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miércoles, 20 de abril de 2011

Conociendo a Jesucristo: La Última Cena


Desde la encomienda de Barcelona, y aprovechando que nos encontramos a mitad de la Semana Santa, queremos compartir con todos vosotros un texto del teólogo protestante J. R. Porter que hemos extraído de su libro “Jesus Christ”.

Por ello el apartado destinado a conocer a Nuestro Señor Jesucristo, está relacionado con uno de los momentos más sagrados para un cristiano: la celebración de la Última Cena. Durante esa cena, Jesús explica a sus discípulos que “ha llegado la hora”; dándoles a entender que debía sacrificarse por ellos, entregándose al Padre.

Justo acabada la cena, Jesús enseña a sus discípulos un nuevo rito que en la actualidad los cristianos llamamos “Eucaristía”, por ello este momento histórico en la vida de Jesús, es recordado litúrgicamente por la Iglesia para ofrecer a sus seguidores “el pan de vida eterna”.

Desde Temple Barcelona, deseamos que su lectura os sea agradable.

Pintura de Domenico Ghirlandaio titulada “La Última Cena” (1480)

Los evangelios cuentan que Jesús y sus doce discípulos más cercanos celebraron una última cena juntos antes de su detención. Mateo, Marcos y Lucas dejan claro que la Última Cena fue el Séder, el ágape especial que se come tradicionalmente en la religión judía para celebrar la festividad de la Pascua, o pan ázimo. Los tres evangelios relatan que se realizaron los preparativos pertinentes para esta cena festiva, incluido el sacrificio en el Templo del cordero pascual (passover) que formaría parte de la cena (Mc 14, 12-16 y paralelos).

Sin embargo, según el Cuarto Evangelio, la cena no pudo ser la de Pascua, ya que Jesús fue crucificado hacia el crepúsculo del día de preparación de la Pascua (Jn 19, 14). Se han dado muchos intentos de reconciliar la discrepancia entre Juan y los evangelios sinópticos. Una teoría sería que Jesús y sus discípulos seguían las prácticas de la secta de Qumrán, la cual tenía su propio calendario ritual y en ocasiones celebraban la Pascua antes que el resto de los judíos. Con gran probabilidad, los judíos de Qumrán eran esenios, y el lugar donde tradicionalmente se dice que Jesús y sus discípulos celebraron esta última cena es en el antiguo barrio esenio de Jerusalén. Sin embargo, todas las referencias en los evangelios apuntan a una Pascua celebrada de acuerdo con todas las prácticas prevalentes en Jerusalén.

Ciertamente, la tradición cristiana relaciona muy estrechamente los sucesos finales de la vida de Jesús con la Pascua, y la extraña datación de la cena en el Cuarto Evangelio se debe probablemente a la interpretación de Juan del significado simbólico de la festividad. En el Cuarto Evangelio, Jesús es presentado de forma clara como el verdadero cordero de sacrificio de Pascua y, como tal, su destino se cumple cuando muere en el momento del sacrificio de los corderos en el Templo (Jn 19, 36). En la interpretación de Juan de cuando Jesús da de comer a la multitud (Jn 6, 4 ss) –la cual en muchos aspectos presenta paralelismos con el relato de la Última Cena en los evangelios sinópticos- el evangelista también parece ver a Jesús como el cordero pascual. El suceso tiene lugar cerca de la Pascua (Jn 6, 4) y el discurso que sigue se centra en el regalo de Jesús de su cuerpo y su sangre para conferir la vida eterna (Jn 6, 48-58). Asimismo, los sinoptistas verían a Jesús como el cordero pascual, al ofrecerse a sí mismo como alimento en el contexto de la cena de Pascua (Mc 14, 22; 24 y paralelos).

Ninguno de los evangelios menciona explícitamente el consumo de cordero en la Última Cena, pero hacen referencia a otros ritos que eran, y siguen siendo, parte de la cena de Pascua: la bendición y el compartir el pan ázimo y el vino (Mc 14, 22-23 y paralelos). Los evangelistas mencionan tan sólo aquellos elementos del rito de la Pascua a los que las palabras de Jesús dan una nueva y distinta interpretación.

La Última Cena y la Eucaristía

Durante mucho tiempo ha existido la controversia sobre el significado de las palabras de Jesús durante la Última Cena (Mc 14, 22-25 y paralelos). El suceso está claramente relacionado con el sacramento cristiano conocido como Eucaristía (del griego eucharistia, “agradecimiento”), Sagrada Comunión o Cena del Señor, y hasta qué punto Jesús tenía la intención de iniciar un rito de este tipo también ha sido objeto de discusión.

Jesús ofreció a sus discípulos pan para comer con las palabras “éste es mi cuerpo” (Mc 14, 22 y paralelos). Seguidamente les ofreció vino para beber diciendo: “esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada” (Mc 14, 24; Mt 26, 28). De la misma manera que la antigua Israel se estableció por la “sangre del pacto” (Ex 24, 8), Jesús establece un nuevo pacto con los “muchos” –toda la humanidad- cuyos pecados, tal y como dice explícitamente Mateo 26, 28, son perdonados mediante el sacrificio del cuerpo de Jesús.

Jesús dice que sólo en el reino de Dios por llegar, él volverá a comer la cena de Pascua y a beber vino (Mc 14, 25; Mt 26, 29; Lc 22, 16, 18). Esto sugiere que veía la Última Cena como el prefacio del gran banquete presidido por el Mesías, que mucha gente creía que marcaría el advenimiento de la era final. En Mateo y Marcos, Jesús deja entrever que la Última Cena se repetirá sólo en la era mesiánica, de manera que no parece prever que la cena será conmemorada por sus seguidores con la práctica regular de un rito. Sin embargo, los primeros cristianos creyeron que ya habían entrado en la era final, y celebraron la Eucaristía como preámbulo del inminente banquete mesiánico.

Únicamente en el Evangelio según Lucas, Jesús inicia de forma explícita un nuevo rito: muchos manuscritos del evangelio recogen que Jesús partió el pan con la orden de “haced esto en conmemoración mía” (Lc 22, 19). Algunos manuscritos primitivos del evangelio de Lucas omiten estas palabras y muchos eruditos creen que fueron interpoladas de la primera epístola de Pablo a los corintios (1 Cor 11, 23-25). Esto no significa necesariamente que no sean verídicas: las epístolas de Pablo son los documentos más antiguos del Nuevo Testamento y en el pasaje citado se afirma describir un rito “recibido del Señor”, lo que indica una tradición cristiana muy antigua.

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