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jueves, 24 de junio de 2010

San Juan Bautista


Hoy 24 de junio se conmemora la festividad de San Juan Bautista, un santo muy especial para la Orden del Temple. Por ese motivo desde la encomienda de Barcelona, hemos elegido un texto de nuestro buen amigo, el periodista y escritor, Jesús Ávila Granados, que fue publicado en el libro “Codex Templi”.

Deseamos que su contenido sea de vuestro agrado.

Imagen de Juan bautizando a Jesús en el Jordán.


En primer lugar, es preciso recordar que no debemos confundir a San Juan Bautista con San Juan Evangelista; el primero, relacionado con el solsticio de verano –de ahí su efemérides, el 24 de junio-, mientras que el segundo, autor del Apocalipsis, fue el más hermético de los evangelistas de Cristo, relacionado con el solsticio de invierno (27 de diciembre).

San Juan Bautista, hijo de Zacarías y de Isabel, es una de las figuras más representadas en el arte cristiano (después de Jesucristo y la Virgen María). Corrió la misma suerte que San Bartolomé y murió decapitado, a los pocos días de haber bautizado a Jesucristo en las cristalinas y sagradas aguas del Jordán.

Su nacimiento tuvo lugar un 21 de junio mientras que su muerte, por degollación, fue el 29 de agosto, como lo confirma el santoral cristiano. Numerosos estudiosos del Nuevo Testamento y de la historia medieval se han interesado por la figura de este santo, cuyo nombre se repite incesantemente en la tradición religiosa occidental. El investigador francés Alexandre Masseron explica la relación entre San Juan Bautista y la duración de los días en los siguientes términos: “Juan fue achicado de la cabeza (al ser decapitado, la altura corporal de San Juan Bautista mermó); pero el Cristo, izado a la cruz, se hizo más grande. Esta proclama anuncia también la duración del día; cuando nace Juan (21 de junio), los días comienzan a menguar; cuando nace Cristo –o el Evangelista, podríamos añadir –empiezan a crecer”. (Alexandre Masseron: Saint Jean Baptiste Dans l’art. Arthaud, París, 1957).

El filósofo e investigador valenciano Juan García Atienza se muestra también muy interesado por la estrecha relación de este santo con los ciclos del astro rey: “San Juan Bautista es, en el dúo sagrado de los Juanes, la imagen popular y exotérica de un misterio equinoccial en el que se igualan los contrarios”. (Juan García Atienza: Santoral diabólico. Martínez Roca, Barcelona, 1988; pág. 111).

Los nazarenos, rama de la secta de los ebionistas (finales del siglo I), eran conocidos como “bautistas”; también se llamaban “sabeanos” y “cristianos de San Juan”. Para ellos, el Mesías no era el Hijo de Dios, sino un profeta que quiso seguir a Juan el Bautista (lo mismo pudieron pensar algunos templarios). El pensador cristiano alejandrino Orígenes (185-253) observa que “existen algunos que dicen de Juan el Bautista que él era el Ungido (Christus)”(Orígenes, vol.II). Cuando las concepciones metafísicas (conocimiento puro) de los gnósticos, que veían en Jesús al Ungido y al Logos, empezaron a ganar terreno, los primitivos cristianos se separaron de los nazarenos, quienes acusaban a Jesús de pervertir las doctrinas de Juan y de haber modificado el bautismo en el Jordán. (Cfr. Codex Nasaraeus, liber Adami appellatus, 3 vols. Trad. Matthias Norberg, Literis Berlingianis, Lund, 1815-1816).

San Juan Bautista fue el santo más venerado por los templarios. Los monjes-guerreros veneraban su doble dimensión: como guardián del Cielo y del Infierno –en estrecha vinculación con la divinidad romana Jano, cuya imagen de doble rostro tenía la capacidad de mirar simultáneamente al pasado y al futuro-.

En numerosas construcciones templarias se puede observar el mágico efecto de la irradiación solar del primer rayo del amanecer durante los solsticios y equinoccios. Uno de estos singulares edificios, que lamentablemente amenaza ruina, es la iglesia de Santa María del Camino, que se encuentra en la localidad Soriana de Brías (exactamente, a 13 kilómetros al sur de Berlanga de Duero). Tras el examen de algunos archivos parroquiales, descubrimos que esta humilde ermita se levantó bajo la advocación de San Juan Bautista.

(El autor de este artículo descubrió en la parte superior de la bóveda una cruz paté devorado por la hiedra; despejó las ventanas saeteras e intuyó que el día 21 de junio se produciría “el milagro del solsticio”. Efectivamente, ese día, el primer rayo solar atravesó la saetera del ábside y se proyectó en el capitel opuesto, iluminando el motivo escultórico que hasta entonces permanecía en penumbra: se trataba de una escena de la Natividad).

No es una casualidad que, a pocos metros de esta sencilla iglesia, que conserva su interesante portada en archivoltas, se halle una antigua fuente romana, cuyas milagrosas aguas han curado a numerosas personas de la zona y a los viajeros que utilizaron el eje de comunicaciones de las dos calzadas antiguas que se cruzan exactamente junto al nacedero.

La Iglesia católica trasladó la festividad de San Juan Bautista –que coincide con el día más largo del año y el inicio de su decadencia solar: el solsticio de verano- del 21 de junio al 24 de ese mismo mes.

Se han mantenido buena parte de las tradiciones que, desde los tiempos medievales, se vienen celebrando en todo el mundo occidental en la festividad de San Juan Bautista. Algunas vinculadas al fuego: se encienden hogueras en calles y plazas (noche de San Juan), en un intento de dar mayor fuerza al astro rey, para que preñe de luz y vida a las personas, animales y plantas con la llegada del verano, siendo, además, un claro homenaje a la fertilidad, y el ruego a las fuerzas celestiales para que las cosechas sean abundantes.

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