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martes, 13 de noviembre de 2012

Templarios en las tierras del río Ebro: Rasquera



Desde la encomienda de Barcelona seguimos la senda de los rincones donde se desarrolló alrededor del río Ebro, la Orden del Temple. Hemos recogido un nuevo texto del escritor y periodista granadino, residente en la localidad barcelonense de Santa Perpètua de Mogoda, D. Jesús Ávila Granados, de su obra “Templarios en las Tierras del Ebro”. Esta vez viajamos hasta la villa tarraconense de Rasquera, donde podremos disfrutar de sus envolventes paisajes.

Desde Temple Barcelona os convidamos a participar de este entretenido camino narrativo.

Fotografía del “Teix de Cosp”

Rasquera, Ribera d’Ebre, Tarragona

Rasquera, gracias a su privilegiada situación y a la benignidad del clima, ha estado tierra de acogida de pueblos y personas desde tiempos prehistóricos; el pueblo se alza en el extremo SO de la comarca, sobre la ribera izquierda del Ebro. La geografía del municipio es escarpada, como consecuencia de dos profundos barrancos: el de la Roja y el de Pedaletes, ramificados por sus afluentes.

La conquista cristiana de este lugar también fue a cargo del conde Ramón Berenguer IV, el cual no dudó de establecer y firmar la carta de donación de la población, concediendo a Rasquera tierras, torres de vigía, alquerías, molinos y granjas en ambas riberas del Ebro, y citando expresamente su fortaleza, como una plaza militar, el recinto del cual cedió a la Orden del Temple, para que fuese regida según las directrices establecidas por el Llibre dels costums de la Batllia de Miravet (Libro de las costumbres del Bailiazgo de Miravet); fue el año 1153.

La fortaleza de Rasquera, situada sobre la ribera izquierda del curso inferior del Ebro, mantuvo una estrecha relación con los templarios, incluso después que la Orden, al comienzo del siglo XIII, decidiese enfeudar Rasquera a tres señores de la zona: Joan de Ferriol, Guillem de Tortosa y Durand de Pomar, para su repoblación. El pueblo, no obstante, decidió libremente mantenerse en situación de señorío directo, pero sin perder los vínculos con Miravet. Gracias a esto, y con una dependencia hacia el Temple sin ataduras, las tres comunidades socioculturales de Rasquera mantuvieron un clima de respeto y diálogo ejemplares, bajo la vigilancia a media distancia de los templarios. Los hospitalarios fueron los nuevos señores de Rasquera, después de la caída en desgracia del Temple. Las herencias templarias en esta villa son la fortaleza superior, la celebración de la festividad de Santa Águeda, el paraje llamado fuente del Teix y probablemente los orígenes cenobíticos de Cardó.

En lo que al balneario de Cardó concierne, célebre por sus saludables Aguas de Cardó, se accede desde la población. Se trata de un monasterio del siglo XVII, que fue convertido en cenobio carmelito a finales del siglo XIX, coincidiendo con la construcción de la iglesia moderna de Rasquera, envuelta por un paraje de singular belleza natural.

Otro lugar de visita obligada dentro del término municipal es la font del Teix, un paraje de excepcional belleza al cual se llega desde el pueblo, en un recorrido de 8,5km, a través del camino dels Frares, para poder contemplar la fuente y cueva de la Portella, la font de la Múrria y el teix de Cosp, con la citada fuente del Teix como meta final. En los alrededores de la fuente del Teix encontraremos juncos, tréboles, pinos negros, hurones y, de manera especial, tejos; precisamente la fuente debe su nombre al árbol de 4m de diámetro, el escamoso tronco del cual ofrece sombra a los visitantes y también a los pastores que llevan su rebaño hasta aquí para abrevar. Se trata de un recorrido por el municipio de Rasquera de gran carga energética y riqueza espiritual; recordemos que el tejo (Taxus baccata) fue una de las especies botánicas sagradas para los celtas, los sacerdotes de la cual (llamados druidas) se reunían en un claro del bosque, y cerca de una fuente, con el objetivo de celebrar sus ritos y ceremonias; también los magos templarios a su debido tiempo, recogieron la sabiduría en estos enclaves de fuerza. El manantial siempre ha dado una agua fresca y cristalina; el chorro brota en la sombra de este monumental árbol.

Desde el cerro donde está el andamio de la ermita de Sant Domènec, el visitante no sólo podrá contemplar, a vista de pájaro, el conjunto urbano de Rasquera, sino también, en la lejanía, y mirando en dirección NO, el acantilado fluvial sobre el cual se alza el castillo de Miravet, que constituye una referencia obligada de la Orden del Temple en todas las tierras que baña el curso inferior del Ebro.

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