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martes, 25 de enero de 2011

Padre Gabriele Amorth: una vida consagrada a la lucha contra Satanás.


Desde la encomienda de Barcelona, queremos abordar un tema que a muchas personas les interesa, pero que otras tantas desean no afrontar. Se trata de profundizar en la existencia real de los demonios y cómo actúan éstos contra la humanidad.

Desde que un buen número de ángeles se rebelaran contra su Creador y éstos fuesen arrojados al abismo. Su líder, Satanás, no ha dejado de intentar arrebatar a Dios las almas de los hombres.

Hizo falta que Jesús alentara a sus discípulos de la necesidad de expulsar a los demonios, para que la Iglesia a lo largo de su historia consagrase a sacerdotes dedicados a combatir a las fuerzas del Mal. Unos hombres cuyas armas son la fe cristiana, la intensa oración y el agua bendita.

Uno de esos valientes es el Padre Gabriele Amorth, más conocido con el apodo del “exorcista del Vaticano”. A pesar de su temprana vocación por el sacerdocio, Amorth jamás imaginaría el viraje que tomaría el rumbo de su vida cuando el cardenal Ugo Poletti, entonces vicario de Roma, lo convocó como ayudante del padre Candido Amantini, uno de los grandes expertos mundiales en exorcismo. Así comenzó lo que el padre Amorth denomina su “profesión”: enfrentarse cada día al demonio.

Creemos que es necesario recordar a todos nuestros lectores, que nunca se olviden que el Mal existe, que está latente y que no dudará en atacarles si bajan la guardia. Para ello hemos creado un apartado dedicado a la experiencia del padre Amorth, sobre esa intensa lucha contra el Maligno. Iremos seleccionando unos textos del libro “Memorie di un esorcista – La mia vita in lotta contro Satana”, para compartirlos con todos vosotros..

Desde Temple Barcelona deseamos que su lectura os sea provechosa.

Obispos incrédulos

Hace tiempo usted dijo que había pocos exorcistas, y que muchas diócesis no tenían ninguno. ¿Hoy ha cambiado esa situación?

Por desgracia, la situación no ha cambiado: sigue habiendo muchos curas y obispos que no nos creen. Le he escrito una carta al Santo Padre, a ver qué se puede hacer al respecto. Me ha prometido un escrito de la Congregación para el Culto Divino, la única institución que puede redactar este tipo de documento, en el que se recomendará a los obispos que, como mínimo, tengan un exorcista en cada diócesis. El problema es que, durante años, muchas diócesis han dejado de practicar exorcismos (esto sería largo de contar) y, a consecuencia de ello, en la mayor parte de los seminarios, donde se forman los sacerdotes del mañana, ya no se habla del tema.

En los cuatro primeros siglos de la historia cristiana cualquiera podía hacer exorcismos; no existían exorcistas en el sentido en que los entendemos hoy, como curas que tienen una función ministerial concreta. Jesús dijo: “Arrojarán a los demonios en mi Nombre”; sólo había que creer en Él y obrar con fe. Y esto sigue siendo válido hoy. Por eso existen grupos de Renovación, y otras personas a título individual, que hacen algo que yo no llamo exorcismos –para diferenciarlos de los exorcismos en sentido estricto-, sino plegarias de liberación. Y la verdad es que si se hacen con fe son muy efectivas, tanto como los exorcismos en sentido estricto.

Pero volvamos a la historia: en los cuatro primeros siglos de la historia de la Iglesia todo el mundo hacía exorcismos. Después instituyeron el exorcistado como orden menor y sólo podían ejercerlo los sacerdotes, concretamente los obispos. Hoy sigue funcionando así: los obispos son los únicos que poseen la facultad, el monopolio absoluto para nombrar exorcistas, o para retirarles el permiso de hacer exorcismos. Ahora bien, estos exorcismos, a los que llamo así porque los sacerdotes pronuncian una oración pública, no son las únicas iniciativas posibles para liberar a alguien del demonio. Siempre quedará la oración privada, que todo el mundo puede pronunciar, tal como nos enseñó Jesús.

Una batalla en dos frentes

Usted libra una batalla por partida doble, en dos frentes: contra el adversario de siempre y contra el silencio o incredulidad de la propia Iglesia.

Sí, una batalla para persuadir a los miembros de la Iglesia. Hasta el siglo XII todo fue bien, porque había muchos exorcistas en todas las diócesis. Luego empezó lo que yo llamo el período de locura, en el que algunos miembros de la Iglesia autorizaban las torturas a herejes. Después otro período, en el cual autorizaron que los herejes fueran entregados al brazo secular, es decir, a la justicia de los estados, y que los quemaran vivos en la hoguera. Semejante barbarie duró varios siglos. Es evidente que adoptaron medidas exageradas contra la herejía, hasta el punto de que, durante mucho tiempo, dejaron de hacer exorcismos y mandaban a los endemoniados directos a la hoguera. Con todo, se han conservado documentos de los pocos clérigos que aún hacían exorcismos. Por ejemplo, hubo un obispo francés que no quiso condenar a la hoguera a una monja poseída por el diablo (una auténtica bruja) y la mandó exorcizar. Necesitaron dos años para liberarla, pero luego vivió santamente el resto de su vida. Era una posesión en toda regla, lo cual se da muy pocas veces; son mucho más habituales otras manifestaciones y acciones diabólicas.

Hablando de persecuciones a herejes y poseídos, recuerdo que una vez, en Radio María, me preguntaron si san Carlos Borromeo había condenado a gente a la hoguera. Y sí, es cierto, según algunos testimonios, Borromeo lo hizo, porque la santidad no exime a nadie de la mentalidad propia de su época y él, aun siendo santo, condenó a personas que acabaron en la hoguera.

En aquella etapa no se hicieron exorcismos y, en época moderna, como reacción a los absurdos y atrocidades cometidos en el pasado, tampoco se hizo nada. Así, en la mayoría de los seminarios no se hablaba del infierno ni del demonio y hoy en día en muchos todavía no se habla de exorcismos.

Por eso hay tantos curas que no creen en ellos, y tantos obispos… Sí, obispos. Algunos curas llegan a obispos y siguen sin creer; incluso declaran públicamente que el infierno y el demonio no existen. Sin embargo, Jesús habla con profusión de ambos en el Evangelio. Y yo me pregunto: ¿no se lo han leído, o es que no creen en nada de esto?

En cuanto al hecho de que el propio Jesús sanara a muchos endemoniados, estos incrédulos afirman que dicho término es un producto del lenguaje y la cultura de aquella época, en la que llamaban endemoniados a simples enfermos. Pero lo cierto es que el Evangelio diferencia claramente ambos casos, es decir, cuando Jesús sana enfermos de cuando libera a personas del demonio. También diferencia con gran claridad el poder de sanar y el poder de expulsar a los demonios. Y su mensaje final es: id, predicad mi palabra, expulsad a los demonios y sanad a los enfermos.

Satanistas en el Vaticano

Don Gabriele, antes ha dicho usted que algunas sectas son poco serias, mientras que otras son mucho más terribles.

Desde luego, algunas son terriblemente serias. Y, por desgracia, las hay por todas partes, incluso en el Vaticano.

¿En el Vaticano?

Sí, en el Vaticano hay miembros de sectas satánicas.

¿Y quiénes son los implicados? ¿Se trata de curas o de laicos?

Hay curas, monseñores y hasta cardenales.

Disculpe, don Gabriele, pero… ¿usted cómo lo sabe?

Lo sé por personas que me lo han contado y que han tenido ocasión de comprobarlo directamente. Además, el mismo demonio se ha visto obligado a confesarlo en más de una ocasión durante los exorcismos.

¿El Papa está informado de ello?

Claro que está informado. Y hace lo que puede… Es algo escalofriante. Tenga en cuenta que Benedicto XVI es un Papa alemán, y en su país siempre han sido muy recios a creer en estas cosas. De hecho, en Alemania casi no hay exorcistas; sin embargo, el Papa cree. Tuve ocasión de hablar con él tres veces, cuando aún era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y ¡vaya si cree! Además, ha hablado de ello explícitamente y en público muchas veces. Incluso nos recibió como asociación de exorcistas, e hizo un bonito discurso animándonos, elogiando nuestro apostolado. Por otra parte, no olvidemos que Juan Pablo II habló muchísimo del diablo y el exorcismo.

Entonces es cierto lo que decía Pablo VI: el humo de Satanás ha entrado en la Iglesia.

Por desgracia, es cierto; en la Iglesia hay adeptos a las sectas satánicas. Pablo VI dijo lo del “humo de satanás” el 29 de junio de 1972. Y, como la frase suscitó un gran escándalo, el 15 de noviembre del mismo año dedicó uno de sus discursos de los miércoles al demonio, con frases muy duras. Sólo que su discurso no tuvo repercusiones prácticas. Rompió el hielo, eso sí, y levantó el velo de silencio y censura que se había echado durante tanto tiempo, pero nada más. Se necesitaba alguien como yo, un hombre insignificante, un don nadie, para dar la voz de alarma y obtener repercusiones prácticas.

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