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martes, 17 de mayo de 2011

Conociendo a Jesucristo: los milagros de los alimentos


Desde la encomienda de Barcelona recobramos el apartado dedicado a conocer mejor la vida y obra de Nuestro Señor Jesucristo y de cómo el teólogo protestante J. R. Porter es capaz de manera sencilla de explicar algunos episodios relacionados con la vida del Mesías.

Esta vez el texto extraído de su libro “Jesus Christ”, trata sobre el milagro de los alimentos relatados en los Evangelios.

Desde Temple Barcelona deseamos que el texto os sea de gran ayuda para despejar posibles dudas.

Los cuatro evangelistas relatan cómo Jesús utilizó una pequeña cantidad de alimento para dar de comer a una multitud de cinco mil personas o más, y Mateo y Marcos también describen una situación muy similar al explicar que alimentó a cuatro mil personas. Si existe una relación entre los dos episodios, como habitualmente se supone, no es fácil de determinar. El primer episodio parece dirigido a un público judío, sobre todo el relato de Marcos (Mc 6, 34-44). El escenario es Galilea y la multitud se describe como “ovejas que no tenían pastor”, como la imagen de Israel en las Escrituras hebreas. Estaba dividida en grupos de cien y cincuenta, lo que recuerda la manera en que Moisés dividió al pueblo de Israel (Ex 18, 25) y la comida sobrante fue recogida en doce cestos, lo que evoca las doce tribus de Israel.

El relato de Marcos de la alimentación de cuatro mil personas (Mc 8, 1-9) viene precedido de una sanación de la Decápolis, una amplia zona de gentiles. De manera que es posible que originalmente los dos episodios simbolizaran la llamada, primero a los judíos y después a los gentiles, a compartir la nueva vida que Jesús les concedía. Los relatos de los evangelios en que Jesús da de comer a las multitudes, se acompañan de pasajes que intentan extraer su significado más profundo. En Mateo y Marcos, esto se produce en forma de una discusión entre Jesús y sus discípulos sobre el tema de la comida (Mt 16, 5-12; Mc 8, 14-21). En una travesía en el mar de Galilea, los discípulos se dan cuenta de que no han llevado más pan que una simple hogaza. Jesús les advierte acerca de “la levadura de los fariseos” y los discípulos lo toman como una referencia a su olvido. Pero Jesús les amonesta por su falta de percepción y les recuerda cómo, en cada uno de los milagros de alimentos, un pequeño número de hogazas alimentó a grandes multitudes y produjeron una enorme cantidad de sobras.

En Marcos, Jesús no consigue explicar a qué se refiere realmente con “levadura”; la preocupación primera de los evangelistas es simplemente la de enseñar cómo los discípulos erraron repetidamente en la interpretación de las palabras y las acciones de su maestro. En los textos rabínicos judíos, la levadura se utiliza habitualmente como metáfora del mal humano. Un maestro del siglo III d. C. concluyó que lo que impedía a los hombres cumplir la voluntad de Dios eran los opresivos imperios paganos y “la levadura en la masa” (el impulso maligno en toda vida humana). En los evangelios, el término debe entenderse básicamente como la hostilidad de los opositores de Jesús, de la que sus seguidores deben estar prevenidos. Marcos añade “la levadura de Herodes” a “la levadura de los fariseos”, mientras que Mateo incluye a los saduceos. En Mateo, “la levadura de los fariseos y los saduceos” se refiere específicamente a las enseñanzas de estos grupos (Mt 16, 12). Lucas, el cual hace referencia a la “levadura” en un contexto diferente (Lc 12, 1 ss), la equipara a la hipocresía de los fariseos.

De los relatos del episodio en que Jesús da de comer a cinco mil personas se desprenden otros dos temas. En primer lugar, el escenario es un lugar del desierto, por lo que existe una clara analogía entre el acto de Jesús y la provisión de alimento de Moisés para el pueblo de Israel en el desierto (Ex 16). En segundo lugar, el hecho de que Jesús tome el pan y los peces, los bendiga, los parta y los distribuya emula los futuros hechos de la Última Cena (y probablemente la Eucaristía cristiana).

Ambos temas se desarrollan explícitamente en el Cuarto Evangelio, sobre todo en el discurso de Jesús que acompaña a los hechos (Jn 6, 25-59). El milagro tuvo lugar en el tiempo de la Pascua, cuando los judíos celebran una comida para conmemorar la huida de Egipto del pueblo de Israel. El alimento que Jesús proveyó es comparado con el maná de Moisés: aquellos que comieron el maná acabaron muriendo, pero el propio Jesús representa el verdadero pan celestial, el regalo de su Padre, el cual es el único que puede conferir la vida eterna de comer pan a la de comer la carne de Cristo y beber su sangre (Jn 6, 51-57), con lo que le creyente está unido a él, la verdadera fuente de vida. El Cuarto Evangelio no contiene el relato de la Última Cena.

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