© 2009-2019 La página templaria que habla de cultura, historia y religión - Especial 'Proceso de los templarios'

viernes, 23 de noviembre de 2012

Descubriendo a María Magdalena




Desde la encomienda de Barcelona continuamos con la segunda parte del capítulo de ayer jueves 22 de noviembre, escrito por el teólogo catalán Lluís Busquets de su obra “Els evangelis secrets de Maria i de la Magdalena. La història amagada”. La respuesta a la cuestión planteada de quién fue María Magdalena, el autor del libro se pronuncia de manera contundente e intenta  demostrar que la Magdalena fue una apóstol, no estuvo casada –al igual que Jesús-, tampoco fue prostituta y muy probablemente tuviese un peso significativo en el núcleo primitivo de los seguidores de Jesucristo.

Desde Temple Barcelona, no podemos más que insinuaros que leáis el texto ínegro.

¿María Magdalena o María “la Grande”? IIª parte

Así las cosas, el núcleo familiar dejaba de ser una fuerza vinculante, las mujeres dejaban de estar bajo la autoridad de los hombres. Si añadimos a todo esto que, para Jesús, la institución familiar era sólo temporal, destinada a disolverse en el Reino de los Cielos (“Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos” (Mc 12, 25), todo ello resultaba aún más fascinante y seductor para las mujeres subyugadas en aquella sociedad patriarcal. El hecho de poder imaginarse un mundo superando los corsés familiares y toda otra clase de sujeciones, incluso matrimoniales, resultaba nuevo y liberador.

¿La Magdalena, siguiendo a Jesús, vivió en sus carnes esta experiencia esperanzada? No disponemos de datos suficientes para asegurarlo. Sabemos, eso sí, que se nos presenta sin ningún varón de referencia, cosa inaudita en las mujeres de aquel tiempo; la Magdalena no es madre de nadie, esposa de nadie ni hija de nadie… Ahora bien, más que sus orígenes, probablemente tenga mucho más fundamento histórico su presencia como discípula en los últimos tiempos, su interrelación con los demás discípulos y su experiencia de identificar al Crucificado como el Resucitado, rasgos que, por sí solos, le otorgaban la categoría de “apóstol” y que sólo el machismo jerárquico de aquellos días pretendió negarle, como hemos insinuado antes y pensamos demostrar. De momento, retengamos que la Magdalena llevaba el nombre de María y que sus orígenes, puestos a ser sinceros, son tan inciertos como su final del todo legendario. La tradición la convierte en hija de Magdala (Migdal), pueblo situado en la ribera occidental del mar de Galilea (lago de Genesaret), al norte de la ciudad de Tiberíades.

¿Pudo haber estado casada con Jesús? Es cierto que un judío, en la cultura de aquella época, se realizaba plenamente en el matrimonio. Los valedores del matrimonio de la Magdalena y Jesús se basan, sobre todo, en la petición del cadáver por parte de ésta (Jn 20, 15ss); sólo la mujer tendría derecho al cuerpo de su marido muerto. Vaya por delante esta afirmación: aunque Jesús hubiese estado casado con ella, en nada cambiarían la tarea y los méritos de él en su fijación por cambiar el mundo y en su misión trascendente. Para quien tiene fe, Dios puede hacer salir hijos suyos de las piedras. No obstante, tendríamos que pensar en un matrimonio muy libre, capaz de vivir prescindiendo de todo tipo de ataduras familiares, fuera de cualquier parámetro de aquel entonces, lo cual habría estado muy mal visto en su tiempo. Nuestra postura es que un matrimonio así sólo puede ser fruto de la ficción. Todavía hay quien ofrece una enseñanza de la Mishná que dice así: “Un hombre soltero no puede convertirse en rabino”. Si Jesús, aducen éstos, hubiese conservado la soltería, nunca habría sido nombrado Maestro. Muchos filósofos del mundo pagano, especialmente los estoicos, que también predicaban como los discípulos de Jesús de forma itinerante, tenían el celibato en gran estima. ¿Se ha de negar a Jesús la misma altura moral? Jesús, por otro lado, debe de haber conocido en algunos profetas como Jeremías a celibatarios célebres y, sobre todo, ha aprendido la libertad que otorga la falta de ataduras matrimoniales en Juan Bautista y quién sabe si en los esenios de Qumrán; no es de extrañar que con frecuencia se refiera a la renuncia de toda clase de bienes (incluidos mujeres e hijos) que exige a sus seguidores. ¿No proclamó que había quien se hacía eunuco por el Reino? ¿No se mantuvo Pablo célibe, según 1Co 7, 7)? Examinaremos más adelante las fuentes menos tardías que podrían llegar a sugerir cierta intimidad entre Jesús y la Magdalena (cosa que no se encuentra en las más antiguas). El profesor Ehrman incluso esgrime pruebas de que Jesús y la Magdalena no estaban casados:

¿Por qué los autores de los evangelios nunca lo mencionan? Y lo que es peor: ¿por qué la mayoría de ellos ni siquiera mencionan a la Magdalena durante el ministerio público de Jesús? ¿Y por qué el único que lo hace, Lucas, la cita en compañía de otras dos mujeres (una de ellas casada) y en un grupo de otras? Los autores de los evangelios hacen referencia a la madre, al padre, a los hermanos (a cuatro de ellos por su nombre) y a las hermanas de Jesús, ¿pero ni siquiera mencionarían una vez a su mujer?

¿Era originaria de Magdala? Aunque ninguna otra mujer de los Evangelios ve su nombre relacionado con su pueblo de origen, es la postura tradicional. El hecho se remonta al siglo IV, cuando Elena, madre de Constantino, viajó a la ciudad de Magdala (actual Migol o, en árabe, el-Meydel) de Galilea y “descubrió allí” la casa de María Magdalena. (Hoy sabemos que muchos de sus “descubrimientos” son inventados.) La profesora Margaret Starbird ha demostrado, de acuerdo con documentos romanos que van de 43 a.C. a 53 d.C., que la ciudad de Migdol (Magdala), que significa ‘torre’ en hebreo, situada en la orilla de poniente del mar de Galilea, verdadero centro pesquero, era conocida durante el siglo I como Tariquea (Tarichaea, ‘salazón’). Tenía unos 40.000 habitantes, unas 230 barcas de pesca, huertos, hipódromo y una próspera industria de conserva de pescado. Se habría erigido sobre una pequeña aldea de pescadores denominada en arameo Migdol Nunayá (“torre de los pescadores” o bien “torre del pescado”). Flavio Josefo la cita con este nombre griego pese a que escribía en arameo. Destruida por Tito Vespasiano en el año 67 d.C., aparte de los testimonios de Flavio Josefo, Estrabón también menciona Tariquea por la fama de su salazón, y así la vuelven a denominar Plinio y Suetonio. Por el contrario, el Talmud judío (recopilación del s.IV) vincula a la actual Migdol los núcleos de el-Meydel, Migdol-Geder, Migdol Nunayá y Migdol Sebayá. Ante tantas variaciones, todavía parece menos probable que el apelativo de la Magdalena se acuñara para designar una ciudad de origen. El Talmud llega a decir que era una ciudad inmoral, destruida por la prostitución, cosa fácil de entender si se considera a Tariquea helenizada del todo y convertida en centro vacacional. No debió de resultar difícil, pues, hacer coincidir a la pecadora (hamartolós) –y no prostituta (porne)- de Lucas (Lc 7, 37) con la misma mujer a la que un poco más adelante (Lc 8, 2) se llama la Magdalena, de la cual “habían salido siete demonios”, hecho sobre el que volveremos más abajo. “La relación entre la ciudad de mala reputación, la mujer de la unción a la cual se le perdonan los pecados (Lc 7, 37-48) y Magdalena comenzó aquí”. No obstante, Magdala no habría existido nunca en tiempos de Jesús, ya que era conocida como Tariquea.

En definitiva, María Magdalena, ¿era o no de Magdala? De hecho, padres de la Iglesia como Tertuliano, Ambrosio, Jerónimo, Agustín, Bernardo y Tomás de Aquino, entre muchos otros, identificaban a María Magdalena, no con la mujer innominada de Lucas (Lc 7, 37), sino con María, hermana de Marta y Lázaro, de Betania. Ninguna relación con Magdala, por lo tanto. Y la identificación es antigua: proviene del s.I. En la vieja liturgia romana de la fiesta de la Magdalena celebrada el 22-VII, se solicitaba al Señor recibir ayudas por medio de las plegarias de “la bienaventurada María Magdalena, cuyas oraciones obtuvieron de ti la resurrección de la vida de su hermano Lázaro…”. En el posconcilio Vaticano II, en 1969, la Iglesia católica, siguiendo a ortodoxos y protestantes, se retractó de esta identificación al establecer el calendario del santoral renovado, y reconoció que no existía ninguna evidencia escriturística de que la Magdalena fuese una prostituta penitente ni se pudiese confundir con María de Betania. Para la profesora Starbird, esto supuso contradecir erróneamente la tradición: María de Betania, hermana de Lázaro, y María Magdalena, son para ella la misma persona. La Magdalena no sería un gentilicio, sino un título honorífico, que significa María la grande, María la enaltecida, María la magnífica. Pero eso habrá que analizarlo en el próximo  apartado. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario