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martes, 15 de mayo de 2012

Templarios en las tierras del Ebro


  
Desde la encomienda de Barcelona recobramos el apartado dedicado a descubrir los lugares del Reino de Aragón, donde habitó la Orden del Temple.

Para ello hemos recogido un nuevo texto de nuestro amigo, el investigador, periodista y escritor D. Jesús Ávila Granados de su libro “Templarios en las tierras del Ebro”, donde con su cercana escritura, nos traslada en el tiempo por las villas de la ribera del río Ebro donde instalados los templarios, dominaron aquellas fértiles tierras.

Desde Temple Barcelona, estamos convencidos de que disfrutaréis de su pausada lectura.

Fotografía de una estrella discoidal en el término de Godall

Godall, Montsià (Tarragona)

Godall, a medio camino entre las villas de la Galera y Ulldecona, a través de la TV-3313, en el centro de la comarca del Montsià, es un pueblo tranquilo, con casas emblanquecidas que se agrupan sobre la vertiente occidental de la mola de Godall (398 m), en las proximidades del barranco de la Caldera, la sima de la cual  fue recubierta por una vuelta de 400 metros. Godall transmite una imagen bucólica desde la lejanía, con un denso pinar que envuelve al pueblo. Durante el dominio andalusí, Godall era conocido como Codair. Lamentablemente, de su alcazaba no ha quedado ningún vestigio, pero a aquella época pertenecen los colores añil que decoran parte de las fachadas y el intradós de las ventanas de muchas casas.

La primera referencia histórica de la población se remonta al año 1097, cuando el conde Ramón Berenguer III firmaba una donación al monasterio de Sant Cugat del Vallès de esta plaza –y de otras aldeas, molinos y masías de la zona- una vez se produjo la conquista de la ciudad de Tortosa (1148). No obstante eso, no fue así; en diciembre de 1153, Godall, con su término, fue librada a Guillem de Copons, una vez nombrado alcaide de Tortosa.

La incorporación de Godall a la órbita del Temple no se llevó a cabo hasta el año 1241, en virtud de la Sentencia de Flix, y a partir de entonces dejó de pertenecer a los señores y a la nobleza. Bajo el amparo de los templarios, Godall conoció momentos de gran prosperidad y consiguió un notable desarrollo, al dar salida a los productos que sus habitantes elaboraban, a través de la Via Augusta, y también por el puerto fluvial de Tortosa.

El año 1297, con la venta de los derechos por parte de la Orden del Temple, los vecinos de Godall continuaron dependiendo de la ciudad de Tortosa, pero ahora del veguero, y muchos de los derechos y libertades de que disfrutaron antes comenzaron a eliminarse. La paciencia de los habitantes de Godall llegó a su límite, como lo confirma el hecho de que, en 1303, se produjo el éxodo de familias hacia la vecina población de la Galera. Pero la situación no había cambiado mucho a finales del siglo XVI; sabemos que en tiempos del monarca Felipe II, en el año 1594, los habitantes de Godall llevaron a término una multitudinaria protesta a causa de los elevados impuestos que estaban obligados a pagar a la ciudad de Tortosa; pero la Audiencia de Cataluña se pronunció en contra de los manifestantes.

Dentro de la población y también en sus alrededores, son numerosos los lugares que el visitante debería admirar y recorrer, como la Vila Llarga, la plaza Pozo Bueno, la iglesia de San Salvador, la plaza Mayor, el Pozo de San Roque, la calle Norte, la fuente de Capdàsens, la fuente de l’Arborç, etc…; y también se tiene que perder uno entre los bosques del Área de Medio Ambiente, respirando los aromas de las plantas silvestres que impregnan la atmósfera del municipio de Godall.

En esta población se han conservado algunos testimonios relacionados con el Temple. El recuerdo de los caballeros continua vivo en el escudo de Godall, y también en su bandera, donde una cruz paté de color blanco domina la escena. El singular emplazamiento del pueblo, sobre numerosas venas de agua potable, también evoca a los templarios; igualmente la veneración a san Roque, el santo oriundo de Provenza, que protegía a la gente contra las terribles epidemias de la peste. Y en el cementerio antiguo –Fossar Vell-, en la entrada de la población, por la carretera que lleva a la Senia, son  numerosas las estrellas discoidales templarias y cátaras que coronan los muros superiores de este sagrado recinto; fueron trasladadas desde la iglesia parroquial a raíz del decreto de tiempos del monarca Carlos III (s. XVIII) que prohibía enterrar a los muertos dentro de los templos.

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