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lunes, 23 de mayo de 2011

Padre Amorth: una vida consagrada a la lucha contra Satanás


Desde la encomienda de Barcelona compartimos nuevamente con todos vosotros las vivencias de uno de los exorcistas con mayor experiencia en la lucha contra Satanás.

Para ello hemos seleccionado otras tres testimonios del padre Gabriele Amorth de su libro “Memorie di un esorcista – La mia vita in lotta contro Satana”.

Desde Temple Barcelona deseamos que su contenido os sea de interés.

Dos casos de posesión

Recuerdo especialmente dos casos en los que religiosos o fieles próximos a religiosos sufrieron ataques diabólicos. Incluyo aquí los testimonios que dejaron los sacerdotes que intervinieron en los mismos.

“Estaba predicando un retiro en una congregación de religiosas, cuando la madre superiora me llamó para que me ocupara de una hermana, quien parecía haber sido estigmatizada. La vida de la comunidad se veía seriamente afectada por el mal comportamiento de la monja. Ésta utilizaba un lenguaje inconvenientes, opuesto a cuanto cabía esperar en alguien que participaba de los sufrimientos de Cristo.

Tras orar y reflexionar un buen rato, decidí rezar por su liberación. Al fin conseguí liberarla de su opresión diabólica; su comportamiento y su lenguaje cambiaron de inmediato y los estigmas desaparecieron. No había padecido los sufrimientos de la Pasión, sino sufrimientos causados por el demonio…”

“En Bombay vino a verme un sacerdote en compañía de su madre para pedirme consejo sobre su hermano. Éste tenía treinta y cuatro años y había cursado sus estudios universitarios en los Estados Unidos. Allí entabló contacto con un nuevo movimiento religioso; al cabo de cierto tiempo, empezó a participar en las reuniones del mismo y acabó formando parte de la secta.

Había ido ascendiendo en la jerarquía interna del grupo y debía casarse con una mujer que también desempeñaba un cargo importante. Pese a todo, él quiso casarse con otra mujer y, el día de la boda, los miembros del movimiento lincharon a la novia.

Este hecho lo destrozó física y psicológicamente. Por suerte, sus padres habían viajado a los Estados Unidos, preocupados por el hecho de que su hijo deseara casarse al margen de su fe y de la comunidad católica, y lo llevaron de vuelta a la India, pero tuvieron que hacer frente a la petición de una enorme suma de dinero, a un chantaje. Para poder pagar, uno de los hermanos tendría que vender todos sus bienes. Entretanto, toda la familia vivía aterrorizada, temiendo un ataque de los miembros de la secta, que no retrocedían ni siquiera ante el homicidio.

Cuando fui a ver a aquel joven, lo encontré en unas condiciones pésimas: nunca salía de su habitación, no se lavaba, no se cortaba las uñas, no comía con su familia. Su dormitorio estaba increíblemente sucio y él hablaba con seres invisibles.

Su hermano sacerdote creía que necesitaba tratamiento psiquiátrico, pero antes quería mi consejo. Fui a su casa con un grupo de oración. Unos minutos antes de que llegáramos, el joven se encerró con llave en su habitación, aunque nadie le había mencionado mi visita. Como no logramos convencer a la pobre víctima de que nos abriera la puerta, decidimos rezar junto a la familia. Siguiendo una inspiración, pronuncié una plegaria de liberación ante la puerta cerrada. En la oración le supliqué a Dios que liberara también al fundador de la secta y le dije su nombre.

Aparentemente ese día no ocurrió nada; pero al día siguiente me llamaron los padres, muy contentos: su hijo había salido de la habitación y había recorrido toda la casa, incluido el tejado, en busca del fundador de la secta (quien ya había muerto). Al no encontrarlo, decidió lavarse y cortarse las uñas y el pelo para recuperar su aspecto normal. Y, por primera vez en varios meses, comió con su familia. Además aceptó irse a Goa para disfrutar de un período de convalecencia. Todavía vive allí, donde ha encontrado trabajo y lleva una vida normal.

Poseída a traición

Los testimonios anteriores muestran la variedad de casos a los que debe enfrentarse un exorcista, pero quizá sea más revelador aún el siguiente testimonio de una chica poseída por el diablo.

“Me liberaron por completo de Satanás. Llevaba dieciocho años bajo la influencia de la magia negra, aunque sin participar en la misma. Caí en ella a traición, pero, en términos prácticos, no le vendí mi alma a Satanás. Escribo mi historia para que sirva de ejemplo y consuelo, para demostrar que es posible salir de situaciones tan trágicas como ésta. No le puedo decir el nombre del exorcista que me liberó, porque me lo han prohibido. Este buen cura ofició treinta misas por mi liberación, y me practicó treinta exorcismos. Así fue como me liberó por completo de las presencias maléficas que estaban dentro de mí. Además, como no vivíamos en la misma ciudad, me hizo treinta exorcismos más para liberarme de las perturbaciones externas. Hay muchos sacerdotes competentes que podrían exorcizar a varias personas, al igual que hizo conmigo ese padre. Y podrían liberar y salvar muchas almas. Me refiero sobre todo a curas ancianos; el que me liberó a mí tiene más de ochenta años.

Por último, quisiera decir algo sobre las sectas. Cuando se hace un pacto a traición con Satanás, el mismo demonio reconoce que la única religión verdadera es la cristiana católica, fiel al Papa, y por eso las sectas luchan contra ella. Toleran a duras penas las otras religiones cristianas, mientras que apoyan al budismo y el mahometanismo [sic], por ser religiones falsas. Las sectas suelen ocultarse bajo nombres y objetivos falsos, casi siempre como terapias alternativas a la medicina tradicional.”

El poder del demonio en la Iglesia

Una pareja con dos hijos de catorce y doce años. Quince años de matrimonio. Antes de casarse, la mujer había asistido a varias sesiones de espiritismo. El día de la boda, se sintió incapaz de dar su consentimiento a la unión sagrada; en su interior, oía la voz de Asmodeo, que la dominaba por completo, diciéndole: “Dime que sí a mí, no a tu marido. Yo te haré feliz en todo; te daré sexo, dinero, salud, todo lo que quieras. Tú eres mía”.

Todo ocurrió de un modo extraño, y la mujer no sabe explicar ni siquiera hoy lo que hizo durante el rito sacramental. En una de las sesiones de espiritismo le dieron comida embrujada, y lleva veintitrés años con dolores de estómago y de cabeza.

Además, odia a su marido, odiaba a muerte a su suegro, ya fallecido, odia al hijo pequeño y, a veces, se llega a poner muy violenta. En cambio, quiere con locura al hijo mayor; cuando éste frecuenta malas compañías, fuma porros, no estudia o no va a la iglesia, su espíritu lo percibe y disfruta. Está comprobado: ella intuye lo que hace su hijo, como si entre ambos existiera un oscuro vínculo.

La casa está infestada, sobre todo la habitación del hijo mayor, que se siente mal, oprimido, como aplastado. Una noche, puse en su dormitorio un vaso lleno hasta la mitad de agua exorcizada, con una cucharita de sal. Por la mañana, la sal se había derramado hasta el suelo. Después, la mujer se confesó, renovó su pacto matrimonial e inició una intensa vida cristiana para obtener el perdón. Entonces empecé a exorcizarla. Su reacción fue violenta y pronunció los nombres de varios demonios.

Seguí practicándole exorcismos cuando la señora sentía que la invadían, pues no se trataba de una posesión estable. Las reacciones siempre fueron violentas, llenas de insultos, órdenes de no perdonar, rechazos al marido. Y repetían que allí estaban bien y no se pensaban marchar, y que se llevarían a la mujer. Lo tengo todo grabado, porque hay datos importantes sobre el poder de los demonios en la Iglesia católica actual, aunque no debamos olvidar que quien habla es el maestro de la mentira. Cuando no podía intervenir en persona, practicaba el exorcismo por teléfono, con los mismos resultados.

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