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lunes, 4 de febrero de 2013

Evangelio dominical: Al oír las palabras de Jesús se enfurecieron, pero Él continuó su camino.




Desde la encomienda de Barcelona continuamos nuevamente con la meditación del evangelio del Día del Señor. Ciertamente, debe resultarnos agradable el intentar extraer de las Sagradas Escrituras, el mensaje que Jesús nos ofreció y que fue redactado por sus discípulos más cercanos.

Por ello desde Temple Barcelona, os invitamos a que en privado y en apetecible silencio lo reflexionéis.

‘Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír".
Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?".
Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me citarán el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo'. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún".
Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.
Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país.
Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio".
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron
y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino’.(Lc 4, 21-30) 

Reflexión:

Como bien sabemos, muchas veces hemos escuchado la expresión de que “nadie es profeta en su tierra”, aunque más bien deberíamos decir: “la verdad ofende”. Lucas nos manifiesta con estos versículos que la prédica de Jesús ante los poderosos y los conservadores de Israel, despertaba irritabilidad entre ellos. Pero Jesús, lejos de asustarse ante su furia desatada, continuaba con su camino. He aquí la esencia del mensaje: ser fieles a nuestras convicciones, mas sabiendo que las obras que ejecutaremos deben ser un acto de amor; es decir, que salga de nuestro corazón sin que sea necesario que alguien nos ordene hacerlo. ¡Aquél que sea capaz de mostrar un amor puro, ése sin duda tendrá la mejor posición para disfrutar del Reino Celestial!.

Plegaria

¡Señor! Emblandece nuestros corazones para que no perdamos la calma y la prudencia y haz que brote en ellos la fuente fecunda del amor.

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