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viernes, 9 de septiembre de 2011

Padre Gabriele Amorth: una vida consagrada a la lucha contra Satanás


Desde la encomienda de Barcelona, recuperamos nuevamente el apartado dedicado a las experiencias del exorcista oficial del Vaticano. Se trata del padre Amorth, donde gracias a su libro “Memorie di un esorcista –la mia vita in lotta contro Satana-“, nos acerca a conocer mejor su lucha contra el Príncipe del mundo.


En esta ocasión hemos recogido sus reflexiones donde culpa a la Iglesia, en cierto modo, e invita a sus colegas –especialmente a los obispos- a luchar más activamente contra las fuerzas del Maligno. Pero para que esa contienda sea eficaz, es necesario autoconvencerse de que Satanás existe y que no cesa en su empeño de “apresar” a más almas para que le sirvan en el Infierno.


Desde Temple Barcelona, deseamos que encontréis interesantes sus meditaciones.


La Iglesia debería hablar más


En su opinión, ¿la Iglesia advierte suficientemente a los fieles sobre los peligros que suponen charlatanes, brujos y cartománticos?


Por desgracia, no. Dicen que la página más leída de los periódicos es la de los horóscopos. Y parte de la Iglesia es el verdadero problema, porque muchos curas no creen en esas cosas; además, en los seminarios han dejado de estudiarse tres tratados fundamentales.


En el primer tratado, De Deo creante, se estudiaba la creación de Dios, el modo en que Dios creó a los ángeles, el pecado de los ángeles, la división entre ángeles y demonios…Y ya no se estudia.


El segundo tratado era el de moral, y en él se prohibía consultar con brujos y cartománticos, tal como se indica en la Biblia: “A los hechiceros no los dejaréis con vida”. A Jesús lo acusaron de estar poseído: “Está poseído por Belcebú, […] y con su ayuda expulsa demonios”. Y Él respondió: “Si Satanás lucha contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, y pronto llegará su fin”. En el tratado se mencionaban y condenaban todas estas prácticas: consultar con brujos, cartománticos y demás. Pues bien, ahora ya no se estudia.


El tercero era un tratado sobre espiritualidad. El texto hablaba de vida espiritual, desde luego, pero también de los ataques del demonio y de exorcismos. Se enseñaba explícitamente este tema. Ahora, en cambio, ya casi no se habla de estos tres tratados, ni siquiera en las Universidades Pontificias.


Los jóvenes salen del seminario, se convierten en sacerdotes sin haber oído hablar nunca del demonio ni de exorcismos, y menos aún del peligro que suponen la brujería y otras ciencias ocultas; tampoco de posesiones diabólicas. Por tanto, no creen en ello, no predican sobre estos temas. Muchos curas, tras asistir a mis exorcismos, me han dicho: “Padre Amorth, yo antes no creía, pero ahora sí creo”.


Jesús practicaba exorcismos en plena calle; ahora hay que practicarlos a escondidas.


Países sin exorcistas


¿Qué consecuencias tiene ese silencio sobre el diablo que, como usted dice, se guarda desde hace tiempo incluso en el seno de la Iglesia?


La primera consecuencia es que me escriben desde muchos países lamentándose de la ausencia total de exorcistas. Y me refiero a países de primer plano, como Alemania, Austria, Suiza, España o Portugal, por citar sólo algunos. En estos países no hay exorcistas. [Cabe precisar que actualmente en el caso de España, existen dos exorcistas reconocidos por la Iglesia: el padre Juan José Gallego, nombrado por la Archidiócesis de Barcelona y el padre José Antonio Fortea, escogido por la Archidiócesis de Madrid.] Muchos fieles me escriben porque quieren venir a Roma a recibir mis exorcismos. Sólo que no puede ser, porque estoy desbordado de trabajo, de casos. Por eso los remito a grupos de Renovación, o a curas que hagan plegarias de liberación; si se hacen con fe tienen el mismo efecto que los exorcismos propiamente dichos, como he explicado antes.


Al hilo de todo esto, me gustaría señalar que en la vida de muchos santos hay numerosos episodios que testimonian cómo éstos, sin ser exorcistas, liberaban a la gente del demonio. Mencionaré a un santo que no ha sido nombrado oficialmente patrón de los exorcistas, pero al que se suele considerar protector de este colectivo: san Benito. Pues bien, san Benito no era sacerdote ni exorcista. Era monje, pero sus plegarias de liberación eran muy efectivas. Otro caso: santa Catalina de Siena. Cuando los exorcistas no conseguían liberar a alguien, se lo mandaban a santa Catalina, que no era cura ni exorcista; ella rezaba y con su fe obtenía liberaciones portentosas. Lo mismo hacían otros hombres y mujeres con su fe y su santidad. También hay testimonios de que el padre Pío, que nunca fue exorcista oficial, liberó a varias personas de la influencia y acción del maligno.


Los jóvenes sacerdotes están interesados, pero los obispos…


Volviendo al problema de la sucesión, es decir, a la necesidad de encontrar nuevos exorcistas, quisiera preguntarle, don Gabriele, si hay sacerdotes jóvenes interesados en dicho ministerio.


Muchas veces hay jóvenes sacerdotes dispuestos a ello, pero el obispo se lo prohíbe. También hay algunos ejemplos negativos…Me refiero a que, a veces, un obispo retira la facultad de exorcizar a exorcistas con mucha experiencia, y se la da a cuatro novatos que acaban de empezar. Es algo completamente absurdo, pero ocurre, aunque, en el Nuevo Ritual, entre los requisitos que se piden o sugieren a un cura para ser exorcista está la experiencia. Por tanto, el obispo les hubiese tenido que decir a esos cuatro: “Aprended de vuestros compañeros más expertos”.


Yo recibí una enorme gracia, nunca me cansaré de repetirlo. ¿Ve ese cuadro de allí? Es el padre Cándido Amantini, exorcista en el santuario de la Escalera Santa durante treinta y seis años. El cardenal Poletti me nombró ayudante del padre Candido, y así recibí la gracia de hacer prácticas con un gran maestro. Era un hombre santo y tenía carismas muy especiales: podía hacer diagnósticos a partir de una fotografía, siempre que se vieran bien los ojos.


Muchos curas vienen a verme; a algunos se les da muy bien y hay uno especialmente bueno, pero no le han concedido la facultad de exorcizar. Para dar la facultad, hay que reunir a los obispos de la diócesis y exponerles todos los casos. Uno de los obispos le tiene ojeriza a este sacerdote y se opuso. Lamentablemente, basta con que uno de los auxiliares diga que no para detener el proceso. Y este cura sería un gran exorcista, porque es muy bueno. A pesar de todo, siempre vienen a ayudarme. Aquí no me dan permiso para tratar casos graves, aunque yo los trato de todas formas, excepto si son muy gritones (y aun así hago alguna excepción). Dos veces a la semana, los martes y los viernes, voy a la Iglesia de la Inmaculada; siempre me ayudan de ocho a diez personas con su oración y sus manos; además, tengo una camilla…Y está el sacerdote de quien le hablaba; es joven, unos treinta y cuatro años. Esos días siempre viene el caso más difícil que tenemos: una persona furibunda. El sacerdote le pidió al obispo de la diócesis a la que pertenece esta mujer que le diera permiso para exorcizarla, y se lo dio. Muchas veces los obispos conceden la facultad sólo para un caso específico. De modo que ahora la exorciza. Esta mujer es increíble, chilla mucho, tiene una fuerza tremenda; debemos atarla y sujetarla. Hay muchos demonios en su interior. Lo normal es que haya más de uno, y en personas muy fuertes suelen ser más numerosos. Algunos casi siempre están presentes: Satanás, Lucifer, Asmodeo (¡terrible!), Lilith, Belcebú…

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