunciar estas
palabras, el Ungido se despidió de los allí presentes: “¡Que la paz os
acompañe! –dijo-. ¡Que mi paz surja en vuestro interior! Permaneced en guardia
para que nadie os desvíe del camino diciéndoos “¡Buscad por allí!” o “¡Buscad
por allá!”. Porque la Criatura de la Humanidad verdadera vive en vuestro
corazón. ¡Seguidla! Todo aquel que la busque habrá de encontrarla. Después id y
predicad la buena nueva del Dominio Divino. No impongáis ninguna norma que se
aparte de las que yo os he predicado, ni promulguéis ninguna ley como si fuese
la ley de un legislador, para no ser presa de su dominación”. Y éstas fueron
sus últimas palabras antes de irse. (Mg 8, 11-23; 9, 1-5)
5.
María Magdalena consuela a los otros
discípulos
Pero los allí
presentes continuaron afligidos y profiriendo lamentaciones amargas. “¿Cómo
iremos por el mundo y anunciaremos la buena nueva del Dominio de la criatura de
la Humanidad Verdadera? –dijeron-. Si no han tenido misericordia con él, ¿por
qué iban a tenerla con nosotros?” Entonces, María Magdalena se puso en pie.
Saludó a los allí presentes y, hablando con sus hermanos y hermanas, dijo: “No
os aflijáis ni os lamentéis ni dudéis en vuestros corazones. Porque su gracia
descenderá a vosotros y os protegerá. Alabemos su grandeza, ya que él nos ha
preparado y nos ha hecho verdaderos Seres Humanos”. Cuando María Magdalena hubo
pronunciado estas palabras, el corazón de todos los presentes se llenó de Bien,
y se dispusieron a conversar sobres las enseñanzas [del Salvador]. (Mg 9, 6-20)
6.
Pedro pide a María Magdalena que explique las
enseñanzas que recibió
Pedro dijo a María:
“Hermana, sabemos que el Salvador te apreció más que a las otras mujeres.
Explícanos las palabras del Salvador que recuerdes, las cosas que sabes y
nosotros no sabemos por haberlas escuchado”. María contestó: “Os contaré las
cosas que vosotros desconocéis”. Y empezó a hablarles con estas palabras. (Mg
10, 1-9)
7.
Visión y mente
Ella dijo: “Yo tuve
una visión del Señor y le dije: “Señor, hoy he tenido una visión de ti”. Y Él
me respondió: “¡Bienaventurada seas por no turbarte al verme! Porque allá donde
se encuentra la mente, se encuentra el tesoro. Yo le dije: “Y te pregunto,
Señor: ¡Aquel que tiene una visión, la tiene con el alma o con el espíritu. El
Salvador respondió: “La visión no se tiene ni con el alma ni con el espíritu;
se tiene con la mente, que se halla en el medio, y esto es [lo que…]”. (Mg 10,
10-25)
8. (Las páginas
11-14 no han sido encontradas)
9.
El ascenso del alma
“…a ella”. Y el Deseo,
dijo: “No te he visto bajar; sin embargo, ahora te veo subir. ¿Por qué mientes
si me perteneces?”. El alma respondió: “Yo te vi. Tú no me viste, ni me
conociste. Confundiste las vestiduras materiales con mi verdadero ser. Y no me
reconociste”. Al decir esto, el alma se fue con gran regocijo. Entonces el alma
volvió a toparse con la tercera Potestad celestial, a la que llaman Ignorancia.
Ésta miró al alma de arriba abajo, diciendo: “¿Dónde vas? La maldad te domina.
¡En verdad te domina! ¡No juzgues!”. Y el alma dijo: “¿Por qué me juzgas, si yo
no he pronunciado ningún juicio? He sido dominada, ero yo no he dominado nada.
No me han reconocido, pero yo he reconocido que el universo está destinado a
disolverse, tanto las cosas de la Tierra como las del Cielo”. Una vez que el
alma hubo anulado de esta manera la tercera Potestad celestial, remontó su
camino y vio la cuarta Potestad. Tenía siete formas. La primera forma es la
tiniebla; la segunda, el deseo; la tercera, la ignorancia; la cuarta, los celos
de muerte; la quinta, el dominio de la carne; la sexta, la loca sabiduría de la
carne; la séptima, la sagacidad del iracundo. Éstos son los siete Signos de la
Ira. Éstos preguntaron al alma: “¿De dónde vienes, homicida, y adónde vas,
usurpadora del espacio?”. El alma contestó diciendo: “Lo que me ata ha sido
muerto, y lo que me atenaza ha sido aniquilado, y mi deseo ha terminado, y mi
ignorancia ha sucumbido. Me hicieron caer de un mundo a otro mundo, y a una
imagen desde otra imagen superior y desde el entramado de amnesias que yace bajo
el tiempo, he de recibir el reposo en silencio”. Cuando María acabó de
pronunciar estas palabras, se quedó callada, ya que esto había sido todo lo que
el Salvador le había revelado. (Mg 15, 1-25; 16, 1-19; 17, 1-8)
10. La polémica de los
discípulos acerca de las enseñanzas de María Magdalena
Entonces habló Andrés,
dirigiéndose a los hermanos y hermanas allí presentes: “Decid lo que os parezca
de las cosas que ella nos ha explicado, pero yo no creo que el Salvador las
dijera, porque en verdad, enseñanzas como éstas son muy extrañas”. Pedro se
sumó diciendo que también sospechaba de la veracidad de estas enseñanzas. E
hizo referencia al Salvador: “¿Es que él habló a solas con una mujer sin que
nosotros nos enteráramos? ¿Le daremos la espalda y le haremos caso a ella?
¿Acaso es posible que la haya preferido a ella antes que a nosotros?”.
Entonces, María, gimoteando, dijo a Pedro: “Hermano Pedro, ¿qué te imaginas?
¿Tal vez supones que me he inventado estas enseñanzas en mi corazón o que
cuento mentiras del Salvador?”. Entonces, Leví interrumpió dirigiéndose a
Pedro: “Pedro, siempre has sido un hombre irascible. Ahora intrigas contra esta
mujer, como un Adversario. Pero si el Salvador la hizo digna, ¿quién eres tú
para rechazarla? Es un hecho indudable que el Salvador la conocía
profundamente. Por eso la quiso más que a nosotros. Debería darnos vergüenza.
Tendríamos que dejarnos empapar por el Ser Humano perfecto, acogerlo en nuestro
seno mientras nos guía y proclamar la buena nueva, sin hacer caso de ningún precepto
ni ley que nos desvíe de las enseñanzas de nuestro Salvador”. Después, [de oír
estas palabras], los presentes se dispersaron [para] predicar y enseñar. [El
Evange]lio según María. (Mg 17, 9-20; 18 1-20; 19, 1-2)
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