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lunes, 18 de octubre de 2010

Los puertos templarios


Desde la encomienda de Barcelona, queremos compartir con todos nuestros lectores un tema que todavía sigue fascinando a muchos amantes del Temple: sus puertos.


En una carrera por el control marítimo de Occidente, la Orden del Temple apostó por tener numerosos puntos logísticos con vistas a ese comercio. Es por ello que deseamos compartir un texto del historiador y escritor francés Michel Lamy, recogido en su libro “La otra historia de los templarios”.


Aunque existan algunos puntos en los cuales discrepamos bajo el rigor histórico, creemos conveniente que se tengan en cuenta para una meditada reflexión sobre la envergadura socioeconómica que supuso el Temple para los estados cristianos.


Deseamos desde este humilde rincón que su lectura sea interesante.


Imagen del puerto de La Rochelle


Los puertos del Mediterráneo

Para asegurar su independencia, los templarios trataron de poseer unos puertos privados. Tal fue el caso de Mónaco, Saint-Raphaël, Mallorca, Colliure, y sin duda Martiguez, Mèze, en la cuenca de Thau que no estaba separado aún del mar, y Saint-Tropez. Hacia el Canal de la Mancha, cabe citar Saint-Valéry-en-Caux y Barfleur, así como Saint-Valéry-sur-Somme. En Bretaña, podemos señalar asimismo el puerto templario de Ile-aux-Moines, especialmente bien protegido puesto que estaba situado en el golfo de Morbihan. Allí embarcaban por lo general peregrinos en dirección a Santiago de Compostela. Estos puertos privados no bastaban, sin embargo, para cubrir las necesidades de la totalidad de su tráfico mercantil. Por ello mantenían además muelles en otros puertos importantes como Toulon, Marsella, Hyères, Niza, Antibes, Villefranche, Beaulieu, cedidas por el conde de Provenza, lo que no dejaba de plantear algunos problemas. Los armadores locales, que no se beneficiaban normalmente de ningún privilegio semejante, consideraban esta competencia un tanto desleal. El clima era incluso francamente de crítica en algunos casos. En Marsella, las autoridades tuvieron que ceder en parte a la presión y limitaron derechos de los navíos templarios al comercio realizado únicamente con Tierra Santa y con España. Esto es particularmente interesante, puesto que significa que estos dos polos importantes del comercio mediterráneo estaban lejos de ser los únicos que interesaban a los templarios. En cualquier caso, considerando esta restricción como inadmisible, los templarios, pronto seguidos por los hospitalarios, abandonaron el puerto de Marsella para anclar sus bajeles en Montpelier. Los marselleses comprendieron rápidamente que este desvío del tráfico marítimo les reportaba más pérdidas que ganancias. La clientela del Temple era fiel y estaba dispuesta a cambiar de puerto para pedir prestados o poder alquilar sus bajeles. Los marselleses tuvieron entonces que suplicar para ver regresar a las dos órdenes militares. Se terminó concertando un acuerdo, según el cual dos veces por año un navío templario y otro hospitalario partirían de Marsella sin pagar el menor arancel. Muy inteligentemente, la Orden del Temple no hizo uso de esta posibilidad para embarcar sus propias mercancías, que siempre podía cargar en otros puertos que le pertenecían, sino tan sólo para llenar sus bodegas de productos pertenecientes a mercaderes marselleses. Lo cual confirma, si es que fuera necesario, que los templarios eran unos empresarios especialmente sagaces y ladinos. Y dado que también eran unos organizadores natos, contribuían en la medida de lo posible a las mejoras técnicas y a la seguridad de los puertos. Así, en Brindisi, se debe a ellos la construcción de un faro.


El puerto de la Rochelle

Un puerto parece haber merecido muy especialmente la atención de la Orden del Temple: el de la Rochelle. ¿Por qué? Cierto que se trataba de un abra particularmente bien resguardada gracias a la isla de Ré y a la isla de Oléron. Entre ambas, un canal que sigue llevando el nombre que le fuera dado por los templarios: el Pertuis d’Antioche. Ello no explica sin embargo, que seis grandes rutas templarias hayan desembocado en La Rochelle y se diría algo bastante descabellado cuando sabemos que este puerto estaba destinado a no servir a los templarios más que para asegurar la exportación de los vinos de Burdeos hacia Inglaterra.


En Los misterios templarios. Louis Charpentier describe estas seis vías templarias:


  1. La Rochelle-Saint-Vaast-La Hougue-Barfleur con rutas adyacentes hacia la costa atlántica y Bretaña.
  2. La Rochelle-bahía de la Somme por Le Mans, Dreux, Les Andelys, Gournay, Abbeville.
  3. La Rochelle-Las Ardenas, por Angers, la región parisina y la Alta Champaña.
  4. La Rochelle-La Lorraine, por Parthenay, Chatellerault, Preully-en-Berry, Gien, Troyes: ruta reforzada desde Preully hasta el bosque de Othe por Cosnes.
  5. La Rochelle-Gènove, por el Bajo Poitou, la Marche, el Mâconnais, con desvío en Saint-Pourçain-sur-Siole hacia Châlon y Besançon.
  6. La Rochelle-Valence du Rhône por el Bas-Angoumois, Brive, Cantal y Puy, reforzada por una ruta que unía La Rochelle con Saint-Vallier por Limoges, Issoire y Saint-Etienne.


Además existía na verdadera red de encomiendas para proteger La Rochelle y ello en un radio de uno ciento cincuenta kilómetros. Se contaban una cuarentena de encomiendas protegidas por la cercanía unas de otras en las Charentes. A menos de cincuenta kilómetros, se encontraba Champgillon, Sènes, Saint-Gemme, Bernay, Le Mung, Port-d’Envaux. Una veintena de kilómetros más allá, cabe señalar Saint-Maixent, La Barre y Clairin, Ensigne, Brêt, Beauvais-sur-Matha, Aumagne, Cherver, Richemont, Châteaubernard, Angles, Goux, Les Épaux, Villeneuve. Si añadimos otros treinta kilómetros, encontramos de nuevo una quincena de encomiendas. Sin duda, podría tomarse un buen número de lugares en Francia y encontrar a una misma distancia un entorno de encomiendas igual de nutrido, sin que ello deba llevarnos a hacer conjeturas aventuradas. En el caso de La Rochelle, sin embargo, conviene añadir que los templarios habían instalado en ella, sin motivo aparente, una casa provincial que tenía dominio sobre numerosas otras encomiendas y establecimientos.


Está descartado conceder a este puerto ninguna importancia en relación con Oriente. A lo sumo cabría pensar que se trataba de una escala práctica en una ruta marítima que conducía de Inglaterra a España o a Portugal. Incluso esto dista mucho de ser evidente, pues otras soluciones parecen mucho más lógicas. En efecto, La Rochelle está demasiado al sur para que las relaciones con Inglaterra resultaran muy rápidas y demasiado al norte para relaciones con Portugal.


Jean de La Varende fue sin duda el primero en plantear una hipótesis para tratar de explicar la importancia de este puerto a los ojos de los templarios. Escribía:


“Los bienes del Temple eran monetarios. Los templarios habían descubierto América, México y sus minas de plata”.


Hipótesis descabellada sin duda, toda vez que no es posible encontrar ninguna prueba irrefutable en este sentido. Pero merece la pena examinarla un poco más detenidamente. ¿Por qué, de entrada, diríamos que esta hipótesis es una simple broma? Por el hecho de que América fuera descubierta mucho más tarde por Cristóbal Colón, y que ello además fue fruto del azar, puesto que lo que él perseguía era llegar a las Indias por el Oeste. Ello es discutible y esta última afirmación merecería ser incluida entre las imposturas de la Historia. Cristóbal Colón no descubrió nada en absoluto y, en su época, hacía ya mucho tiempo que el continente americano era regularmente visitado.

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