© 2009-2019 La página templaria que habla de cultura, historia y religión - Especial 'Proceso de los templarios'

martes, 25 de octubre de 2011

La figura de Hugo de Payns


Desde la encomienda de Barcelona hemos querido contrastar la visión de un veterano historiador. Se trata del catedrático de historia Alain Demurger, donde gracias a su obra, un clásico en las librerías de todo el mundo, cuyo título original es “Vie et mort de l’ordre du Temple”.

Para esta ocasión hemos elegido reflejar el primer maestre de nuestra amada Orden, fr.+++Hugo de Payns.

Desde Temple Barcelona estamos seguros que os sentiréis atraídos por su lectura.

Representación de Hugo de Payns recibiendo de manos de Bernardo de Claraval la Regla aprobada para la Orden de los Pobres Soldados de Jesucristo.

Se conoce poco sobre los primeros tiempos de los templarios. Los relatos más precisos son muy posteriores a la fundación de la primera orden religiosa militar de la cristiandad. Suele citarse a este respecto a Guillermo de Tiro:

“En aquel mismo año de 1119, ciertos nobles caballeros llenos de devoción a Dios, religiosos y temerosos de Él, poniéndose en manos del señor patriarca para el servicio de Cristo, hicieron profesión de querer vivir perpetuamente siguiendo la costumbre de las reglas de los canónigos, observando la castidad y la obediencia y rechazando toda propiedad. Los primeros y principales de entre ellos fueron dos hombres venerables, Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer…”

Guillermo había nacido hacia 1130 en Palestina. Canciller del reino de Jerusalén en 1174 y obispo de Tiro al año siguiente, empezó la redacción de su Historia rerum in partibus transmarinis gestarum (que se tradujo al francés en el siglo siguiente, con el título Historie d’Éraclès) durante el reinado de Amalrico I (1163-1174), en el momento en que éste llevaba a cabo una serie de campañas victoriosas en Egipto y en que el porvenir del reino parecía asegurado. Guillermo no conoció los comienzos gloriosos de los Estados latinos de Tierra Santa. Por lo tanto, no asistió a los primeros pasos de los templarios, difíciles pero prometedores.

En el siglo XIII, Jacobo de Vitry, historiador y obispo de Acre, nos relata los mismos acontecimientos en su Historia orientalis seu hierosolymitana:

“Ciertos caballeros amados de Dios y ordenados para su servicio renunciaron al mundo y se consagraron a Cristo. Mediante votos solemnes, pronunciados ante el patriarca de Jerusalén, se comprometieron a defender a los peregrinos contra bandidos y ladrones, a proteger los caminos y a constituir la caballería del Rey Soberano. Observaban la pobreza, la castidad y la obediencia, según la regla de los canónigos regulares. Sus jefes eran dos hombres venerables, Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer. Al principio, no fueron más que nueve los que tomaron una decisión tan santa y, durante nueve años, se vistieron con ropas seculares, que los fieles les daban como limosna. El rey, sus caballeros y el señor patriarca se llenaron de compasión por estos hombres nobles que lo habían abandonado todo por Cristo y les concedieron ciertas propiedades y beneficios para subvenir a sus necesidades y por el alma de los donadores. Y como no tenían iglesia ni lugar en que habitar que les perteneciesen, el rey les alojó en su palacio, cerca del Templo del Señor. El abad y los canónigos regulares del Templo les dieron un terreno no lejos del palacio para su servicio; y por esta razón, se les llamó más tarde ‘templarios’.”

No obstante, en la mayoría de los casos los historiadores de la época se refieren brevemente al acontecimiento. Por ejemplo, Guillermo de Nangis dice que en ese tiempo (1120) fue fundada “la orden de la milicia del Temple, dirigida por Hugo, su maestre”. Los compendios o resúmenes de textos históricos publicados con el nombre de ‘pequeña crónica’ se limitan en su mayor parte a indicar el dato y su fecha, 1119 o 1120.

Como se ve, esos relatos están escritos mucho tiempo después de los hechos. Se copian los unos a los otros y siguen la misma orientación. Lo menos que puede decirse es que Jacobo de Vitry había asimilado bien a Guillermo de Tiro. Pero, en Acre, frecuentó a los templarios, de los que se hizo amigo. Su testimonio, aunque poco original, añade algunos detalles interesantes al de Guillermo de Tiro, en general poco favorable a las órdenes militares. En cuanto a los documentos de archivo, casi todos ellos actas de donación, aclaran poco los orígenes del Temple.

Queda todavía un texto, desgraciadamente poco explícito, pero que tienen el doble mérito de proceder de los propios templarios y de ser casi contemporáneo de la creación de éstos: la regla de la orden. En su versión latina, fue redactada entre 1120 y 1128, puesto que el concilio de Troyes, reunido en el año 1128, la aprobó con algunas modificaciones. Según dice su prólogo, el concilio de Troyes se reunió ‘a petición del maestro Hugo de Payns, bajo la dirección del cual dio comienzo la dicha caballería por la gracia del Espíritu Santo’.

Se mantienen, pues, muchas incertidumbres, que más tarde se transformaron con demasiada facilidad en ‘misterios’. Sin embargo, se perfilan claramente tres ideas fundamentales:

  • La orden nació de la voluntad de renunciar al mundo de algunos caballeros, los cuales llevaron a cabo un acto religioso.
  • La iniciativa corresponde a dos hombres, uno de los cuales, Hugo de Payns, fue el primer maestre de la nueva milicia, como se la llamaba entonces.
  • Su creación respondía por completo a los deseos de las autoridades religiosas y laicas del reino de Jerusalén.

El Temple, como las órdenes militares ulteriores, une el ideal del monje al de caballero, algo que no está lejos de suscitar el escándalo en el preciso momento en que se impone en la sociedad cristiana el esquema tri-funcional de los tres órdenes –los que rezan, los que combaten y los que trabajan-. Esos tres órdenes están bien delimitados y subordinados jerárquicamente unos a otros. El clero domina a los demás, y el monacato forma la clase superior del clero.

El Temple nace de la voluntad de un oscuro caballero de Champaña, preocupado por su salvación, pero arrastrado también por las nuevas corrientes espirituales que la reforma de la Iglesia –la reforma gregoriana- ha liberado. Se ajusta perfectamente a la ideología de la cruzada. Es la respuesta más pertinente a las necesidades de ésta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario