© 2009-2019 La página templaria que habla de cultura, historia y religión - Especial 'Proceso de los templarios'

viernes, 18 de mayo de 2012

Conociendo a Jesucristo: ¿Cómo se veía Jesús a sí mismo?




Desde la encomienda de Barcelona proseguimos con el apartado destinado a conocer mejor la vida y obra de Nuestro Señor Jesucristo. Para ello hemos vuelto a seleccionar un nuevo texto, donde gracias a su autor, el teólogo J.R. Porter, nos explica en su obra “Jesus Christ” cómo se veía Jesús a sí mismo. Ayudándonos en gran medida a comprender mejor la doctrina y naturaleza del Salvador.

Desde Temple Barcelona os recomendamos encarecidamente su lectura.

Recreación de Jesús sanando a un ciego.

El sanador de cuerpo y Alma

Los actos de sanación y exorcismo de Jesús formaron la mayor parte de su actividad y produjeron gran impresión entre los que le rodeaban. En un primer momento, las sanaciones de Jesús fueron una respuesta al sufrimiento individual –los evangelios le describen movido por la compasión en presencia de personas con problemas-. Este hecho refleja su especial preocupación por las cuestiones sociales, ya que aquellos con enfermedades, como la lepra, con frecuencia eran denostados por sus conciudadanos.

La diferente estructura de cada historia de sanación de los evangelios representa la forma en que este tipo de relatos se conservaron y se transmitieron en la Iglesia primitiva. Hasta cierto punto, podrían estar influidos por la manera convencional en que se describieron las sanaciones milagrosas de otros sanadores de la época, tanto judíos como paganos. Ciertamente, Jesús podría haberse visto a sí mismo en algunos aspectos como uno más entre los muchos sanadores y exorcistas carismáticos de la Palestina, y los evangelios indican que algunos de sus oponentes le veían de esta manera. Se ha escritos que él mismo reconoció el poder de otros hacedores de milagros (Mat 12, 27; Mc 9, 38-39; Lc 9, 49-50, 11, 19).

Sin embargo, Jesús también era significativamente diferente de los demás curanderos, porque sus sanaciones tenían un gran propósito subyacente. Cuando los discípulos de Juan el Bautista preguntaron a Jesús si era el que “había de venir” –el Mesías-, Jesús contestó refiriéndose a sus sanaciones milagrosas con palabras extraídas de las profecías mesiánicas de las Escrituras hebreas: “Id y haced saber a Juan las cosas que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos son limpiados y los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres es anunciado el evangelio” (Mt 11, 2-6 y Lc 7, 18-23, cita de Is 26, 19, 35, 5-6; 61, 1). Así pues, gran parte de lo que hizo Jesús servía para probar que él era, en efecto, el Mesías, y para diferenciarle del Bautista, el cual no realizaba milagros (Jn 10, 41).

Jesús veía sus sanaciones –especialmente los exorcismos- bajo un punto de vista escatológico. Es decir, éstas indicaban que la era presente estaba cerca de su fin y que estaba emergiendo una nueva era al tiempo que el reino de Dios se realizaba (Mt 10, 7-8; 12, 28; Lc 10, 9; 11, 20). Las sanaciones y exorcismos eran sólo destacables curaciones de trastornos físicos, sino el medio con el que hombres y mujeres individuales recibían el reino, llevado a ellos en la persona de Jesús, con la consecuencia de que la totalidad de sus existencia quedaba en él como manifestación de Dios y la aceptación, a través de él, de la misericordia divina eran las condiciones requeridas a una persona que deseara ser sanada.

Cabe remarcar que todos los numerosos curanderos conocidos de la época ninguno acredita tantos milagros como Jesús. Mateo, Marcos y Lucas recogen un total de unos trece casos de sanación y seis casos de exorcismo, que cubren un abanico considerable de trastornos físicos y mentales resumidos –con considerables conocimientos médicos- por Mateo (Mt 4, 24). Quizás deberían añadirse a la lista las narraciones que describen la devolución de la vida en una persona muerta (Mc 5, 35-43 y paralelos; Lc 7, 11; Jn 11, 1-44). Existen también tres relatos de sanaciones en el Cuarto Evangelio, aunque Juan no recoge actos de exorcismo.

Comparados con las historias de otros sanadores, los relatos de los evangelios sobre las sanaciones de Jesús se caracterizan por la sobriedad y la moderación. Los evangelistas cuentan que Jesús pedía a aquellos a los que curaba que mantuvieran su sanación en secreto (Mt 9, 30; 12, 15-21; Mc 1, 41; 5, 43; 7, 36; Lc 8, 56), lo que indica quizás que Jesús, al contrario que otros curanderos, no deseaba conseguir crédito personal a través de sus milagros.

Sanación, perdón y fe

Cuando Jesús dijo, en el relato de la curación del paralítico, “Tus pecados te son perdonados” (Mc 2, 5 y paralelos), simplemente quería decir “Estás curado”. En los relatos de los evangelios, esto es considerado por los maestros religiosos judíos como una afirmación extraordinaria y blasfema por su parte, ya que sólo Dios puede perdonar los pecados. Pero Jesús no quería necesariamente presumir de una naturaleza divina. La idea de que el perdón de los pecados constituía una premisa para la curación era habitual en el judaísmo. Por ejemplo, un texto de Qumrán conocido como La oración de Nabonido relata cómo un exorcista judío sanó a un monarca babilonio perdonándole sus pecados.

Todavía más notable es el hecho de que en ocasiones se dice que la fe es necesaria para que tenga lugar la curación. O bien el propio doliente debe tener fe o bien deben tenerla aquellos que se preocupan por él, como el centurión de Cafarnaún (Mt 8, 13; Lc 7, 9-10) y los amigos del paralítico. Por una parte, fe significa confianza en la habilidad de Jesús como sanador, pero por otra parte probablemente comporta el reconocimiento del estatus especial y el carácter de Jesús. Así, el centurión confió en la suprema autoridad de Jesús, lo que contrasta con la general ausencia de fe en Jesús entre sus compañeros judíos. Por la misma razón, la falta de fe impide la curación. Se dice que Jesús fue incapaz de realizar más de una sanación en su propia ciudad de Nazaret debido a la falta de fe de la población (Mt 13, 58; Mc 6, 5-6). Esta afirmación puede muy bien ser verdad, ya que es improbable que los cristianos inventaran una tradición que mostrara un Jesús de poder limitado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario