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jueves, 24 de noviembre de 2011

El pueblo templario: Iª parte


Desde la encomienda de Barcelona recogemos un nuevo texto dedicado a la historia del Temple para tratar cómo se comportaba y qué requisitos se esperaba de un templario. Y lo hemos hecho recuperando unas líneas elaboradas por el catedrático de historia, Alain Demurger, de su libro “Vie et mort de l’ordre du Temple”.

Desde Temple Barcelona os recomendamos su lectura.

“El caballo, como todo el mundo sabe, es la parte más importante del caballero” (Jean Giraudoux, Ondine, acto I, escena II). Profunda verdad que se aplica perfectamente al Temple. Tenemos la prueba en el hecho de que cuando un templario, por indisciplina, se sale de las filas durante la cabalgada, se le hace descabalgar y es enviado (a pie) al campamento, para que espere allí la sanción apropiada (artículo 163).

Pero el cabalo es también el primer regalo en que piensa un templario cuando quiere recompensar a “un hombre bueno del siglo, amigo de la casa” (artículo 82), venido en cruzada y que permanece algún tiempo al servicio de los Estados latinos.

El caballo y el número de caballos atribuidos a cada uno constituyen el criterio fundamental de las estructuras jerárquicas de la orden. Y en primer lugar, separa entre los hermanos a los combatientes, que “sirven al Rey Soberano con caballos y con armas” (artículo 9), de los demás. En el seno de los combatientes, señala la diferencia entre los caballeros, que disponen de tres monturas, y los sargentos, que no tienen más que una.

El caballo establece asimismo de manera sutil la jerarquía de los dignatarios de la orden. Todos tienen derecho a cuatro monturas, cierto. Pero el maestre de la orden posee además un caballo turcomano, caballo de origen oriental, nervioso y frágil, pero incomparable en el combate. A él se añaden dos o tres bestias de carga. El mariscal de la orden, responsable en particular de las operaciones militares, recibe la misma dotación. En cambio el senescal, pese a ser el segundo dignatario, sólo se le adjudica, aparte de los cuatro caballos, un palafrén, hermoso caballo de combate, pero ligeramente menos cotizado que el turcomano. El comendador de la ciudad de Jerusalén tiene únicamente tres animales, más un turcomano o un “buen rocín”. En cuanto a los dignatarios sargentos, no les corresponden más que dos caballos.

Las desigualdades no se detienen ahí. En tiempo de paz, los animales del maestre son mejor alimentados que los demás. “Cuando los hermanos del convento toman una medida de cebada para doce animales, los animales del maestre toman (una medida) para diez (animales)” (artículo 79). Sin embargo, esta jerarquía del caballo se borra en parte durante las operaciones de guerra. En ese caso, todos los animales reciben el mismo alimento. Y el maestre del Temple puede conceder a todos, caballeros y sargentos, una montura suplementaria.

Eso es cuando a los dignatarios de la orden. Ahora bien, el conjunto del pueblo templario está organizado del mismo modo. A decir verdad, hay varios esquemas jerárquicos que se imbrican. Aparece, por ejemplo, el esquema trifuncional de la sociedad feudal: los que combaten (caballeros y sargentos), los que oran (capellanes), los que trabajan (hermanos de oficio); o el esquema de la organización conventual: los hermanos de convento por un lado (caballeros, sargentos y capellanes), los hermanos de oficio por el otro, lo que se parece mucho a la distinción entre monjes y conversos de los cistercienses. Añadiremos a esto la separación social entre noble y no noble, que coincide imperfectamente con una separación casi profesional, caballero y sargento.

Los hermanos capellanes son sacerdotes, los únicos de la orden. Aseguran el servicio divino y la dirección de las almas.

En cuanto al orden de los combatientes, ha sido casi desde el principio dividido en dos categorías, caballeros y sargentos o legos, categorías que se distinguen por el caballo, el traje y las armas. Al comienzo, se exigía un solo requisito para entrar en la orden: ser de condición libre. Pero se viene esencialmente al Temple para combatir al infiel con las armas. Y sólo la clase de los caballeros, que aparece y se desarrolla casi al mismo tiempo que la organización feudal, está capacitada para hacerlo, ya que se ha apropiado las técnicas y los medios del combate a caballo.

De ahí proviene la distinción entre caballeros y sargentos, sobre la cual no debemos equivocarnos. Los sargentos pueden batirse a caballo. Están colocados en ese caso bajo la autoridad del “turcoplier” (artículo 171). Sin embargo, no figuran en primera línea en el dispositivo de la batalla. Van armados más ligeramente, pero equipados, y están menos entrenados. Por consiguiente, su línea no tiene la potencia de choque, con frecuencia irresistible, de la primera.

Esas diferencias, que son fundamentalmente diferencias de riqueza, hubieran debido borrarse en una orden a la que se entra haciendo voto de pobreza. En la práctica, el foso se ensancha más aún y corresponde a una diferencia de clases muy marcada, que coincide con la vigente en la sociedad medieval. A mediados del siglo XIII, el postulante que se presenta para pedir su admisión en el Temple debe indicar si entra como caballero o como sargento. Para ser hermano con antelación y ser hijo de caballero o, al menos descendiente de caballero por la línea masculina. Esto se convierte en un privilegio. Los complementos lo dicen claramente:

“Si fueseis siervo de un hombre y él os reclamase, se os devolvería a él […]. Y si sois hermano caballero, no se os pregunta nada de eso, pero se os puede preguntar si sois hijo de caballero y de dama, y si sus padres son de linaje de caballero, y si sois de matrimonio legal” (artículo 673).

La situación social en el siglo determina así el lugar en la jerarquía del Temple. La orden no actúa como instrumento de promoción social. Esta evolución no es exclusiva del Temple. Incluso resulta más espectacular en la orden de los hospitalarios, que al principio no hacía la distinción entre caballero y sargento. La introducen los estatutos de 1206, que ratifican su transformación de la orden caritativa y militar. No obstante, los hospitalarios rechazan la diferencia de hábito. La orden de los caballeros teutónicos, que apareció a finales del siglo XIII, estableció desde el principio ambas categorías: hermanos caballeros y hermanos legos militares.

Capellanes y combatientes constituyen la societas de la orden. Son los hermanos (fratres) del Temple, que han pronunciado los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, verdaderos religiosos. Numerosos en Tierra Santa, en España, en el “frente”, con ellos, sobre el terreno, se encuentran caballeros que se han asociado al Temple mediante una especie de contrato de duración determinada. Se les llama milites ad terminum. Se unen a la orden para combatir. Por lo tanto, suponiendo que hayan firmado su contrato en Occidente, no se retrasan y parten rápidamente hacia el lugar del combate. Comparten la vida de los hermanos y se someten a las obligaciones religiosas y disciplinarias de la orden. Al finalizar el contrato, el caballero “a plazo fijo” cede la mitad del precio de su caballo. (continuará)

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