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jueves, 25 de octubre de 2012

Templarios en las tierras del río Ebro: Mora d’Ebre




Desde la encomienda de Barcelona volvemos a escribir sobre los enclaves que la Orden del Temple construyó al paso del río Ebro. Para ello hemos extraído un nuevo texto del escritor y periodista granadino, residente en la localidad de Santa Perpètua de Mogoda, D. Jesús Ávila Granados, de su obra “Templarios en las Tierras del Ebro”. Esta vez nos trasladamos al municipio tarraconense de Mora de Ebro, donde podremos contemplar su castillo.

Desde Temple Barcelona os volvemos a invitar a recorrer estos maravillosos parajes catalanes del antiguo Reino de Aragón.

Fotografía del castillo de Móra d’Ebre

Móra d’Ebre, Ribera d’Ebre, Tarragona

Móra d’Ebre, en el centro geográfico de la comarca, es la capital de la Ribera d’Ebre. El pueblo se encuentra acurrucado sobre la ribera derecha del Ebro, en el centro de la zona conocida como Cubeta de Móra. Precisamente el factor estratégico del lugar influyó en una secuencia ininterrumpida de asentamientos desde la antigüedad, tal y como lo confirman los yacimientos arqueológicos íberos, entre los cuales el del Calvario.

Durante el largo periodo andalusí (714-1153), la villa de Móra d’Ebre contó con una influyente comunidad islámica (Subarrec), dedicada a los trabajos agrarios, la industria harinera (molinos), la alfarería y la seda (esta última labor era desarrollada exclusivamente por las mujeres).

A partir de la conquista cristiana, a mediados del siglo XII, los templarios se convirtieron en los nuevos señores de esta población; los caballeros de la Orden del Temple supieron equilibrar la armonía intercultural entre las diversas comunidades que cohabitaban en el territorio. Pero, dos décadas después (1174), el monarca Alfonso I concedió Móra, con la villa y su territorio, a la familia de Guillem de Castellvell –conquistador de Siurana- y después barón de Entença, linaje no menos poderoso, los miembros del cual no ocultaron su odio y envidia hacia los templarios; como consecuencia de estas disputas, se abrió un largo periodo de inestabilidad y penuria en la zona. Fue a finales de agosto de 1289, un lustro después del asalto y saqueo de la villa de Vinegre, y del posterior ataque de Gorrapte –lugar destruido para siempre, y del cual no queda ni rastro- por parte de quince vasallos de la familia Entença, cuando los templarios, secundados por los Montcada, atacaron las plazas de Móra y Tivissa, para vengar los daños causados a las poblaciones antes citadas. En venganza, los Entença dos años después de asediar la villa de Miravet, quemaron y destruyeron numerosas casas y asesinaron a un funcionario público, el juez de paz, que, curiosamente, era musulmán; también asediaron Benifallet, incendiando su torre defensiva, llamada d’Almucatén.

Por eso, los testimonios templarios en Móra d’Ebre son escasos. Una de estas evidencias es la iglesia parroquial, de estilo románico y situada en el centro de la población, el altar mayor de la cual está dedicado a san Juan Bautista; el templo fue víctima de dos grandes expolios: el primero se produjo en el decurso de la primera guerra carlista, mientras que la segunda fue durante la guerra civil; la última restauración se llevó a cabo en 1959. De otro modo, la ermita de Santa María Magdalena, construcción de mediados del siglo XIII, corona el homónimo cerro, en la plataforma natural que separa las comarcas  de la Ribera d’Ebre y la Terra Alta, mientras que el santuario de Sant Jeroni, en la falda de la Picossa, es una construcción que también tuvo que ser templaria, porque fue levantada sobre el nacimiento de una fuente, cuyas aguas, después de ser canalizadas subterráneamente, brotan en una fuente próxima. Para finalizar con la herencia de la Orden cabe destacar el mantenimiento de una fiesta templaria como es la celebración de la festividad de Santa Águeda.

Pero en la visita a Móra no os olvidéis de subir al castillo, ubicado en el sector más meridional de la población, sobre la ribera derecha del río, al cual se llega por estrechos callejones del núcleo antiguo; se corresponde con la alcazaba andalusí, que después de la conquista cristiana fue reconvertida en un estratégico recinto militar para controlar el Ebro. Actualmente se habilita el patio de armas para convertirlo en marco de acontecimientos culturales.

El puente de las Arcades, construido en el año 1943, sobre los restos del anterior, que era de hierro y que fue destruido durante la guerra civil, enlaza las poblaciones de Móra d’Ebre y Móra la Nova, que están separadas por el curso del río.

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