© 2009-2019 La página templaria que habla de cultura, historia y religión - Especial 'Proceso de los templarios'

jueves, 19 de enero de 2012

Ascenso y caída del imperio mogol en Tierra Santa


Desde la encomienda de Barcelona recuperamos el apartado dedicado a conocer mejor los diferentes entresijos que rodearon a las Cruzadas. Esta vez viviremos la séptima Cruzada donde tuvo un gran protagonismo los mogoles venidos del este, arrasaron con todo lo que se les puso por delante.

Por ello hemos seleccionado un nuevo texto del periodista, escritor y licenciado en Ciencias de la Información Juan Ignacio Cuesta de su libro “Breve historia de las Cruzadas”.

Desde Temple Barcelona pensamos que su lectura os será recreativa.

Retrato del mogol Gengis Khan.

El cronista Ibn Al-Atir de nuevo nos hace un relato dramático en su Historia Perfecta: “Si os dijeran un día que la Tierra no ha conocido jamás tal calamidad desde que Dios creó a Adán, no dudéis en creerlo, pues ésa es la estricta verdad…hasta el fin de los tiempos no se verá otra catástrofe de tal envergadura.”

El gran jinete mogol no se había atrevido hasta ahora más que a pesar algunas incursiones de poca entidad en territorio persa. Cuando le llegó la muerte en el año 1227, contaba sesenta y siete años. Tras su desaparición, las hostilidades contra los árabes disminuyeron notablemente. Pero ahora, tres nietos suyos aspiraban al poder, y tuvieron que repartirse los territorios. Halagu se instaló en Persia, donde diseñó una política expansionista que le llevaría a conquistar todo el Oriente, alcanzando las orillas del Mediterráneo; Magu Khan se convirtió en el nuevo soberano del imperio mogol y estableció su capital en Karakorum, en territorio de Mongolia y Kubilai se coronó a sí mismo como nuevo rey de China.

Halagu era un hombre culto con ansias por adquirir los conocimientos de filosofía y ciencias que poseían sus enemigos. En contraste era un guerrero bastante más fiero que todos los conocidos hasta entonces. Un individuo sanguinario y cruel que pretendía destruirlo todo. Estaba imbuido de nestorianismo, una herejía nacido en los primeros tiempos del cristianismo que en este momento era una iglesia cismática, pero que practicaba la brujería, el chamanismo y los ritos mágico-religiosas tradicionales de su pueblo. Su objetivo era ahora llegar hasta Bagdad y conquistarla de modo contundente y demoledor.

Al-Mutasim, su califa, recibió un mensaje enérgico e inequívoco, debía reconocer la soberanía de los mogoles: “…y recuerda que tus ancestros aceptaron a los selyúcidas, con lo que ahorraron dolores a su pueblo…”.

La reacción fue la lógica en estos casos, amenazarle con levantar a todo el Islam en su contra. Pero el mogol no se dejó intimidar por los numerosos guerreros con los que contaban sus tropas, que le hacían sentirse fuerte, confiado y muy seguro de sí mismo.

Se cuenta que fueron varios centenares de miles de hombres los que, sobre sus caballos, se dirigieron hacia la capital abásida en el año 1257. Aprovechando la incursión, consiguieron destruir Alamut, la fortaleza de los “asesinos”. Desgraciadamente quemaron sus extraordinaria biblioteca, de donde salieron muchos de los secretos que fueron difundidos en Europa por los monjes-soldados del Temple, a la vez que documentos imprescindibles para comprender aquella secta, modelo de algunos grupos terroristas que hoy día han convertido el mundo en un lugar inquietante e inseguro.

El asedio de Bagdad fue terrible. Al-Mutasim quiso que los asaltantes respetaran a todo aquel que se rindiera. Pero los mogoles no tenían ninguna intención de mostrar la menor debilidad y fueron destruyendo todo a su paso con extrema ferocidad. Eran como una maldición imposible de contener. A partir de la madrugada del 10 de febrero de 1258, se desataron las fuerzas del Averno. Destruyeron edificios, violaron a las mujeres, degollaron a los niños y a los ancianos. Nadie estaba a salvo. El saldo fue de casi ochenta mil muertos. Sólo unos pocos cristianos pudieron sobrevivir gracias a la intercesión de la mujer de Halagu. Es la primera vez en toda su historia que los árabes sintieron miedo por el peligro de la desaparición total de su religión y su etnia (hoy día diríamos que aquel fue uno de los más grandes genocidios conocidos).

Tras fulminar la ciudad de los dos ríos, las hordas de mogoles se dirigen a continuar su labor en Alepo. En enero del 1260, la ciudad cayó en pocas horas y quedó aplastada como si las nubes se hubieran vuelto de piedra y se hubieran desplomado sobre ella. Jamás los árabes, ya acostumbrados a toda clase de conflictos, vieron nada parecido. Inmediatamente después Halagu sitió Damasco, donde algunos gobernadores, conscientes de su extrema debilidad, reconocieron al khan como su nuevo señor.

Los cristianos, mientras tanto, adoptaron diversas posiciones. Bohemundo, príncipe de Antioquía, y el rey armenio Hetum apoyaron a los mogoles. En Acre, sin embargo, prefirieron no intervenir y apoyar discretamente a los árabes. Todos pensaron que la contienda tenía semejanzas con su Cruzada. Kitbuka, el general mogol, pertenecía a la iglesia nestoriana. La capital siria cambió de dueño el 1 de marzo del año 1260. Hetum y Bohemundo acompañaron a los conquistadores en su entrada triunfal.

Empezó entonces a sospecharse que Halagu tenía la intención de llegar hasta La Meca y conquistarla, con lo que la sensación de humillación se hacía insoportable.

Fueron cayendo algunas ciudades como Nablus. En todas partes se temía la inminente toma de Jerusalén. Sin embargo, los mamelucos cairotas, acorralados, reaccionaron con violencia y se convierten en el último bastión contra el imparable avance mogol. Pero la legendaria muerte del sultán y de su esposa venía a complicar las cosas, según los rumores que circulaban entre el pueblo. “Shayarat-ad-dorr recriminaba a su esposo Aibek el haber tomado una nueva esposa de catorce años, cuando este le respondió:’Tú ya eres vieja’. Ella, que disimulaba resignación, encontró la forma de matarlo de una puñalada. Un hijo del sultán lo observa y sale corriendo a avisar a la guardia. La sultana corre detrás de él, pero tropieza y de desnuca.”

A pesar de que ambos habían tenido un hijo que debería haber sido el nuevo sultán que asumiera el poder en El Cairo, el mameluco Saif ad-Din Qutuz protagoniza un golpe de estado contra eél y se alza con el poder para inmediatamente llamar a la yihad.

Coincidió entonces que Halagu tuvo que marcharse para atender las luchas sucesorias que se producían en Asia central tras la muerte de su hermano Mangu. Sólo quedaron en Tierra Santa unas pocas hordas mogolas al mando de Kitbuka. Los mamelucos marcharon hacia Acre y empezaron a atacarles. Mientras tanto, una revuelta espontánea en el interior de Damasco terminó con la vida de muchos de ellos.

Qutuz parecía hacerse de nuevo con el control de la situación. El choque entre él y Kitbuka se hizo inevitable. Tendría lugar el 3 de septiembre de 1260 en la llamada Fuente de Goliat donde el mogo no pudo evitar caer en una trampa inteligentemente urdida por el árabe. Los magníficos jinetes de la estepa serían entonces exterminados y la cabeza de su jefe terminó rodando por el suelo. Había llegado el fin de la hegemonía de las tropas del nieto de Gengis Khan. El episodio recibe el nombre de la Batalla de Ain Yalut. El Islam pudo ahora respirar tranquilo. Incluso los hijos de Halagu se convirtieron a la fe de Mahoma.

En octubre del año 1260 volvió a recuperarse Alepo. Qutuz empezó a recelar de las ambiciones de su lugarteniente, el general Baybars. El día 23, cuando ambos se dirigían a Siria para defender los intereses del sultán, éste propuso a su compañero ir a cazar liebres. Aprovechando el momento en el que descansaban, Baybars asesinó a Qutuz por la espalda. Inmediatamente volvió al campamento y fue nombrado nuevo sultán. Los mamelucos le aceptaron como su verdadero jefe. Éste, que era un hombre brutal, severo y despiadado, sin embargo se convertiría en el nuevo unificador de toda la región tras la conquista de Damasco. A pesar de todo ello, se le tuvo por gran estadista. Bajo su reinado El Cairo recuperaría todo su esplendor. Se construirían multitud de edificios, carreteras y otras infraestructuras.

Los tártaros y los armenios fueron las únicas fuerzas que le detuvieron en el norte de Asia Menor. Pero su rey, Hetum, fue incapaz de evitar que devastase su reino. Fueron capturados cuarenta mil de ellos.

Tampoco le inquietaban los frany, que estaban ya muy disminuidos en su número, ni por los rumores que empezaron a difundirse en el año 1268 de que se estaba preparando una nueva expedición para intentar por última vez recuperar Jerusalén.

Tal hazaña ya no fue posible, la ciudad donde había predicado y muerto Jesús de Nazaret jamás sería recuperada por los cristianos de forma total. Durante muchísimos muédanos cinco veces al día desde los minaretes de las mezquitas, o haciendo eco en los mihrabs.

No hay comentarios:

Publicar un comentario