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viernes, 11 de mayo de 2012

Padre Gabriele Amorth: Una vida consagrada a la lucha contra Satanás



Desde la encomienda de Barcelona seguimos con el apartado dedicado a acercar al lector del riesgo al cual estamos sometidos los humanos cuando las fuerzas del mal intentan controlarnos.

El padre Amorth, nos acerca a un mundo donde el exorcismo, se convierte en el arma más poderosa para luchar contra el Maligno. Por ese motivo hemos seleccionado un nuevo texto de este mediático exorcista de su libro “Memorie di un esorcista –La mia vita in lotta contro Satana-“.

Desde Temple Barcelona deseamos que su contenido nos conciencie a todos del peligro de los demonios.

Una batalla de caridad

Comenzó usted a ejercer de exorcista a cierta edad, y ahora tiene más de ochenta años, de modo que no puedo evitar preguntarle si su tarea le resulta muy gravosa físicamente.

Sí, claro, es gravosa, sobre todo porque me pasa algo muy raro: cada año tengo una año más…Ya tengo ochenta y cuatro años, los cumplí el 1 de mayo. No puede ser casual: estoy convencido de que nací el primer día del mes dedicado a María en honor de la Virgen.

Pues bien, volviendo a lo pesado que puede ser mi trabajo, lo que más cansa es ver la necesidad de la gente y la compasión que siento por ellos. Me encuentro con casos de enormes sufrimientos que se prolongan durante años. Y veo que los exorcismos les hacen mucho bien y con frecuencia los liberan por completo. San Alfonso de Ligorio, que entendía de estas cosas, decía: “No siempre se llega a la liberación total, pero siempre se obtiene un gran beneficio”. Y es cierto. Algunas personas, aun sin estar completamente liberadas, han conseguido tal grado de autonomía que nadie nota su peculiar condición. Pueden llevar una vida normal, con su familia y su trabajo, y sólo necesitan visitarme una o dos veces al año para recibir exorcismos. Una o dos veces al año no son nada, sobre todo si pensamos que empezaron acudiendo una vez a ala semana, y que quizá los teníamos que atar a una camilla. En cambio, ahora están muy cerca de la liberación total, vienen aquí solos y se sientan tranquilamente en la butaca.

En los casos más difíciles, al comenzar el proceso de exorcismo se producen manifestaciones tan violentas que necesito, al menos, seis o siete personas que me ayuden a controlar los ahogos y reacciones del endemoniado.

Desde luego, el auxilio físico que prestan los colaboradores es muy importante (inmovilizan a los obsesos, o les limpian la cara y la ropa cuando babean, lo cual es muy frecuente), pero su ayuda también consiste en la oración que acompaña su acción durante el exorcismo. Además de estos colaboradores laicos, también asisten curas que desean aprender y perfeccionar su ministerio de exorcistas.

¿Hay muchos casos de poseídos?

¿Cuántos casos de posesión real hay entre miles de exorcismos? ¿Un centenar?

Más, porque ha practicado y sigo practicando muchos exorcismos, ya ha visto mi calendario. Ahora he bajado el ritmo, porque me hago viejo, aunque poco; de hecho, aún me paso el día practicando exorcismos, mañana y tarde, incluso en Navidad y en Semana Santa. Siempre, excepto el tiempo que dedico a predicar y a los programas de televisión, actividades que también forman parte de mi trabajo.

Calculando por encima, habré hecho más de setenta mil exorcismos. No me refiero a setenta mil personas, claro está. No puedo calcular cuántas personas, sólo puedo contar las sesiones de exorcismo. Ahora que hago menos, debo practicar unos diecisiete por día. Antes eran más. Las mañanas las reservo para los casos más difíciles y atiendo a unas cinco personas. Evidentemente, quien no tiene cita previa no puede entrar; si no, me volvería loco.

En algunos casos, le he practicado cientos de exorcismos a la misma persona; por eso, como decía, puedo calcular grosso modo cuántos exorcismos he llevado a cabo, pero no puedo decir a cuántas personas he atendido. De todos modos, está claro que me he encontrado con más de cien poseídos. Hasta llegar al número cien los fui anotando, pero luego me cansé y dejé de hacerlo.

Además, al suceder al padre Candido heredé a todas la personas que acudían a él, incluidos los poseídos por el demonio. Me encontré con muchos sujetos perturbados a causa del diablo y empecé a atender a mi clientela, entre la que había muchos casos de posesión.

Luego están los que nunca se liberaron. Como decía san Alfonso de Ligorio, no siempre se llega a la liberación total, pero siempre se obtiene un gran beneficio. Por ejemplo, una señora que vive aquí cerca llegó a la liberación total, pero tardó muchos años. Primero la exorcizaba un cura ya fallecido, un gran amigo mío. Era párroco y exorcista, y la exorcizó durante muchos años. Después yo seguí exorcizándola varios años más, hasta que se liberó por completo.

El diablo no tiene sentido del humor

¿El demonio bromea con usted?

No, no tiene sentido del humor, aunque alguna vez…Una vez yo diría que me tomó el pelo. Estábamos exorcizando a una señora, a quien había exorcizado en muchas ocasiones el padre Candido. En mi opinión, es uno de esos casos que nunca se liberarán; ha mejorado, eso sí, puede hacer vida normal como madre de familia, pero nada de liberación total. Yo estaba con otro exorcista, mejor alumno del padre Candido que yo. Según creo, fue la única vez que practicamos un exorcismo de cinco horas y media. Era el día de la Inmaculada, un día sugestivo...Como he dicho, este exorcismo duró cinco horas y media, y creíamos que el demonio había salido. Al final, lágrimas de emoción, abrazos, besos. Sin embargo, al cabo de una semana la situación volvió a ser la de antes. El padre Candido me dijo: “Ya lo ve usted, padre Amorth, hacer exorcismos largos no sirve de nada”. Por eso mis exorcismos duran media hora.

¿Cómo y por qué le tomó el pelo el demonio?

Le hice el siguiente reproche: “Dijiste que ibas a salir ese día y a esa hora, pero no lo has hecho”. Y él, con voz meliflua, me respondió: “¿No sabes que soy un mentiroso? ¿No te lo han dicho? ¡Yo digo mentiras, soy un embustero! ¿No te lo han enseñado?”. Me sentí humillado, hubiese querido que me tragara la tierra.


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