© 2009-2019 La página templaria que habla de cultura, historia y religión - Especial 'Proceso de los templarios'

viernes, 4 de noviembre de 2011

El mito de los Templarios: IIIª parte


Desde la encomienda de Barcelona, volvemos a anunciaros el último capítulo dedicado a esclarecer los mitos que se han ido instalando en nuestra sociedad acerca de los caballeros templarios.

Por ello hemos seleccionado un nuevo texto de la historiadora mrs. Helen Nicholson de su libro “The Knights Templar” que sin duda ayudarán a desmitificar algunas hipótesis.

Desde Temple Barcelona os agradecemos vuestra atención prestada.

Hammer relacionó el mito de los templarios con la leyenda del Santo Grial, sosteniendo que ésta representaba los misterios del gnosticismo. El hecho de que Wolfram von Eschenbach introdujera a los “templarios” en su retado del Grial llevó a Von Hammer y sus seguidores a creer que los caballeros del Temple (que no entendían lo que eran) debían de estar profundamente vinculados con la leyenda del Grial (que tampoco entendían muy bien lo que era). Los templarios aparecen citados por su nombre únicamente en la versión de Wolfram von Eschenbach y sus secuelas, pero su ausencia en otras obras no hizo sino incitar en los estudiosos el deseo de encontrar supuestas influencias ocultas del Temple en toda la saga del Santo Grial. En 1888, Alfred Nutt sugirió que la presencia de la cabeza cortada en el Peredur galés, que algunos especialistas consideraban la versión más próxima al relato original, implicaba la existencia de una relación entre el Grial y los templarios. La cabeza del Grial, sostenía el autor, debía de ser la famosa “cabeza de los templarios”, el ídolo que los hermanos eran acusados de adorar. (Nótese que Nutt no conocía la diferencia entre veneración, que es la acusación de la que fueron objeto los hermanos, y adoración). Ponía asimismo en relación la cabeza del Grial con la cabeza de san Juan Bautista, pero curiosamente no incluía también en su teoría al Hospital de San Juan. Quizá lo disuadiera el hecho de que la Orden del Hospital existía aún y habría podido emprender acciones legales por difamación contra él.

La gran especialista en literatura Jessie Weston, de comienzos del siglo XIX, creía que la relación entre las leyendas del Grial y los templarios estaba indudablemente probada, pero no sabía con seguridad cuál era en realidad. Su obra provocó una gran irritación en otros especialistas en la literatura artúrica, especialmente en John Douglas Bruce, pero carecían de suficientes conocimientos acerca de los templarios y el contexto histórico de la leyenda del Grial para refutarla. Las teorías de Jessie Weston siguen siendo muy populares en la actualidad y su obra ha sido reeditada con frecuencia; no obstante, en realidad estaba equivocada en todo lo que se refiere a los templarios y al Grial. […]

[…] La Orden del Temple ofrecía a los caballeros una vía completamente distinta para encontrar a Dios. Los templarios debían comprometerse con una orden religiosa y hacer voto de obediencia prometiendo acatar las órdenes de su superior sin rechistar, vivir sin mantener relaciones sexuales y sin poseer riquezas personales, y probablemente morir en combate contra los musulmanes. Las leyendas del Grial permiten a los caballeros encontrar a Dios sin tener que sacrificar su independencia de acción, sin tener que obedecer a nadie ni renunciar a sus riquezas. Además, los musulmanes pueden también encontrar el Grial; tienen que convertirse al cristianismo para poder verlo, pero pueden salir más airosos en la búsqueda que muchos cristianos. Esta situación no concuerda con el ideal de los templarios de luchar contra los musulmanes y matarlos como enemigos de Cristo.

El símbolo de la cruz roja sobre el escudo blanco, que aparece a menudo en los relatos del Grial, era en la Edad Media un símbolo habitual del martirio. Los templarios llevaban una cruz roja sobre fondo blanco, pero lo mismo hacían otros religiosos. Los caballeros que aparecen en los relatos del Grial portando una cruz roja son caballeros mártires de Cristo, no templarios. Los caballeros del Temple aparecen sólo en la versión de Wolfram von Eschenbach, y en ella llevan el símbolo del amor eterno, la tórtola, y no la cruz del martirio. Wolfram incluyó a los templarios en su obra por una razón muy concreta: para demostrar que su castillo del Grial era Jerusalén, guardada por los templarios. Los motivos de que quisiera hacer algo semejante deben de reflejar los intereses del mecenas que le encargó componer su Parzival, y los acontecimientos políticos ocurridos en el momento en el que escribió su obra: el conflicto entre Felipe de Suabia y Otón de Brunswick por el trono imperial. […]

[…] Recientemente, el supuesto conocimiento secreto de los templarios se ha asociado con la Sábana Santa de Turín, la reliquia conservada en la catedral de la capital piamontesa que algunos creen que es el sudario de Cristo. En 1978, se sugirió la idea de que este lienzo, que muestra una imagen de la cabeza de Cristo, tal vez fuera la famosa “cabeza de los templarios”. Unos análisis científicos modernos, publicados en 1989, han venido a datar la Sábana Santa en el siglo XIV, probablemente entre 1320 y 1340, con posterioridad por tanto a la disolución de los templarios. Los testimonios históricos indican que la sábana fue pintada en el siglo XIV a modo de icono o imagen de Cristo. Sólo con posterioridad se pensó que era la verdadera Sábana Santa. No obstante, los meros hechos no pueden poner fin a la especulación moderna. La idea de que el supuesto ídolo de los templarios era en realidad la mismísima cabeza de Cristo ha arraigado mucho últimamente y cabe esperar que en los próximos años aparezcan nuevas obras de “historia” de ficción siguiendo estas mismas líneas.

Los autores han pasado por alto el hecho de que la “cabeza de los templarios” que la orden tenía en su cuartel general era en realidad la cabeza de santa Eufemia, y que el pañero de la orden declaró específicamente que así era: “Nunca ha conocido ni conoce ídolos o cabezas de ídolos en la dicha orden; pero dijo que en la orden está la cabeza de santa Eufemia”.

Los “descubrimientos” modernos acerca de los templarios son en realidad una modalidad de literatura fantástica, con menos fundamento en acontecimientos históricos reales que la mayoría de las novelas históricas. A diferencia de los novelistas del siglo XIX, como Walter Scott y George Macdonald, los creadores de estos mitos modernos afirman que sus obras son verdadera historia y que se basan en una investigación histórica exhaustiva. En este sentido, sus obras se parecen a los relatos y poemas épicos medievales, cuyos autores afirman basarse en manuscritos latinos o incluso griegos encontrados en las bibliotecas de los monasterios, cuando en realidad se lo habían inventado todo. Pero mientras que los especialistas en literatura opinan en general que la sociedad medieval era consciente de que esos relatos y epopeyas eran en realidad invenciones, muchos lectores actuales creen que la moderna literatura fantástica acerca de los templarios es verdad.

Un fruto de esa moderna literatura fantástica acerca de los templarios son los juegos de ordenador en los que aparecen los caballeros del Temple luchando contra el mal o como portadores de conocimientos esotéricos. Para esos juegos, como para las novelas de Alejandro Dumas padre (muerto en 1870), la historia es una percha muy útil en la que colgar una buena idea.

Los templarios han servido también de inspiración para muchos otros productos modernos. Allí donde existiera una encomienda del Temple, la palabra “templario” puede utilizarse para vender cualquier producto local, desde un queso hasta un vino. Esta insistencia en los productos gastronómicos resulta curiosa en una orden que nunca se destacó por su excesiva afición a la comida y la bebida.

Desde que se desarrolló el movimiento masónico de finales del siglo XVIII, se han producido también muchos intentos de recrear la vida de los templarios. Evidentemente, la orden original no puede ser recreada: sus tierras se han perdido y su vocación resultaría bastante fuera de lugar en la sociedad moderna. Aparte de los francmasones alemanes, en el siglo XIX se fundó una orden neotemplaria francesa que acabó extinguiéndose, lo mismo que le ocurrió a la orden neotemplaria de Inglaterra. En la actualidad existen otras órdenes de este estilo. No todas ellas han sido sólo una escusa para que los miembros de la clase alta se disfracen y jueguen a ser caballeros. Algunas de las nuevas “órdenes del Temple” llevan a cabo obras de caridad, como los Buenos Templarios del movimiento pro de la sobriedad; otras tienen una faceta religiosa y pueden ser definidas como “masónicas”, ofreciendo a sus miembros nuevas ideas acerca de la naturaleza divina o lo que sea. Otras, en cambio, son una tapadera para actividades delictivas. Actualmente estas nuevas “órdenes templarias” son objeto de estudio académico en sí mismas. Constituye un extraño tributo a la constante atracción de esta orden religiosa ordinaria –cuya existencia duró menos de dos siglos y a la cual no se ha vuelto a saber desde hace casi setecientos años- el hecho de que no sólo la institución original, sino incluso el mito de la orden o las “falsas” órdenes modernas que llevan su nombre se hayan convertido en un capítulo de la historia con mayúsculas. (fin)

No hay comentarios:

Publicar un comentario