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miércoles, 11 de enero de 2012

Templarios en las tierras del Ebro: zona catalana


Desde la encomienda de Barcelona queremos para este nuevo año comenzar un nuevo apartado destinado a conocer los lugares del Reino de Aragón, donde estuvieron asentados los templarios.

Para ello hemos seleccionado del periodista, escritor y amigo D. Jesús Ávila Granados de su libro “Templarios en las tierras del Ebro”, donde en su obra recoge lugares y rutas donde anima al lector a viajar y disfrutar de un entorno rodeado de magníficos paisajes donde poder disfrutar.

Desde Temple Barcelona deseamos que su contenido os sea agradable.

El Ebro al paso por el término de Benifallet.

Benifallet (Baix Ebre, Tarragona)

En el norte de la comarca del Baix Ebre, sobre la ribera izquierda del río, se encuentra la villa de Benifallet. Este municipio, situado entre el Ebro y algunas montañas que superan los 900 metros de altura, es uno de los más interesantes desde el punto de vista arqueológico. Precisamente esta orografía, rica en grutas naturales, favoreció el constante asentamiento de pueblos desde tiempos prehistóricos, como lo confirma el yacimiento neolítico de la cueva de Culla, que conserva figuras humanas estilizadas y pintadas de color negro. Igualmente en la cueva de l’Aumidiella han aparecido fragmentos de cerámica cardial con decoración impresa y un magnífico vaso campaniforme. Tampoco no hemos de olvidar la presencia del castrum celta de Castellot de la Roca Vermella (siglo VII aC), que conserva su poderosa muralla de 3 metros de altura y 4 metros de grosor. La existencia de una villa y necrópolis romana, con molino, convierten este municipio en uno de los territorios de mayor secuencia humana a lo largo de la historia.

Benifallet –derivación del topónimo musulmán Barrufemes- fue una influyente plaza andalusí sobre el curso del Ebro. Pero no fue hasta la conquista cristiana, protagonizada por Ramón Berenguer IV, en el año 1153, cuando este llugar comenzó a aparecer entre los documentos. Este conde barcelonés cedió la plaza y su área de dominio a los templarios, mientra que el lugar conocido como Costumà fue librado a la familia de Berenguer de Pinyol, el cual, al año siguiente, cedía al monasterio cisterciense de Poblet un huerto que estaba situado en la zona norte de la villa, que había pertenecido al andalusí Aben Tarab. En el 1208, el monarca Pedro II el Católico cedió el castillo de Benifallet a Guillem de Cervera, y siete años después éste lo dio a los templarios.

Al final de una empinada escalinata, flanqueada de longevos cipreses, en el interior de la población, se alza la ermita de la Mare de Déu de Dalt; era la antigua iglesia parroquial de Benifallet, una construcción templaria. Dentro del muro, bajo un arco de medio punto, hay las sepulturas del linaje fundacional de este santuario, con pinturas al fresco que datan de aquella época (finales del siglo XIII; presiden el altar mayor de una preciosa figura de la Mare de Déu de Dalt, de color negro. El calvario exterior es igualmente interesante.

A pocos metros del templo, confundidos con las viviendas modernas, se conservan algunos restos de la antigua fortaleza templaria; desde la terraza que precede se obtiene la mejor panorámica del sinuoso curso del Ebro, sobre los tejados árabes y la hilera de árboles de ribera.

El municipio de Benifallet vive principalmente de su riqueza agraria; es uno de los primeros productores de fruta dulce, y también mantiene la tradición de la producción cerámica, con un suelo artesano de cerámica. En cuanto al turismo, en Benifallet hay una empresa dedicada a potenciar las actividades deportivas y náuticas por el río Ebro.

Pero antes de que el viajero abandone este municipio, aconsejamos que se acerque al azud de Xerta, de 510 metros de longitud, que consiste en una colosal obra de ingeniería hidráulica, concebida para frenar las crecidas del Ebro y el control de las corrientes del río después del espectacular desfiladero de Barrufemes, hecho que facilita, al mismo tiempo, la navegación en su doble recorrido, mientras que, de otra manera, se garantiza el riego de los fértiles huertos de Tortosa y su amplio municipio.

Y no olvidéis tampoco, de visitar las interesantísimas cuevas de Benifallet, también llamadas de l’Aumediella, a 6 kilómetros al sur de la población, en la vertiente de poniente de la sierra de Cardó, a través de la carretera que lleva a Tivenys. Se trata de un conjunto de once grutas subterráneas, de las cuales nada más se puede acceder a tres: cueva Marigot, cueva del Dos y cueva Meravelles, y de estas, de momeento, en las dos últimas. El recorrido se inicia en la cueva del Dos, que tiene 253 metros de profundidad; en su interior encontraron refugio milicianos republicanos después de la Guerra Civil (1936-1939); la siguiente cavidad natural es la cueva Marigot, descubierta en la primavera de 1967, con difíciles accesos. Y la más importante, la cueva Meravelles, descubierta en 1968, en las galerías interiores de la cual el ojo humano queda extasiado al contemplar las más variadas formas de concreciones geológicas, creadas por la acción y riqueza mineral del agua al filtrarse desde el exterior y también, durante las glaciaciones prehistóricas, las masas de hielo que, con el paso del tiempo y las condiciones naturales de la cueva, fueron fosilizándose. En una columna de piedra, resultado de la fusión de la estalactita superior y de la estalagmita inferior, podemos imaginar la figura de un caballero templario, con rostro girado y escudo.

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