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martes, 10 de julio de 2012

Templarios en las tierras del río Ebro: Ascó, Iª parte.




Desde la encomienda de Barcelona recobramos el apartado de nuestro singular amigo, periodista y escritor, D. Jesús Ávila Granados, donde nos da a conocer los lugares donde los templarios se asentaron alrededor del río Ebro.

Para ello hemos seleccionado un nuevo capítulo de su libro “Templarios en las tierras del Ebro”, donde nos transporta por atractivos parajes que aún pueden ser disfrutados por el curioso viajero.

Desde Temple Barcelona recomendamos su plácida lectura.

Escena del mercado medieval de Ascó, donde puede verse a un “cabezudo templario”.

Ascó, Ribera d’Ebre, Tarragona

Ascó, situado al centro de la Ribera d’Ebre, es uno de los pueblos con la presencia templaria más importante en el conjunto de esta comarca del sur de Catalunya; su visita constituye, por tanto, un inmenso disfrute para los amantes de la historia medieval en general, y para los seguidores de la cultura del Temple en particular.

Es necesario recordar que la fortaleza de Ascó se alza sobre el cerro mas elevado que domina los tejados de la población. La primera referencia se remonta a la antigüedad, con un faro ibero-romano que controlaba el paso del río; después los hispanomusulmanes, después de ampliar el recinto, la convirtieron en residencia del delegado del valí de Siurana. No obstante, la primera noticia documentada del castillo de Ascó se remonta al 1148, año de la conquista de todos los territorios de las Tierras del Ebro por parte de Ramón Berenguer IV. El investigador Pedro Blasi resume así la importancia de esta estratégica alcazaba: “Ascó, antiguo castillo árabe que defendía un paso muy importante del Ebro era, como las otras villas importantes, defendida por el castillo y rodeada de una muralla que daba la vuelta a toda la población.” Con la caída de esta alcazaba, los cristianos rompían la línea de comunicación de las fortalezas andalusíes a través del Ebro, que, por señales acústicas, de fuego o humo, enlazaban las fortalezas de Miravet y Mora con Flix, Mequinenza, Fraga y Lleida. Pocos meses después, los templarios recibieron por su participación en la conquista unos terrenos de huerta a la orilla del río. Carreras Candi, en su célebre obra “Geografía General de Catalunya, resumía así la importancia de esta plaza en el control geográfico de todo el valle inferior del Ebro: “Ascó, castillo de los árabes, guardián en el paso del Ebro de toda invasión […] En 1151 quedaba ya mencionado castillo en poder de los restauradores y el conde Berenguer IV, al hacer dotación a la sede de Tortosa, se reservó los dalmos y primicias de la Iglesia de Ascó por dotar su capilla costal.”

A partir de la conquista cristiana, la Orden del Temple compartió con la Corona de Aragón el señorío de Ascó. En el año 1181 se construyó en esta villa una subencomienda que dependía del Distrito de la Ribera, y al año siguiente el castillo pasó a integrarse bajo jurisdicción templaria. No obstante, esta villa no fue enteramente propiedad de los templarios hasta comienzos del siglo XIII, exactamente en el año 1210, cuando el Temple canceló al monarca de Aragón Pedro II el Católico unas deudas que fueron contraídas en 1167 por los padres de éste, Alfonso II y su esposa Sancha con la Orden, y por un importe inicial de mil dos cientos maravedíes.

Tuvo que ser mucho el interés que esta plaza tenía para los templarios, tal y como lo confirma el hecho de que, cada vez que la Orden del Temple prestaba dinero a la Corona, ponía como garantía el castillo de Ascó (el interés de este préstamo no superaba nunca el 10%); hasta que, como hemos dicho anteriormente, obtuvieron definitivamente la posesión del lugar de manos del monarca Pedro II, el cual no dudó en liquidar esta deuda, como usufructo recibido en calidad de dote.

No sabemos exactamente el motivo de este inusitado interés por parte de la Orden; probablemente, para el control del paso por el río Ebro, con el cobro de un peaje por las mercancías que llevaban los barcos que navegaban por allí; también es probable que el interés estuviera justificado por la riqueza del enclave de poder en la zona (piedras malditas de la Bruja y de la Brujita); la existencia de una falla geológica; corrientes de aguas subterráneas; monumentos megalíticos, con lugares donde los druidas celtas debían de llevar a término ritos espirituales y de iniciación, como la cima del Calvario, donde se levanta la homónima ermita, etc.

Los templarios hicieron de Ascó el puerto fluvial más importante de todo el curso inferior del Ebro, entre Lleida y Tortosa. Pero este esplendor comportó grandes rivalidades, ocasionadas por las envidias de la influyente familia Entença contra el Temple, que impuso un abusivo peaje de paso a las embarcaciones que navegaban por el Ebro en esta zona. Fue a finales de septiembre de 1284, mientras regía en la encomienda de Ascó frey Francesc Ça Tallada, cuando un destacamiento de torpas dirigidas por Guillem de Entença y secuandaos por los caballeros Riudefoix, Carbons, Vernet y Guillem Verguentis entraron en Vinebre, aprovechando que la población se encontraba sin protección militar del Temple, y saquearon todo lo que  encontraron en las casas de valor, a demás de robar animales y asesinar personas.

Carreras Candi nos recuerda, como dado el interés, que en la defensa de Vinebre –villa que depndía de la encomienda de Ascó- quince hispanomusulamanes perdieron la vida (cinco de los cuales mujeres); y una cuarentena más fueron apresadas y conducidas cargados de cadenas a las terroríficas mazmorras de la fortaleza de Mora, caserna general de la familia Entença; se pidió un rescate de 300 sueldos jaqueaos si  no querían que fuesen vendidos como esclavos. También es importante nombrar que los efectivos del castillo de García rechazaron de pleno formar parte de aquella expedición, lo cual contribuyó a confirmar la afinidad que había entre esta villa y los templarios.

A pesar de todo, los templarios hicieron de Ascó una villa de gran esplendor económico. La comunidad morisca, que disponía de mezquita y de escuela coránica propia, contaba con 250 fuegos y estaba ubicada en el interior del recinto amurallado; en cambio, las 30 familias cristianas vivían en extramuros de la muralla. Esta circunstancia no había estado posible si no fuese por el Temple. El minarete de Can Tijera, que todavía se conserva, era también un torreón de vigía en estrecha relación con el castillo templarios superior. La comunidad monástica trabajaba eficazmente la tierra, conreaban plantas aromáticas, los hornos de cal, la cerámica, los telares, elaboraban la miel de las colmenas, extraían el agua del subsuelo a través de norias, pozos y aljibes, crearon las neveras naturales (pozos de hielo); y,, además, pagaban unas contribuciones razonables al maestre templario. El Bailío de Ascó tomó jurisdicción sobre otras poblaciones de la zona (Vinebre, Riba-roja, la Fatarella y Corbera). Sabemos que, en 1308, la villa de Ascó ingresó en las arcas del Temple la suma de 800 libras jaqueadas.




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