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lunes, 10 de octubre de 2011

Evangelio dominical: A todos los que encontréis, convidadlos a la boda


Desde la encomienda de Barcelona queremos un lunes más compartir con todos vosotros el evangelio dominical de ayer 9 de octubre.

Desde Temple Barcelona deseamos que su lectura e interpretación nos sea provechosa.

Jesús les habló otra vez en parábolas, diciendo: «El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir. De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: "Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas". Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron. Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores: "El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren". Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados. Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. "Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?". El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: "Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes". Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos». (Mt 22 1-14)

Reflexión

En el evangelio de ayer domingo, Jesús nos habla de que aunque el Altísimo nos haya dicho cómo debemos obrar para entrar en el Reino de los Cielos, nosotros nos abandonamos a nuestras preocupaciones mundanas y dejamos para más tarde las inquietudes religiosas. Algunos no escuchamos, otros nos equivocamos acercándonos a Dios a “nuestra manera”, olvidándonos de cómo debemos ir al encuentro con Él. Obrando de ambas formas, Nuestro Señor nos recuerda que no es suficiente para morar en el Reino de Dios.

Plegaria

Dios soberano, te pedimos humildemente que, así como nos alimentas con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, nos hagas participar de su naturaleza divina.

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