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viernes, 26 de octubre de 2012

Conociendo a Jesucristo: Cristianos Judíos y Gentiles




Desde la encomienda de Barcelona, deseamos compartir con todos vosotros el apartado dedicado a entender de forma amena la vida de Nuestro Señor Jesucristo y su legado doctrinario. Por ello, os reflejamos los textos del teólogo protestante J.R. Porter, donde hemos recogido un capítulo de su obra “Jesus Christ”, el cual intenta identificar e indicarnos qué aspectos son diferentes en el mensaje cristiano a los judíos y a los gentiles.

Desde Temple Barcelona os encomendamos encarecidamente su lectura.

Fotografía de la antigua Pella, hoy Jordania, donde se cree que los cristianos judíos se trasladaron tras la destrucción de Jerusalén en el 70 d.C.

El cristianismo empezó como un movimiento entre las muchas corrientes existentes en el judaísmo del silgo I. Los primeros cristinos acudían regularmente a los servicios del Templo (Act 2, 45) y algunos fariseos que se unieron a la Iglesia continuaron observando las normas de la ley judía (Act 15, 5). Los primeros sermones de Pedro iban dirigidos a los judíos (Act 2, 14; 3, 12). Lo que distinguía a los cristianos del resto de judíos era su convicción de que Jesús era el Mesías esperado (Act 2, 36; 3, 20) y que había cumplido las profecías mesiánicas dirigidas a Israel en las Escrituras hebreas (Act 3, 22-26).

Dentro de la comunidad cristiana, la Iglesia de Jerusalén –liderada por Jacobo, el hermano de Jesús- gozaba de especial preeminencia y autoridad. Pero pronto aparecieron tensiones, y emergió un grupo distinto de “helenistas” (Act 6, 1), cristianos que hablaban griego y que probablemente empezaron como miembros de una sinagoga para judíos de la diáspora (Act 6, 9). Un miembro de este grupo, Esteban, fue ejecutado por lapidación por hablar en contra del Templo y de la ley judía (Act 6, 14; 7, 44-50), y su punto de vista provocó una oleada de persecuciones por parte de las autoridades del Templo. Al parecer, éstas afectaron sólo a los helenistas, a los cuales se expulsó de Jerusalén. Parece ser que no se molestó a los apóstoles ni a otros cristianos de habla aramea (Act 8, 1), presumiblemente porque se les seguía considerando dentro del judaísmo.

La dispersión de los helenistas llevó la misión cristiana más allá de las fronteras de Israel, y empezó con la prédica de Felipe a los samaritanos (Act 8, 4). Pero la verdadera crisis se produjo por la extensa y exitosa evangelización de gentiles a manos de Pablo, el cual empezó como fariseo (Act 23, 6, 26, 5) y un celoso perseguidor de los cristianos (Act 8, 1-3). Pablo sostenía que sus nuevos conversos no tenían por qué observar toda la ley judía –especialmente en lo referente a la circuncisión- y su doctrina de la salvación universal a través de la muerte y resurrección de Jesús representó un desarrollo marcadamente nuevo del evangelio cristiano.

El Nuevo Testamento indica que la escisión entre cristianos judíos y cristianos gentiles, como defendía Pablo, quedó formalizada por un pacto por el que la Iglesia de Jerusalén tomaba la responsabilidad de evangelizar a los judíos, mientras que Pablo se encargaba de convertir a los gentiles (Gál 2, 9). Bajo este acuerdo, según los Hechos de los Apóstoles 15, los gentiles conversos debían obedecer sólo las “leyes noeidas”, los siete mandamientos básicos que se dice que Dios dio a Noé después del diluvio. Los judíos debían obedecer la totalidad de la Torá.

Los entendidos no se ponen de acuerdo sobre si esta división era real. En cualquier caso, no está clara la cuestión de la relación entre los cristianos judíos y gentiles. Incluso dentro de la Iglesia de Jerusalén, algunos miembros estaban preparados para comprometerse, mientras que otros insistían en que los gentiles “es menester circuncidarlos y mandarles que guarden la ley de Moisés” (Act 15, 5). El eventual dominio de los cristianos gentiles –y esto no debe considerarse simplemente como un sinónimo para las enseñanzas de Pablo- fue básicamente el resultado de factores externos más que de las luchas internas. El movimiento cristiano, como un todo, preservó en sus escritos, varios textos con un claro carácter judeocristiano, como el Evangelio según Mateo, la epístola de Santiago y el Apocalipsis.

Sectas cristianojudías

La destrucción de Jerusalén por parte de los romanos en el año 70 d.C., fue la principal causa del declive del cristianismo judío y determinó que, en adelante, la Iglesia quedara predominantemente en manos de los gentiles. Una fuente recoge el hecho de que los cristianos de Jerusalén emigraron a Pella, en Transjordania, y a partir de entonces el cristianismo judío quedó cada vez más marginal y fragmentado. Varias sectas sobrevivieron como mínimo hasta el año 300 d.C. en diferentes partes de Oriente Próximo. Lo poco que se sabe de ellas proviene de referencias en las obras de los Padres de la Iglesia. En ocasiones se remiten a los evangelios judeocristianos, muchos de los cuales se basaban en el Evangelio según Mateo, el más “judío” de los evangelios canónicos. Los padres de la Iglesia consideraban a la mayor parte de estos grupos como herejes, de manera que su información no siempre es completamente fiable. Pero coinciden en una imagen razonable de tres grupos.

El grupo judeocristiano más conocido, los ebionitas, vivía en Transjordania, y su nombre probablemente significa “los pobres”. Su evangelio griego era una revisión del evangelio de Mateo, pero omitía los relatos de la Natividad y la infancia porque los ebionitas rechazaban el nacimiento virginal. Eran “adopcionistas” y creían que Jesús se convirtió en el Mesías y el Hijo de Dios sólo en el momento en que el Espíritu Santo penetró en él durante su bautismo.

El grupo que creó el evangelio de los hebreos parece haberse originado en Egipto a principios del siglo II. El evangelio que les caracteriza reproduce ideas gnósticas y su núcleo es el Espíritu Santo, una figura femenina como la Sofía gnóstica (“Sabiduría”). De nuevo, el bautismo es el momento clave de la vida de Jesús.

Los nazarenos, con sede en Aleppo, Siria, no eran considerados herejes. Su evangelio, escrito en arameo en el siglo II d.C., también se basaba en el Evangelio según Mateo.

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