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jueves, 18 de noviembre de 2010

Los poderes del Baphomet


Desde la encomienda de Barcelona queremos tratar esta vez los poderes atribuidos al hipotético “baphomet” templario. Y lo hacemos recogiendo un texto del escritor e historiador francés Michel Lamy, publicado en su libro “La otra historia de los templarios”.

Deseamos desde este humilde rincón que su lectura os despierte interés.

Según los testimonios, la adoración de la cabeza se desarrollaba básicamente con ocasión de la celebración de los Capítulos, tan secretos que pesaban terribles amenazas sobre quienes osaran revelar lo que en ellos acontecía. Curiosamente, es cierto que los caballeros no revelaron nunca ese secreto y no pareció que se tuviera excesivo interés en forzarles a hacerlo. Cuando se les hacían preguntas demasiado concretas, afirmaban no haber sido jamás admitidos a ellos, con el fin de eludirlas. A menos que las revelaciones que hubieran podido hacerse no hubieran sido consignadas por los escribanos forenses por razones que desconocemos.

Un testigo, Raoul de Presles, dijo que el rector del Temple de Laon, Gervais de Beauvais, le había asegurado que habían en el Capítulo general de la Orden una cosa tan secreta (quidam punctus adeo secretus), que si, para desgracia, alguien la veía, aunque ésta fuera el mismísimo rey de Francia, ningún temor a sufrir tormento impediría a los del Capítulo darle muerte al instante.

Algunos de los templarios, como hemos visto, atribuían propiedades especiales al baphomet, verdaderos poderes talismánicos. Por esta razón, rodeaban la cabeza, de cuerdecillas de hilo blanco que eran a continuación entregadas a los hermanos. Éstos las llevaban alrededor de su cintura, en contacto con la piel. Precisemos que estas cuerdecillas no deben confundirse con el cíngulo de la Orden, emblema de castidad. Así, eran protegidos por la cabeza incluso cuando no estaban cerca de ella.

Sin embargo, encontrarse con la cabeza cara a cara no era algo que estuviera exento de peligro, lo que nos recuerda los poderes de la de la Medusa cortada por Perseo. Las actas del proceso así lo atestiguan si hemos de hacer caso a una curiosa historia. Un caballero, puesto en presencia del aterrado, despavorido. Declaró que no volvería a saber lo que era la dicha en tierra, cayó en un estado depresivo y no tardó en morir. ¿Había visto, tal como suponen Michel Angebert y Gautier Darcy, a su propia “sombra” deslizarse bajo los rasgos del Baphomet?

En cuanto a sus poderes, hemos visto que, como el Arca de la Alianza, este ídolo permitía conversar con Dios. Hay que pensar también en esa cabeza encantada de Cervantes en su Don Quijote, novela realmente iniciática, cabeza que emite oráculos (aun cuando no se trata más que de un truco)? Habría que relacionarla con la que el Papa Silvestre II había traído de España y que respondía diciendo sí o no a las preguntas que se le hacían. Alberto el Magno habría poseído una cabeza similar, así como Gerbert d’Aurillac. Unos textos árabes hablan igualmente de una cabeza de oro oracular en poder de un brujo de El Cairo llamado El Ghirby.

Estos poderes mágicos deben ser relacionados con el testimonio aportado por Mº Antoine Sici de Verceil, notario, en la Comisión del 4 de marzo de 1311. Declaró entonces:

“Sobre la cabeza del ídolo he de decir lo siguiente: varias veces en Sidón, oí decir que un señor de esta ciudad había amado a una noble dama de Armenia, pero que no la había conocido carnalmente en toda su vida; una vez muerta, fue a conocerla en su tumba, en secreto, la noche en que aquélla fue enterrada. Inmediatamente después, oyó una voz que le dijo: ‘regresa cuando sea el momento del parto; encontrarás tu progenitura y ésta será una cabeza humana’. Una vez transcurrido el plazo, el caballero regresó a la tumba, y encontró una cabeza humana entre las piernas de la dama; oyó por segunda vez la voz que le decía: ‘guarda esta cabeza, porque todo bien te vendrá de ella’”.

Jean Senandi, que había vivido en Siria, contó que la Orden había comprado la plaza de Sidón y que Julián, uno de los señores de la ciudad, había ingresado en la Orden y le había dado una cabeza obtenida por uno de sus antepasados tras haber abusado del cadáver de una virgen. Julián cometió apostasía, fue expulsado de la Orden y murió en la miseria. Pero los templarios habrían podido perfectamente guardar la preciosa cabeza.

Hugues de Faure confirmó la compra de Sión por los templarios bajo el maestrazgo de Thomas Bérard, al que algunos hermanos achacaban la introducción en el Temple de malas costumbres. Dio, sin embargo, una versión algo diferente de la historia. Habría oído decir en Chipre que la heredera de Maracleo en Trípoli había sido amada por un hombre que exhumó y violó su cadáver, y acto seguido le cortó la cabeza. Una voz le aconsejó conservarla como algo precioso, pues haría perecer a todos cuantos la mirasen. La envolvió y guardó en un cofre y cuando quería aniquilar una ciudad o vencer a los griegos, le bastaba con sacar la cabeza y desenvolverla. Queriendo atacar Constantinopla, se embarcó. Su vieja nodriza, vencida por la curiosidad, abrió el paquete para ver lo que contenía. Inmediatamente, se desencadenó una tempestad sobre la nave que fue tragada por las olas con toda su tripulación, a excepción de algunos marinos que sobrevivieron y pudieron contar la historia. Desde entonces, no se encontró ya ni un solo pez en esta parte del mar.

Según Guillaume Avril, este episodio podría haberse desarrollado en el remolino de Sétalias, donde surgía a veces una cabeza, arrastrando a todas las naves próximas hacia el fondo.

Señalemos, finalmente que la virgen violada se llamaba Yse, que recuerda a Isis. ¿No decían los alquimistas que la materia prima se recoge “en el sexo de Isis”?

Promesa de abundancia, a veces cornudo, el baphomet nos hace pensar en Cernunnos, dios del panteón celta que también hacía crecer los árboles y germinar las plantas. Los hermetistas hablan igualmente de una figura llamada Bahumid el Jaruf, es decir, el secreto de la naturaleza y de la totalidad de los mundos. Patrick Rivière indica que se llama a esta figura “el que crea y resucita”, lo que sugiere la idea de fecundidad y de abundancia ligada a Cernunnos, que se manifestaba bajo la forma de un hombre cornudo.

A este respecto, podemos ver en la basílica de Vaison-la-Romaine una representación de Cristo. En ella aparece Jesús… cornudo, sus cuernos presentan el aspecto de una media luna.

Los poderes de esta cabeza ligada a Cristo pudieron igualmente estar en relación con unas fuerzas telúricas, incluso demoníacas, al menos en el plano simbólico. Cuando se franquea un umbral, lo que está del otro lado puede revestir muchas formas distintas y sorprendentes. Ahora bien, uno de los aspectos que toma la manifestación del guardián del umbral es precisamente el cambio de cabeza.

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