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miércoles, 5 de marzo de 2014

Padre Pío: correr, correr y correr

Desde la Encomienda de Barcelona regresamos con una carta escrita del libro del periodista y escritor José María Zavala de su obra “Padre Pío: Los milagros desconocidos del santo de los estigmas”, donde distintas personas devotas de este santo estigmatizado, manifiestan sus gracias, en este caso que recogemos de Méjico, de recuperación física.

Desde Temple Barcelona deseamos que su contenido os sea reconfortante.


Por José María Zabala

La artritis reumatoide me dejó fuera de combate en julio de 2009.

Tan fuertes eran los dolores en manos y pies, que solía superar peligrosamente la dosis de antiinflamatorios y calmantes recomendada por el médico.

De repente, un día desaparecieron los dolores en un 75 por ciento. No tuve ya necesidad de tomar gragea alguna, ni de inyectarme calmantes. La palpable mejoría no podía asociarse a ningún medicamento. Era, simplemente, obra de Dios por intercesión del Padre Pío, a quien oraba con gran fe y devoción.

Hasta entonces, levantarme cada día había supuesto una lucha titánica. Nada más incorporarme de la cama, debía tomar un baño de agua caliente para que mis articulaciones recuperasen algo de flexibilidad. Pero, como digo, un día me levanté repentinamente sin ninguna dificultad, duchándome incluso con agua fría.

Mientras me dirigía al trabajo, sentía ganas de correr. De hecho, más de una vez cubrí así el trayecto hasta la oficina. Para mi sorpresa, al llegar corriendo al despacho o regresar del trabajo, mis piernas no presentaban la menor hinchazón.
Recientemente, el traumatólogo me suprimió las inyecciones de cortisona, dándome cita para dentro de cuatro meses. Algo impensable hace escaso tiempo.
Ahora me levanto con unas ganas enormes de vivir. Puedo subir y bajar las mismas escaleras que antes eran para mí un obstáculo casi insalvable.

¿El secreto? Orar al Padre Pío. Créanme: no hay medicamento más eficaz en el mundo. Me encanta visitar a Jesús Sacramentado y recordarle que a veces me comporto mucho peor que San Pedro, negándole más de tres veces. Pero Él siempre me perdona con su infinita misericordia, sanando mi alma… y mi artritis reumatoide.
Samuel Francisco García Rochin
Tijuana (Méjico)


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