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miércoles, 25 de abril de 2012

Padre Gabriele Amorth: una vida consagrada a la lucha contra Satanás



Desde la encomienda de Barcelona queremos continuar con el apartado dedicado a concienciarnos del peligro que siempre acecha a la persona a través de las fuerzas del mal.

A través del padre Amorth, gracias a sus experiencias en el mundo del exorcismo, podemos ser conscientes de que Satanás nunca desfallece y acabará intentando “salirse con la suya”. Por ello hemos seleccionado un nuevo texto de este archiconocido exorcista de su libro “Memorie di un esorcista –La mia vita in lotta contro Satana-“.

Desde Temple Barcelona aconsejamos su lectura.

El discernimiento

El último caso que ha descrito me lleva a pedirle que, en beneficio de nuestros lectores, profundice usted en el tema de la capacidad de discernimiento, algo indispensable para todo exorcista que se enfrente a un caso. ¿Es cierto lo que se dice del padre Candido, que sólo mirando a una persona ya sabía si tenía un problema concreto?

Exacto. El padre Candido poseía discernimiento. Tenía un don, un carisma del discernimiento extraordinario. Tenga en cuenta que sólo recibía visitas por la mañana, y nunca en domingo; aun así, había llegado a recibir a ochenta personas en una sola mañana. Entraban de dos en dos, rezaba una oración  muy breve y luego les decía: “Vuelva”, o “No vuelva”. “Vuelva” significaba que había algo, “No vuelva” significaba que no había nada demoníaco.

Incluso lo sabía con sólo mirarle la cara a alguien. Le diré más: era capaz de hacer diagnósticos a partir de fotografías, siempre y cuando se vieran bien los ojos, porque a veces, en las fotos, los ojos no se apreciaban…Ya ve, hacía diagnósticos sólo con fotos. Y curó a muchas personas que padecían tumores.

A mí me ocurrió algo parecido. Traté a varias mujeres con quistes en los ovarios que luego se curaron. Las tenían que operar, venían a verme para que las exorcizara y me decían: “Padre, deme su bendición, me van a operar”. Yo les practicaba un exorcismo normal y luego se iban a casa. Antes de la operación, les hacían un último análisis, con un TAC, y ya no tenían nada. En estos casos podemos hablar de plegaria de curación.

Yo hago plegarias de curación y plegarias de liberación, e incluyo ambas en el exorcismo, porque en el Evangelio también iban juntas. El Señor solía hacer ambas cosas: curar enfermos y expulsar demonios. Y, como el Evangelio dice: “Expulsad a los demonios y curad a los enfermos”, yo practico el exorcismo con la intención de que la plegaria tenga también poderes curativos. Gracias a Dios, hasta ahora no he tenido casos tan graves como los del padre Candido, que llegó a curar enfermedades para las que no había esperanza.

El padre Candido trató a personas que sufrían fuertes dolores de cabeza debidos a tumores. Iban a verlo y, después de su oración de exorcismo, el tumor desaparecía; no de forma inmediata, sino al cabo de unos días. Entonces, los enfermos llamaban para contar lo ocurrido: “Esta noche me he curado”, o “Todos los tratamientos y medicinas que me dieron no me han servido para nada. En cambio, después de su bendición…”. En estos casos, aparte de la sintomatología médica, quizá se hubiera producido una leve vejación.

A diferencia del padre Candido, yo no estoy dotado de un carisma del discernimiento especial; para evaluar un caso, tengo que practicar un exorcismo de diagnóstico. Es decir, necesito ver la reacción al exorcismo y, después, hacer un seguimiento del caso. A veces, los exorcismos no provocan reacciones inmediatas, sino que los pacientes regresan a casa y mejoran al cabo de uno o dos días. Me llaman para decírmelo, como si fuera algo extraordinario, y luego vuelven. Practico más exorcismos y la mejoría empieza a ser inmediata, hasta que el trastorno desaparece. En cambio, la primera vez que vienen observo su reacción y, aparentemente, no ocurre nada. Sí, a veces se mueven y chillan, pero algunos de ellos no experimentan una reacción seguida de un cambio. Más adelante me dice: “Nadie podía quitarme ese mal. En cambio, después de su bendición…”. Yo las llamo bendiciones para no asustar a nadie con la palabra exorcismo, y son tan efectivas que el trastorno desparece. A veces, durante la primera etapa, el efecto tiene una duración limitada. Me dicen: “Padre, después de su bendición estuve bien un mes, pero ahora el mal ha vuelto”. Respondo: “Pues vamos a repetirlo, quizá eso signifique que usted necesita una bendición al mes”. La verdad es que cada caso es distinto.

Con todo, puedo afirmar que la cabeza y el estómago son los dos puntos más vulnerables, aunque el demonio ataca en todas partes: huesos, piernas, con frecuencia en el útero o los genitales. A veces, los hombres dejan de tener erecciones y, después de la bendición, vuelven a la normalidad.

Lo ideal sería practicar un exorcismo al día

Si tuviera un solo paciente, lo ideal sería practicar un exorcismo al día. Si no, al menos una vez a la semana; o sea, más de cincuenta exorcismos al año por persona. Pero… mire usted mi calendario. Arriba anoto las visitas de la mañana, abajo, las de la tarde. Aquí tiene, por ejemplo, el mes de diciembre, que no fue uno de los más sobrecargados: todo lleno, incluido el día de Navidad.

En cuanto a la duración del exorcismo, suelo tardar media hora, pero a veces no es suficiente, porque hay que continuar hasta que la persona despierta. Si el paciente cae en trance, debemos esperar a que recobre el sentido. Cuando vuelven en sí están alegres, contentos, se sienten curados; pero no es así. Al cabo de unas horas, o al día siguiente, vuelven a caer en lo mismo.

Recuerdo un caso único, el exorcismo más largo que he hecho. Era un 8 de diciembre, un día especial, dedicado a la Inmaculado Concepción. El padre Candido exorcizó durante años a esa señora y luego me la pasó a mí. Yo la veía una vez a la semana; ese día, otro exorcista y yo le practicamos un exorcismo de cinco horas y media. Después, se la veía tan liberada…Besos, abrazos, felicidad, estaba radiante. Sin embargo, al cabo de una semana, volvía a estar como antes. Era un caso muy peculiar. Tenía muchos demonios dentro, y el diablo había echado profundas raíces en ella. No creo que esa señora, a la que el padre Candido había tratado mucho tiempo y a la que seguí tratando yo, esté liberada ni siquiera ahora, con sesenta años cumplidos. Ha mejorado, esos sí; puede hacerlo todo, llevar una vida autónoma, es una buena esposa, tiene hijos, trabaja…

Al principio, cuando fue a ver al padre Candido, sufría dolores en todas partes, sobre todo en la cabeza, sin razón aparente. La habían visto muchos médicos y ninguno encontraba una explicación. La mujer era víctima de unos maleficios; en realidad, el origen del 90 por ciento de los casos son los maleficios. Una vez, al llegar a su casa para exorcizarla (cuando estaba en Roma venía a mi despacho, pero cuando yo iba a Capranica, el exorcismo se  hacía en su casa; ese día yo estaba un poco desmoralizado, aunque intentaba disimularlo), la señora me dijo: “Padre Amorth, usted sabe que nosotros somos muchos hermanos, todos casados y con hijos. Ninguno de nosotros rezaba, ninguno íbamos a misa. Desde que yo empecé a tener problemas, todos van a misa, todos rezan juntos el rosario”. Entonces me dije: “Señor, ahora comprendo por qué ha durado tanto tiempo”. El Señor consigue grandes bienes espirituales a través de esos sufrimientos. He visto familias alejadas de la religión que se han transformado por completo al tener un caso de este tipo; de pronto, todos van a misa, oran, rezan el rosario, hacen peregrinaciones… 

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