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miércoles, 5 de septiembre de 2012

Templarios en las tierras del río Ebro: Flix



Desde la encomienda de Barcelona volvemos con el apartado destinado a conocer cómo la Orden del Temple tuvo un potente influjo sobre las tierras donde estuvo asentada. En este caso creemos que es interesante investigar por las fértiles tierras del río Ebro.

Para ello hemos seleccionado un nuevo texto del escritor y periodista D. Jesús Ávila Granados de su libro “Templarios en las tierras del Ebro”, donde con una lectura ligera nos ameniza los rincones donde habitaron los templarios.

Desde Temple Barcelona deseamos que disfrutéis de su lectura.

Fotografía del río Ebro a su paso por la villa de Flix.

Ribera d’Ebre, Tarragona

Al norte de la comarca, acurrucada dentro del meandro más espectacular que forma el río a lo largo de todo su recorrido, está la villa de Flix. El nombre deriva de la palabra latina Flexum (curvatura); otros eruditos defienden que se trata de una derivación del árabe clásico al-falij (que quiere decir “el lugar”, o “la victoria militar”). Según sus anales altomedievales, el máximo apogeo andalusí de la plaza se consiguió en el fatídico año 1000; entonces la población era conocida como Iflix, que hacía referencia a un husum (fortaleza de frontera).

El sitio cristiano en la alcazaba de Flix se inició en el año 1149; no obstante, la conquista definitiva no la consiguió Ramón Berenguer IV hasta el 4 de octubre de 1154, gracias a la intervención de los genoveses. Tres años después el conde de Barcelona libró la tercera parte de la plaza, con todos sus derechos, a un noble llamado Bonifacio Della Volta y a su hijo; mientras que la iglesia pasaba a formar parte del priorato de Sant Pere de Besalú. Hasta finales del siglo XIV, la fmilia Della Volta ejerció como un señor feudal de Flix; pero en el año 1398, en tiempos del monarca Martí I el Humano, la baronía de Flix fue adquirida por la Ciudad Condal.

Aunque la villa no fue posesión templaria, a pesar de estar situada entre dos enclaves de gran fuerza del Temple (Miravet y Riba-roja d’Ebre), los caballeros sí que dispusieron de algunas tierras de conreo y diversos molinos en su municipio. En 1241 se produjo en esta villa un hecho de gran valor histórico para los destinos de las poblaciones de las Tierras del Ebro, con la promulgación de la Sentencia de Flix por parte del obispado de Lérida, documento que daba derecho al pueblo sobre los otros poderes; de esta manera, se restablecía la posición de la Orden del Temple sobre los derechos y deberes de la nobleza y señoríos de la zona, y se limitaba la ingerencia de estos estamentos en los territorios controlados por templarios. Una herencia de los caballeros es el culto a santa Águeda.

En el patrimonio monumental de Flix, localizado en el entorno de las plazas Mayor y de España, cabe destacar la iglesia parroquial de la Mare de Déu de l’Assumpció, construida en el año 1154 sobre una mezquita islámica anterior; en su interior, los arcos torales reposan sobre columnas cilíndricas que no llegan hasta el suelo, hecho que nos recuerda al arte cisterciense. Y, en el ámbito arqueológico, es necesario destacar los yacimientos celtas e íberos, próximos al curso del Ebro. Si sois amantes de la naturaleza, no os perdáis la reserva de Sebes, donde podréis admirar un verdadero paraíso biológico en el ecosistema fluvial.

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