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jueves, 17 de mayo de 2012

Supuestas vinculaciones sobre el Graal



Desde la encomienda de Barcelona volvemos a recobrar el apartado destinado a viajar por aquellas regiones de España donde estuvo asentada la Orden del Temple.

Gracias al tristemente desaparecido investigador y novelista Xavier Musquera, que en su libro “La Aventura de los Templarios en España”, nos hace atractiva su lectura con tintes tanto históricos como también legendarios que una vez chocan entre sí hasta despertar un interés desbordante hacia lo real y lo fantástico; a lo imaginado y, a lo que todavía, nos queda por investigar.

Desde Temple Barcelona os ofrecemos la oportunidad de que viajéis por tierras hispánicas.

Los caballeros de la mesa redonda, según la tradición Artúrica.

El tema del Graal es de tal complejidad que el investigador se ve obligado forzosamente a zambullirse en el mundo de los arquetipos y de la simbología.

El mito del Graal ha llegado hasta nosotros gracias a las obras escritas en los siglos XII y XIII. Cuatro de ellas son básicas y forman el ciclo artúrico y graálico: Le conte du Graal, de Chrétien de Troyes, en 1179; L’histoire du Graal, de Robert de Boron, en 1190, el Perlesvaux, hacia 1200 y El Perceval, de Wolfram von Eschenbach, en 1210. esta última es quizás la más conocida.

En la versión francesa, el caballero que parte a la búsqueda del Graal es Perceval, mientras que en la inglesa es Galahad, hijo sin mácula de Lancelot. En ambas versiones quien halla el Santo Grial es conducido al cielo.

El músico alemán Richard Wagner transformó El Perceval, de von Eschenbach, en el Parsifal de su drama musical mundialmente conocido. La aparición de este ideal caballeresco coincide con el auge del catarismo, la herejía albigense y el esplendor de la Orden del Temple. No olvidemos que el autor trovador llama a los custodios del Graal, Templeisen, es decir, templarios.

La obra de Robert de Boron es un claro ejemplo de la adaptación actualizada de antiguas leyendas. La lanza de las iniciaciones paganas pasa a ser la de Longinos, legionario romano que atravesó el costado de Jesús en la cruz. Al mismo tiempo, el cáliz, o vaso sagrado pasa a ser la escudilla en la que Jesús celebró la Pascua y en la que, por añadidura, José de Arimatea recogió la sangre divina. Boron deja a un lado las tradiciones celtas y acomoda episodios estrictamente cristianos, influenciado por el Císter.

Arquetipos, mitos, conceptos e ideas, cuando se ritualizan, precisan de un soporte material para “hacerse” visibles. Así nace la simbología, para transmitir conocimientos y saberes que superan a la vez el ámbito de lo puramente analítico, distintivo y racional.

Contenido esotérico

Todas estas obran son de suma importancia en la literatura caballeresca medieval y encierran un contenido esotérico innegable. Las tribulaciones y las pruebas que deben superar los caballeros contienen de manera velada el proceso de su iniciación. Sus aventuras no pertenecen a un contingente histórico y se desarrollan en lugares geográficamente imposibles de determinar. Estas leyendas caballerescas son relatos de la búsqueda de la Verdad por parte del ser humano. Aquel que emprende esa búsqueda pertenece a la caballería terrenal y, una vez alcanzado su objetivo, pasa a pertenecer a la caballería celestial.

El mito del Graal es uno de los más importantes, por no decir el más trascendente, pues incide directamente en el universo espiritual.

Según la saga Artúrica, el rey no murió. Vive todavía en su castillo de Avalon y cierto día volverá a manifestarse. La figura del rey es una de las diversas representaciones del “rey polar” o “rey del mundo” y conlleva la idea de “centro”. El simbolismo de la tabla redonda es “solar” y “polar”. Simbolizan la redondez del mundo, el curso de los planetas y es el reflejo del orden cósmico, imagen del cielo que es representado en la tradición védica por el Dharma, es decir, la rueda.

El palacio del rey se halla construido en el “centro del mundo”, al igual que la tradición nórdica tiene su Mitgard. Según algunos textos, gira sobre un punto central como la “Isla de Cristal” celta.

Los caballeros del rey Arturo, que son reclutados en todas las patrias, tienen una consigna común: “Quien sea jefe que sea puente”. Según la antigua etimología. Pontifex significa el hacedor de puentes, es decir, aquel que establece el vínculo de unión entre las dos orillas, o sea, los dos mundos: terrenal y el celestial.

Los caballeros que se reúnen alrededor de dicha mesa o tabla representan los signos zodiacales. Por tratarse de un lugar sagrado, dichos caballeros tendrán que anular su individualismo y todas aquellas propiedades específicamente humanas con las que se ensalza el ego personal.

En el castillo del Graal, la gran chimenea central del edificio simboliza la unión entre el Cielo y la Tierra como función simbólica y, en consecuencia, luminosa. Dicha chimenea se halla en el centro de una estancia cuadrada. Cabe recordar que tradicionalmente el cuadrado representa la condición humana, lo material, lo manifestado, en definitiva, la Tierra. Mientras que el círculo representado por la mesa corresponde a lo numinoso, a los estados suprahumanos, a lo trascendente, es decir, al Cielo.

Si trazamos un círculo inscrito dentro de un cuadrado, obtendremos la figura conocida como la cuadratura del círculo. Resumiendo: el palacio o castillo del Graal corresponde a una ciudadela celeste.

El Graal posee elementos de Oriente y Occidente y es común a todas las tradiciones. A pesar de que su origen continúa siendo desconocido, dicho mito lo hallaremos en la tradición de los celtas, como el caldero de Keridwen. En la tradición iraní es llamado Haoma y en la persa Djenschyd. También en el budismo se nos cita la escudilla de limosnas, única propiedad de Siddharta Gautama, de la dinastía de los Sakyas, más conocido como Buda.

En la epopeya épica del Mahabarata se cita el cáliz de los Nagas. En la tradición islámica encontraos la piedra Kaaba y en el budismo tibetano, en su vertiente esotérica, Vajrayana, se cita la piedra de Chintamani, traída a lomos de un caballo llamado Lung-tha. En dicha tradición se cuenta que Chintamani ha sido fragmentada y enviada a distintos lugares del planeta y que permanece en contacto con el centro supremo de la legendaria Shambhala, donde residen los Boddisatwas (santos) y los Mahatmas (grandes almas), lo que nos recuerda al Avallum o Avalon del ciclo Artúrico.

En la tradición hindú, el Graal corresponde al vaso sacrificial que contiene el Soma o bebida sagrada del antiguo ritual védico. Este recipiente contiene la sangre del dios viviente, de Agni, personificación del fuego sagrado, al igual que el Graal cristianizado contiene la sangre de Jesús inmolado. También hallamos su equivalente en el Taoísmo con su vaso llamado kuanyin, que simboliza a la virgen celestial que encarna la sabiduría, la belleza y la pureza. Esa fuerza universal que llena dicho cáliz es el Verbo Divino, el Logos, la Divina Luz que, según la Kabbalah, se conoce con el nombre de Shekinah y que en la Alquimia toma el nombre de Fohat, es decir, el fuego necesario para que el plomo se convierta simbólicamente en oro, o lo que es lo mismo, el hombre viejo que se convierte en un hombre nuevo, un iniciado. La materia bruta se transmuta en materia nueva.

Dicho recipiente también simboliza la Sophia de los gnósticos y representa a su vez la piedra caída del cielo o bien la esmeralda que según la leyenda cayó de la frente de Lucifer, que muchos interpretan como entidad negativa y maléfica, cuando en realidad, y según el gnosticismo, se trataría del portador de luz, portador del conocimiento, o sea, el iniciador.

Si tomamos el concepto Graálico como universal, su símbolo pertenecerá a la “Tradición Primordial”, que los primeros cristianos denominaron “Revelación Primitiva” y que posteriormente los escolásticos medievales llamaron Phiolosophia Perennis, es decir, fuente común de toda enseñanza trascendente que se ha sucedido en un tiempo determinado y en un lugar concreto.

El soporte físico ha estado representado indistintamente por la piedra, el vaso, el cáliz y otros objetos simbólicos. Tal vez éste haya sido el motivo por el cual existan diferentes enfoques y estudios sobre dicho tema. Desde el académico erudito, pero falto de espíritu, y el romántico con divagaciones místicas, hasta el pseudo-esoterista que dogmatiza, pasando por aquellos que están influenciados por esa nueva moda llamada new age.

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