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miércoles, 13 de enero de 2010

El progreso de la humanidad: 9. La educación


Continuando con los diez progresos más importantes de la humanidad, según el filósofo, escritor e historiador, ganador del premio Pulitzer en 1968 y la Medalla de la Libertad en 1977, ya tristemente fallecido en el año 1981, Will Durant.

Deseamos desde la encomienda de Barcelona que este texto, sea de vuestro agrado.

Cada vez pasamos más completamente a la siguiente generación la experiencia que hemos reunido del pasado. Este gasto tremendo de riqueza y trabajo en el equipamiento de escuelas y la provisión de instrucción para todos, es casi una innovación contemporánea; puede que sea la característica más significativa de nuestro tiempo. Hubo un tiempo en que las facultades eran un lujo, diseñadas para la mitad masculina de la clase ociosa. Hoy en día, las universidades son tan numerosas que un corredor puede convertirse en doctor en filosofía. No hemos sobrepasado a los genios selectos de la antigüedad, pero hemos elevado el nivel y el medio del conocimiento humano mucho más allá de cualquier era en la historia. No piense ahora en Platón y Aristóteles, sino en la Asamblea de atenienses, estúpida, intolerante y brutal, de plebe sin privilegios y sus ritos de Orfeo, de las mujeres esclavizadas y aisladas que sólo podían adquirir una educación si se convertían en cortesanas.

Nadie que no fuera un niño se quejaría de que el mundo aún no ha sido rehecho del todo por estas facultades que se expanden, de estas universidades bisexuales prolíficas; en la perspectiva de la historia, el gran experimento de la educación no ha hecho más que empezar. Todavía no ha tenido tiempo de probarse a sí mismo; no puede, en una generación, deshacer la ignorancia y la superstición de diez mil años; de hecho, no hay manera de predecir si la alta tasa de nacimiento de ignorancia y la determinación del dogma por plebiscito, pueden triunfar al final sobre la educación. Este paso en el progreso no es uno del que podamos todavía decir que es un logro permanente de la humanidad. Pero ya aparecen resultados beneficiosos. ¿Por qué es que la tolerancia y la libertad de mente florecen más fácilmente en los estados del norte que en el sur, si no es porque el sur todavía no tiene bastante riqueza para construir las escuelas y universidades suficientes? ¿Quién sabe cuánta parte de nuestras preferencia por la mediocridad en la administración del estado y la estrechez de miras en le liderazgo, es resultado de una generación reclutada de regiones demasiado oprimidas con necesidades económicas y explotación política para dedicar tiempo a labrar y sembrar la mente? ¿Cuál será todo el fruto de la educación cuando cada uno de nosotros esté escolarizado hasta los veinte años y tenga un acceso igual a los tesoros intelectuales de la especie? Piense de nuevo en el instinto de amor paternal, el profundo impulso de cada padre y madre normal para educar a sus hijos más de lo que lo está él o ella: aquí tenemos el apalancamiento más que en cualquier legislación o cualquier exhortación moral, porque está arraigada en la misma naturaleza del hombre. La adolescencia se alarga: empezamos más desvalidos y creemos más completamente hacia ese hombre más elevado que lucha por nacer de nuestras almas oscurecidas. Somos la materia prima de la civilización.

Nos disgusta la educación porque no se nos presentó en nuestra juventud por lo que es. No la considere como la dolorosa acumulación de hechos y fechas, sino como una intimidad ennoblecedora con los grandes hombres. Piense en ella no como la preparación del individuo para “ganarse la vida”, sino como el desarrollo de todas sus capacidades potenciales para la comprensión, control y aprecio de su mundo. Por encima de todo, piense en ella, en su definición plena, como en la técnica de transmitir, tan completamente como sea posible y a tantas personas como sea posible, esa herencia tecnológica, intelectual, moral y artística a través de la cual la especie forma al individuo que crece y le hace humano. La educación no es la razón por la que nos comportamos como seres humanos. Cuando nacemos casi no somos humanos; somos unos animales ridículos y malolientes, nos volvemos humanos, la humanidad se nos impone por medio de cien canales a través de los cuales el pasado vierte en el presente esa herencia mental y cultural cuya preservación, acumulación y transmisión, coloca en la actualidad a la humanidad, con todas sus anormalidades y analfabetos, en un plano más elevado del que cualquier generación anterior haya alcanzado jamás.

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