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lunes, 11 de mayo de 2009

La estructura económica del Temple.

Los Templarios fueron buenos administradores de sus bienes. Su gestión estaba basada en una red de encomiendas muy bien articulada, extendida por toda la cristiandad y su interrelación y la fluidez entre éstas, hicieron que funcionaran correctamente.

Los caballeros no tenían nada en propiedad, todo era de la Orden, de manera que, salvo casos de corrupción por lucro personal, que los hubo, ningún templario tenía intereses personales en actividades económicas privadas, de modo que todo el beneficio que se obtenía iba a parar al fondo común del Temple.

La encomienda era la base de todo el sistema económico de la Orden, y en ella se sostenía su compleja estructura financiera. Disponían de capilla para la oración, una sala capitular para las reuniones del Capítulo, un edificio para morada de los Hermanos, con al menos un comedor y un dormitorio. Tampoco faltaban las bodegas y los almacenes, edificios auxiliares, cuadras y establos para el ganado y los caballos.

Una encomienda urbana podía ser propietaria de decenas de casas, tiendas, molinos y hornos de cuyos alquileres obtenían importantes rentas.

Fotografía perteneciente a la Casa de l'Ardiaca de Barcelona.

¿Cómo fueron capaces de conseguir semejante nivel de especialización en la gestión económica de sus bienes? Los caballeros y los sargentos templarios no eran expertos en la administración de capitales; todo lo contrario, eran guerreros, hombres de acción, muchos de los cuales apenas sabían leer y escribir. ¿Quiénes dirigían entonces las finanzas de la Orden? Parece evidente que no pudieron ser otros que los capellanes. De entre todas las categorías que existían en la Orden, éstos eran los únicos que habían recibido instrucción de letras en las escuelas episcopales o alguna otra institución educativa de la Iglesia, y estaban por tanto preparados para ejercer de notarios o escribanos, además de para poder llevar la contabilidad de cada encomienda.

Gracias a su amplia red de encomiendas, fueron capaces de tejer una trama que les facilitó la concesión de préstamos y la emisión de letras de cambio, con lo que se convirtieron en los principales banqueros del siglo XII.

El capital se guardaba en la cámara del tesoro, en unas arcas de madera y de hierro; allí, en una especie de huchas, se depositaban también otros bienes en dinero o en joyas que se les entregaban para su custodia.

El sistema financiero ideado por el Temple funcionó bien hasta mediado el siglo XIII, pero a partir de la década de 1240-1250 las donaciones a la Orden y sus propias rentas comenzaron a menguar debido a una crisis que se cebó en Europa. Los templarios vieron impotentes cómo disminuían sus ingresos en tanto que sus gastos se mantenían o incluso aumentaban, ante la ofensiva que en Tierra Santa lanzaron los musulmanes contra los territorios de los cruzados a partir del año 1262.

Mientras duró la bonanza económica, el Temple sostuvo su prestigio, pero con la crisis financiera, comenzaría el declive de la Orden de los Pobres Soldados de Cristo.

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