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jueves, 6 de agosto de 2009

Curiosidades: La creación de la semana.



La vida de una comunidad se desarrolla en modo más armónico si se fija un determinado día para cada actividad específica, como el lavado, la compra, el reposo y la plegaria. Antiguamente, los griegos dividían el mes en tres semanas de diez días; y los romanos de ocho días seguida de un día de fiesta y reposo. Se ha descubierto que el calendario maya tenía semanas de trece días.



Entre las tribus primitivas que existen en la actualidad, la semana laboral varía, en cuanto a duración, de cuatro a diez días. Cosa curiosa: entre estas sociedades es prácticamente desconocida la semana de siete días –la única que no está en vigor entre ellos. En las naciones más importantes del mundo, la semana de siete días constituye la regla general. Esta medida fue recogida del Génesis; «El Séptimo día Dios tuvo terminado su trabajo, y descansó en ese día de todo lo que había hecho. Bendijo Dios el Séptimo día y lo hizo santo, porque ese día descansó de sus trabajos después de toda esta creación que había hecho» (Gn 2, 2-3)- y se propagó por casi todo el mundo en virtud de la difusión del cristianismo y del islamismo.



Cada intento de cambiar en el mundo occidental la semana de siete días ha fallado siempre. En 1792 la Convección revolucionaria francesa (masones obsesionados con acabar con las costumbres de la Iglesia Universal) estableció un calendario decimal que requería semanas de diez días. Aunque era funcional, sin embargo fue abandonado cuando Napoleón llegó al poder. En el siglo pasado la ex Unión Soviética intentó dos veces alterar la semana, fijando una semana de cinco días (número importante en la masonería) en 1929, que fracasó estrepitosamente y volvieron a intentarlo con una nueva de seis días (número simbólico que representa la creación humana, en el sexto día) en el año 1932. Los soviéticos tuvieron que desistir de su nuevo fiasco y en el año 1940 volvieron a utilizar la “semana universal”, la de siete días.

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