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miércoles, 4 de julio de 2012

El seguimiento de Jesús conduce a la nueva fraternidad




Desde la encomienda de Barcelona queremos compartir con todos vosotros las palabras que el Santo Padre, tras la lectura del evangelio en la festividad de los pilares de la Iglesia, el día de San Pedro y San Pablo, dirigió sus reflexiones a todos los allí congregados.

Cabe destacar la sencillez de las palabras que Benedicto XVI utiliza, para detallar los aspectos fundamentales en la elección de los apóstoles Pedro y Pablo, por parte de Nuestro Señor Jesucristo.

Desde Temple Barcelona, esperando que os guste, os ofrecemos íntegramente la noticia que recibimos el lunes 2 de julio por parte del Servicio de Información Vaticana (VIS).

Imagen de los apóstoles Pedro y Pablo sosteniendo a la Iglesia.

Ciudad del Vaticano, 29 de junio 2012 (VIS).-Esta mañana a las 9,00 en la basílica vaticana el Santo Padre concelebró la Santa Misa con los nuevos arzobispos metropolitanos a quienes impuso el palio. Como es habitual, en la festividad de los Santos Pedro y Pablo, patronos de Roma, estuvo presente en la celebración una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla. Intervino en la Santa Misa el Coro de Westminster Abbey a quien el Papa agradeció su participación.

Después de la lectura del Evangelio el Papa pronunció la homilía de la que reproducimos amplios fragmentos:

“La tradición cristiana siempre ha considerado inseparables a san Pedro y a san Pablo: juntos, en efecto, representan todo el Evangelio de Cristo (...) Pedro y Pablo, aunque humanamente muy diferentes el uno del otro, y a pesar de que no faltaron conflictos en su relación, han constituido un modo nuevo de ser hermanos, vivido según el Evangelio, un modo auténtico hecho posible por la gracia del Evangelio de Cristo que actuaba en ellos. Sólo el seguimiento de Jesús conduce a la nueva fraternidad: aquí se encuentra el primer mensaje fundamental que la solemnidad de hoy nos ofrece a cada uno de nosotros, y cuya importancia se refleja también en la búsqueda de aquella plena comunión, que anhelan el Patriarca ecuménico y el Obispo de Roma, como también todos los cristianos”.

“En el pasaje del Evangelio de san Mateo que hemos escuchado hace poco, Pedro hace la propia confesión de fe a Jesús reconociéndolo como Mesías e Hijo de Dios; la hace también en nombre de los otros apóstoles. Como respuesta, el Señor le revela la misión que desea confiarle, la de ser la “piedra”, la “roca”, el fundamento visible sobre el que está construido todo el edificio espiritual de la Iglesia Pero ¿de qué manera Pedro es la roca? ¿Cómo debe cumplir esta prerrogativa, que naturalmente no ha recibido para sí mismo? El relato del evangelista Mateo nos dice en primer lugar que el reconocimiento de la identidad de Jesús pronunciado por Simón en nombre de los Doce no proviene 'de la carne y de la sangre', es decir, de su capacidad humana, sino de una particular revelación de Dios Padre. En cambio, inmediatamente después, cuando Jesús anuncia su pasión, muerte y resurrección, Simón Pedro reacciona precisamente a partir de la “carne y sangre”: Él “se puso a increparlo: … Señor eso no puede pasarte” Y Jesús, a su vez, le replicó: “Aléjate de mí, Satanás. Eres para mí piedra de tropiezo”. El discípulo que, por un don de Dios, puede llegar a ser roca firme, se manifiesta en su debilidad humana como lo que es: una piedra en el camino, una piedra con la que se puede tropezar”.

“Así se manifiesta la tensión que existe entre el don que proviene del Señor y la capacidad humana; y en esta escena entre Jesús y Simón Pedro vemos de alguna manera anticipado el drama de la historia del mismo papado, que se caracteriza por la coexistencia de estos dos elementos: por una parte, gracias a la luz y la fuerza que viene de lo alto, el papado constituye el fundamento de la Iglesia peregrina en el tiempo; por otra, emergen también, a lo largo de los siglos, la debilidad de los hombres, que sólo la apertura a la acción de Dios puede transformar”.

“En el Evangelio de hoy emerge con fuerza la clara promesa de Jesús: 'el poder del infierno', es decir las fuerzas del mal, no prevalecerán (...) Pedro ha de ser protegido de las 'puertas del infierno' del poder destructor del mal (...) Es confortado con respecto al futuro de la Iglesia, de la nueva comunidad fundada por Jesucristo y que se extiende a todas las épocas, más allá de la existencia personal del mismo Pedro”.

“Pasemos ahora al símbolo de las llaves, que hemos escuchado en el Evangelio (...) La llave representa la autoridad sobre la casa de David. Y en el Evangelio hay otra palabra de Jesús dirigida a los escribas y fariseos, a los cuales el Señor les reprocha de cerrar el reino de los cielos a los hombres. Estas palabras también nos ayudan a comprender la promesa hecha a Pedro: a él, en cuanto fiel administrador del mensaje de Cristo, le corresponde abrir la puerta del reino de los cielos, y juzgar si aceptar o excluir. Las dos imágenes – la de las llaves y la de atar y desatar – expresan por tanto significados similares y se refuerzan mutuamente (...) El paralelismo 'en la tierra… en los cielos' garantiza que las decisiones de Pedro en el ejercicio de su función eclesial también son válidas ante Dios”.

“La autoridad de atar y desatar consiste en el poder de perdonar los pecados. Y esta gracia, que debilita la fuerza del caos y del mal, está en el corazón del misterio y del ministerio de la Iglesia. Ella La Iglesia no es una comunidad de perfectos, sino de pecadores que se deben reconocer necesitados del amor de Dios, necesitados de ser purificados por medio de la Cruz de Jesucristo. Las palabras de Jesús sobre la autoridad de Pedro y de los Apóstoles revelan que el poder de Dios es el amor, amor que irradia su luz desde el Calvario”.

“La tradición iconográfica representa a san Pablo con la espada, y sabemos que ésta significa el instrumento con el que fue asesinado. Pero, leyendo los escritos del apóstol de los gentiles, descubrimos que la imagen de la espada se refiere a su misión de evangelizador (...) No es ciertamente la batalla de un caudillo, sino la de quien anuncia la Palabra de Dios, fiel a Cristo y a su Iglesia, por quien se ha entregado totalmente. Y por eso el Señor le ha dado la corona de la gloria y lo ha puesto, al igual que a Pedro, como columna del edificio espiritual de la Iglesia”.

“Queridos Metropolitanos: el palio que os he impuesto, os recordará siempre que habéis sido constituidos en y para el gran misterio de comunión que es la Iglesia, edificio espiritual construido sobre Cristo piedra angular y, en su dimensión terrena e histórica, sobre la roca de Pedro. Animados por esta certeza, sintámonos juntos cooperadores de la verdad, la cual –sabemos– es una y 'sinfónica', y reclama de cada uno de nosotros y de nuestra comunidad el empeño constante de conversión al único Señor en la gracia del único Espíritu”.

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